viernes, 2 de diciembre de 2011

CSV - TERCEROS MEDIOS - FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA - MATERIALES DE ESTUDIO - GUÍA DE FACTORES SOCIALES Y CULTURALES DE LA SEXUALIDAD

1.    Los factores socioculturales y la ética de la sexualidad.

La conducta sexual humana no es un hecho “natural”, la sociedad y la cultura intervienen en ella todo el tiempo. Hay unas imágenes socialmente impuestas que valoran o sancionan la sexualidad: desde cómo ser hombre o ser mujer,  como llevar una relación de pareja “normal”, definir en qué consiste  una familia y cómo criar a los hijos,  hasta como relacionarnos con nuestro propio cuerpo.

Según algunos autores estas imágenes son impuestas por los grupos dominantes, que suelen ser los que manejan el poder político, cultural y económico. Las feministas señalan que todas estas ideas han sido fabricadas e impuestas por hombres, en desmedro de la libertad de las mujeres. Los liberales dicen que la gestión de la sexualidad es una cuestión privada donde no debe meterse la religión o el estado. Los conservadores aducen que la sexualidad no puede centrarse en el placer sino en la familia y en la reproducción. Indudablemente, la sexualidad es un terreno de debates y posturas, y esto se hace más evidente cuando hoy se ve, se escucha y se habla mucho más de sexo y sexualidad.

Podemos partir indicando tres ideas muy  sencillas: 1) estas imágenes no han sido eternas sino que han cambiado a lo largo de la historia 2) todas estas imágenes suelen ir acompañadas de un cierto saber que las justifica (este saber puede ser religioso, filosófico, moral, científico o político) 3) estas imágenes configuran una manera de vivir la sexualidad concreta o proponen ciertos comportamientos como ideales, correctos o permitidos. A esto llamamos “ética de la sexualidad”.

Para poder comprender cómo los factores socioculturales generan una determinada concepción moral de la sexualidad debemos recurrir a la sociología. Para quien dude que la sexualidad humana esté influenciada por la sociedad, sugiero que piense en la experiencia del amor. Es normal que hoy pensemos que dos personas forman una pareja motivados por eso que llamamos “amor”, aunque también sepamos que hay otras uniones que las mueven otros motivos como la conveniencia económica, el status, o el poder. Sin embargo, la idea del “amor” en las relaciones es bastante reciente.  En la edad media nadie se casaba por amor sino por unir bienes y propiedades o para generar hijos para producir en el campo. El enamorarse se consideraba algo que se padecía (una pasión), tal como se sufre una enfermedad. Nuestra idea del amor es muy moderna, al contrario de lo que se dice habitualmente.

Vamos a analizar los cambios en la sexualidad en tres tipos de sociedades que se han dado en la historia: las sociedades premodernas de recolectores, cazadores y agricultores, la sociedad jerarquizada tradicional, y la sociedad moderna.

2.    Sociedades premodernas organizadas en tribus.

Las sociedades organizadas en tribus son muy antiguas, aunque aun pueden subsistir en lugares remotos de nuestro planeta. Las actividades típicas de estas sociedades eran la caza y la recolección, aunque fueron lentamente cambiando hacia el pastoreo y la agricultura. En éstas actividades era fundamental la división sexual del trabajo, es decir mujeres y hombres tenían tareas específicas distintas. Pero las mujeres y los hombres eran importantes porque los principales vínculos que se establecen en una tribu (que es la asociación de muchas familias) se daban por relaciones de consanguineidad y parentesco.

La sexualidad estaba estructurada en torno a un modelo familiar que se componía de una mujer, su hermano, su esposo y su hijo. En algunas tribus africanas, por ejemplo, es el hermano de la mujer aquél que se hace cargo de los hijos del matrimonio, y no el esposo como se acostumbra en nuestra sociedad. Las relaciones que se podían dar en esta organización social eran la consanguineidad, el matrimonio y la descendencia.  Se promovía las relaciones exogámicas, es decir aquellas donde el cónyuge elegido no debía pertenecer al propio grupo. Por lo tanto, se prohibía que se formara un grupo a partir de relaciones endogámicas es decir uniones sexuales que se dieran por consanguineidad (entre hermanos o primos) o por descendencia (padre – hijo o madre – hijo).  La prohibición de los actos sexuales en vínculos de ese tipo se denomina prohibición del incesto, y se da en casi todas las culturas, aunque existan excepciones como, por ejemplo, el famoso matrimonio entre Cleopatra y su hermano.

En algún momento de la historia de nuestra especie apareció el patriarcado, lo que dejó a la mujer un papel subordinado al del varón. Existieron y existen cosmovisiones completas construidas a partir de resaltar lo masculino por sobre lo femenino. De hecho masculino y femenino se consideraban “naturalezas” distintas, siendo siempre lo masculino mejor o más perfecto que lo femenino. Los hombres eran más fuertes y mejores que las mujeres,  a quienes se les trataba como “sexo débil”. El hombre representaba lo espiritual y lo cultural, mientras las mujeres lo material y lo natural. Por lo tanto, el hombre debía educarse y prepararse para la vida en cambio la mujer sólo debía seguir su naturaleza.
Otro elemento interesante era que había una regulación social del tiempo en que se intensificaban las relaciones sexuales. Por ello era frecuente que se diesen orgías donde lo sexual era muy relevante como manera de fusionarse con el grupo. En algunos casos el uso de drogas intensificaba esta experiencia. Los tiempos en que éstas manifestaciones se daban era las fiestas, carnavales, pascuas y otras celebraciones, donde en muchos casos, se efectuaban los ritos de iniciación de los jóvenes a la vida adulta o se realizaban matrimonios y bautizos. De ésta época heredamos varios elementos: los ritos de iniciación sexual, el concepto de honor masculino y la fidelidad y devoción a la familia como valores femeninos.

3.    sociedad tradicional organizada jerárquicamente.

Cuando comenzaron a emerger  las primeras grandes ciudades y se inventó la escritura, la sociedad estaba organizada como una pirámide. Cada nivel de la pirámide estaba formado por un grupo social  o estamento que tenía escaso contacto con otros grupos. Las funciones estaban absolutamente especificadas y la vida de cada individuo estaba completamente impregnada y determinada por el grupo donde nacía. Si alguien nacía en una familia de campesinos, seguramente viviría y moriría como campesino, se casaría con una campesina y tendrían hijos campesinos quienes tampoco podrían salir de su condición en el futuro. Dadas así las cosas ésta sociedad tradicional cambiaba de manera muy lenta.

Cada civilización entendía la sexualidad desde la filosofía o religión que dominaba en su cultura. En la antigua babilonia el Código de Hammurabi (una de las primeras leyes escritas) tenía 67 normas sobre la sexualidad que aludían al adulterio, bigamia, divorcio, delitos sexuales e incesto.

Los griegos, por ejemplo, habían tomado una idea muy extendida en oriente que consideraba al cuerpo como algo distinto e incluso más corrupto que el alma (dualismo psico – físico) . Muchos sabios griegos, al igual que los ascetas hinduistas, sentían un desprecio por todo lo corporal y se dedicaban casi con exclusividad a lo espiritual. Platón consideraba al cuerpo “la cárcel del alma”. Sostenía a su vez que la muerte era una liberación y la entrada a una vida más feliz. La sexualidad, con todas esas necesidades tan carnales y materiales, no podía ser bien considerada. Se prefería el uso de la razón, el desapego a las pasiones e incluso la mortificación del cuerpo.   

Entre los judíos la sexualidad no era, en principio, mal mirada ya que era parte de la creación y por ende no podía sino ser buena. No obstante, el Antiguo Testamento contenía regulaciones específicas sobre el matrimonio, las violaciones, las perversiones con animales, la homosexualidad e incluso  sobre acostarse con la suegra. El pueblo de Israel fue redimido de Egipto entre otras cosas, por no cometer incesto.

Jesús condenó expresamente el adulterio y el divorcio. Como sabemos, predicaba el amor por sobre la ley y se centraba en la pureza de las intenciones. Sin embargo, durante la formación de la iglesia católica comenzaron a aparecer las regulaciones de la sexualidad.  San Pablo recomendó el ideal del celibato como manera de alcanzar la salvación. Así como los griegos, los primeros Padres de la Iglesia prefirieron la vida espiritual a los placeres de la carne: mientras más puro el cuerpo mejor, de ahí la valoración de la virginidad. San Agustín interpretó el pecado original como de un descontrol del cuerpo frente a la razón, debilidad que se transmitía de generación en generación por vía sexual. De ahí que fuera una necesidad que María fuese virgen, caso contrario Jesús hubiese nacido pecador como todos nosotros.

Dentro de la perspectiva  cristiana el sexo moralmente aceptable ocurre dentro del matrimonio y con finalidad reproductiva. La lujuria fue condenada como un exceso peligroso por el desorden de las pasiones. Esa lujuria contemplaba la fornicación (sexo entre solteros sin exigencia de cohabitar) el incesto, el adulterio, el estupro y el vicio contra naturam (bestialismo o zoofilia). Además, la Iglesia Católica condenó la promiscuidad, la masturbación, el sexo oral y anal, la homosexualidad, y los métodos artificiales de anticoncepción.



La sociedad moderna

En el paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, las clases altas (aristócratas, nobles, sacerdotes, etc.) evolucionan. Al fortalecerse la monarquía surgen a su alrededor las cortes y su intensa vida social de secreteos, conspiraciones, favores y halagos al monarca. Aparece el “estilo cortesano”: el matrimonio sirve para ascender socialmente, los caballeros muestran cortesía y galantería ante las doncellas que juzgan sus maneras y posición social. Todo esto inventa un nuevo trato entre hombres y mujeres.

Las familias son extensas aún;  abarcan varias generaciones, parientes solteros, el servicio domestico inclusive. Los hogares eran  la sede de la familia y la familia a su vez, participaba en la empresa familiar, en las tierras del fundo, en el negocio “atendido por sus dueños”. Muchas de esas familias pertenecían a la nueva clase social llamada burguesía que disputaba el terreno a la vieja aristocracia. En los países protestantes aparece una severa ética del trabajo, puritanismo y frialdad en las relaciones, y una firme disciplina en la crianza. Las relaciones entre esposos son muy formales en privado y en público, aunque al mismo tiempo se toleraban las relaciones extramatrimoniales como una manera de apaciguar las inevitables pasiones. 

Esta  sociedad moderna se define porque los hombres ya no vienen determinados por el grupo social al que pertenecen. Ahora la sociedad se “especializa”, por así decirlo: aparecen tareas específicas o funciones a las que se dedican,  por un determinado tiempo, los individuos. Cada función tiene una manera de operar propia y exclusiva: la economía no es lo mismo que el gobierno, la ley o la universidad. Los individuos forman parte de esos distintos subsistemas, pero sólo parcialmente. Y, hay que hacer notar que sólo en esta época se comenzará a hablar de individuos, de seres humanos singulares que no son lo mismo que su sociedad.  Al desaparecer los estamentos, los individuos pueden ascender de posición social en razón de su esfuerzo. Su éxito o fracaso social ya no está ligado necesariamente a su cuna.

En la sociedad moderna la familia extendida irá desapareciendo para dar lugar a una familia nuclear (padre, madre e hijos) que con cada nueva generación dará lugar a nuevas familias.  En esta época el sentimiento del amor se relacionó  ya no con las pasiones desenfrenadas sino con el matrimonio, siendo el fundamento de la búsqueda de pareja y la unión matrimonial. El amor dejó de ser considerado un mal del cuerpo (pasión) sino pasa a ser una vivencia psicológica más o menos universal para hombres y mujeres. Socialmente permitió romper barreras sociales, llegando a ser posible unir a la jovencita burguesa con el joven aristócrata, tal como lo narraban los cuentos de hadas.

La sociedad moderna también cambió la manera de entender lo que era ser mujer o ser hombre. La mujer quedó atrapada entre dos estereotipos muy distintos: la mujer decente y las mujerzuelas. En primer lugar la mujer “idealizada”, que de joven era pura, casta y ejemplo de decencia, y de casada, la madre devota, emotiva, acogedora, dulce. Las “otras” mujeres eran las indecentes: prostitutas, solteronas, marimachos, etc. se toleraba su existencia porque se consideraba que la naturaleza masculina era pecaminosa, susceptible de caer en las pasiones carnales. Las relaciones extramatrimoniales y la prostitución se consideraban un mal necesario.

El concepto de familia cambio. El hogar era el resguardo contra una sociedad fría e impersonal. El centro del hogar era la madre quien organizaba todo y cuidaba de los hijos con ternura y compasión. El padre por su parte era frio y racional, tenía que ser severo con los hijos para prepararlos para el difícil mundo  fuera del hogar.  Durante el siglo XVIII y XIX se descubre la infancia. Antes en la historia los niños prácticamente no figuraban, ni eran objeto de estudio. Durante la revolución industrial se comienza a hablar sobre la infancia como una “edad de la inocencia” que luego se pierde por la corrupta sociedad. Los niños por lo tanto eran inocentes y asexuados. Se les considera “puros” y fundamentalmente imaginativos. Un  filósofo moderno llamado Jean Jacques Rousseau promovía una educación espontánea, para que el niño mantuviese su pureza lo más posible antes de ser corrompido por los vicios de la sociedad moderna. En ésta época nacen los cuentos para niños, el estudio de los juegos y de las canciones infantiles populares. La infancia se valoró como una “época dorada” de la que nadie quería salir nunca (“ideal de Peter pan”).


5.    Las distintas éticas durante la modernidad: la ética del amor y  la ética liberal.

Durante la modernidad filósofos y pensadores intentaron resolver un problema fundamental: anteriormente todas las reglas sobre la sexualidad habían sido planteadas por religiones o pseudo – religiones donde el hombre y la mujer tenían un papel predefinido de antemano y específicas reglas para comportarse como individuos, parejas y familia. En la modernidad las religiones pierden mucho de su peso y esto provoca una crisis muy importante. Los individuos ahora no sabían exactamente qué hacer, estaban ante múltiples interpretaciones morales sobre la sexualidad no solo religiosas sino filosóficas y hasta científicas.

Uno de los caminos de orientación que tuvieron fue a través de la idea del Amor. El Amor fue entendido como una relación entre dos personas muy intensa e intima, que permite desarrollarnos de manera profunda no en soledad sino con otra persona. La sexualidad humana, se planteó, está basada en la confianza mutua, en el respeto, en la comunicación. Separar el sexo del amor resulta deshumanizante pues se reduce a la persona a un objeto al servicio de los intereses y deseos de otros, sacrificando con eso su dignidad. El sexo es una forma de conocer de manera íntima a alguien, y mientras esté basado en el amor,  permite madurar y lograr una personalidad integrada. Por ello dentro de ésta mirada es necesaria la fidelidad. Actualmente ésta forma de entender la sexualidad está vigente, no sólo entre quienes se casan sino en solteros que unen sus vidas como una forma de iniciar un proyecto de vida en común con otros.

Otra actitud que la modernidad inauguró se basa en la idea de libertad. Para un libertario en temas sexuales el amor está bien pero es sólo uno de los motivos. La gente también tiene relaciones buscando el puro placer, sin buscar comprometerse a largo plazo ni revelar aspectos profundos de su personalidad. El liberal es tolerante con los motivos y con la diversidad de formas en que se muestre la sexualidad. El sexo aceptable se basa simplemente en el sexo consciente, informado y mutuamente consentido. Cualquier forma de “obligación” a mantener una relación sexual cuando uno de los dos se oponga, como un acoso o una violación es una injusticia y debe ser sancionado. Tampoco es lícito relacionarse sexualmente con quien no te puede dar su consentimiento como por ejemplo un niño pequeño, un joven inmaduro, un enfermo mental e incluso un animal. Es inaceptable una relación sexual que se dé bajo la amenaza, bajo la extorsión, el engaño o a la fuerza. Los liberales se imaginan las uniones como una suerte de contrato entre dos personas, que se imponen deberes y derechos bajo mutuo consentimiento.

 
6.    Las distintas éticas durante la modernidad: la ética basada en la dignidad y la crítica social marxista.

A mucha gente le parece que las ideas liberales son justas, pues se basaban en lo que las personas aceptan de manera libre. Pero no todo contrato es justo, sobre todo  si no se hace bajo ciertas condiciones de igualdad. Imaginemos el caso de Juan, un hombre que tiene una familia de 8 integrantes, que está agobiado por deudas y está sumido en la más asfixiante pobreza. El doctor Hanníbal, hombre muy adinerado obtiene placer de manera perversa y sádica pagando a personas para que se dejen mutilar o torturar hasta la muerte. El perverso doctor ofrece a  Juan los millones que arreglarían para siempre los problemas de su familia a cambio de que acepte mutilarse sus dos piernas. ¿Es justo el trato en éste caso? Aunque Juan aceptase de manera libre, el hecho de verse oprimido por su condición socioeconómica y el abuso que hace el Doctor de su riqueza, sacrificarían la dignidad de Juan como ser humano.

Para algunos filósofos modernos como immanuel Kant, los seres humanos no pueden ser tratados como cosas ni como animales al servicio de los intereses de otros. Somos especiales porque tenemos una dignidad que proviene justamente de que somos racionales y libres. Kant indica que nuestra racionalidad se muestra en el hecho de que podemos actuar contra todo instinto, presión social, interés económico o egoísmo para simplemente “hacer lo correcto”, más allá de las simpatías o las ventajas que obtengamos de una acción. Esa dignidad no debe sacrificarse ni por razones económicas, políticas, raciales, o sexuales. Toda discriminación es un atentado a nuestra propia humanidad. Nuestro cuerpo y nuestra sexualidad no puede ser objeto de comercio, de transacción o de intercambio. Con fenómenos como la pornografía, la prostitución, u otros, le estamos faltando el respeto a nuestra propia condición de seres racionales y morales.

Este criterio moral, basado en la dignidad, pareció un poco abstracto a muchos. Si bien todos los seres humanos somos dignos e iguales, hay unos más iguales entre sí que otros. Mientras en la filosofía reinaba la idea de libertad e igualdad, en la realidad social, en pleno auge de la revolución industrial y el capitalismo, se imponían severas e inhumanas desigualdades. Fue Carlos Marx quien le sacó punta a esta situación, y realizó una de las críticas más severas al sistema social que nació de la revolución industrial, el capitalismo. Para Marx el fértil valle de riquezas y libertades que prometía el capitalismo se convirtió en la explotación más fehaciente de una clase social por sobre otra. De hecho, toda la historia para Marx no era más que la lucha de clases sociales. En la época moderna el antagonismo social se daba entre dos clases: la dominante que era la de los burgueses controladores de los medios de producción, y la de los proletarios que vendían su fuerza de trabajo por un salario. Los burgueses acumulan poder, decía Marx, sustrayendo parte de la riqueza que producen los trabajadores, los que finalmente terminan viviendo bajo condiciones cada vez menos dignas. Aunque se intentase reformar tal sistema, el capitalismo produciría crisis cada vez más graves, pues la lógica de acumular ganancias iría en desmedro de los trabajadores. A éstos, no les quedaría otra que organizarse y rebelarse modificando mediante una revolución este orden de cosas.

Aunque Marx no trató el tema en específico, éste análisis sirvió para ver la situación de las mujeres. En una sociedad donde los hombres trabajan todo el día, las mujeres servían para cuidar de los niños y de los ancianos, sin recibir por ello un salario pero sí comida y alojamiento financiado por los maridos. La economía era machista en el sentido que las mujeres ayudaban a solucionar un problema social pero eso las ataba financieramente a sus maridos. Muchas veces las razones para estar al lado de sus esposos eran netamente económicas y determinadas a su vez por lo que era todo el sistema social capitalista. No había un contrato consentido ni libertad verdadera para las mujeres.

El enfoque que más énfasis le dará a la emancipación femenina será el feminismo, que analizaremos a continuación. Pero antes debemos dar un rodeo breve para entender los cambios de la sociedad moderna en la actualidad

7.    La sociedad actual.

Definir la sociedad actual es una tarea dificilísima. Se podrían llenar muchas habitaciones con libros sobre el cambio social actual. Ni siquiera tenemos claridad sobre si la sociedad que vivimos es “moderna” o si se transformó radicalmente en otra cosa. Sin embargo hay unos rasgos característicos sobre los que existiría cierto acuerdo. En primer lugar el cambio acelerado, producto de la constante innovación tecnológica que introduce la competencia económica dentro del capitalismo. Gracias a la tecnología el proceso económico dejó de estar localizado en un solo lugar sino que puede ser global: los recursos se extraen de Sudamérica, se manufacturan en México, se arman en Brasil con licencias de marcas alemanas y se venden en el mercado Chino o Indio. El impacto de la ciencia y la tecnología sobre nuestras  vidas cotidianas es indudable, hoy el intercambio de información, de personas, de bienes, de servicios se ha incrementado notablemente.

En segundo lugar, tenemos los cambios políticos y culturales. Hoy los estados y los líderes políticos siguen teniendo mucha influencia en la economía, el transporte, la salud, la defensa y la educación de la población aunque recientemente muchas de esas áreas se hayan entregado a empresas privadas. Esa influencia provoca que los ciudadanos se interesen en las decisiones que toma su gobierno y por ende quieran participar más en elecciones o movimientos sociales. Lo que hace que la democracia representativa sea una de las formas de gobierno más valoradas en el mundo. Culturalmente, muchas sociedades del mundo  se han  secularizado profundamente, lo que quiere decir que la religión pierde mucha de su influencia y las tradiciones pierden relevancia. Los individuos tienen un espacio mayor para tomar decisiones respecto de su vida, pero al mismo tiempo, disponen de guías y reglas menos claras sobre cómo hay que vivir. De aquí que los cambios de hábitos y costumbres para muchos los escandalicen y otros lo vean como una bendición.

En los países occidentales, y crecientemente en todo el mundo, las ideas de libertad personal, libertad de expresión, mejora individual e igualdad vienen propiciando cambios al interior de la sociedad. Por ejemplo, en el ámbito familiar hoy la relación padres e hijos tiende a ser menos autoritaria y mas basada en la emocionalidad, la negociación y el diálogo. Las parejas siguen uniéndose pero los matrimonios descienden y los divorcios aumentan. Las familias dejan de tener muchos hijos, y los proyectos personales adquieren mayor importancia frente al compromiso de estar juntos.

Respecto de los jóvenes y adolescentes, después de la Segunda Guerra Mundial, pasaron a ser una parte muy importante de la población. Creció una cultura e industria popular y de consumo (música rock, moda, arte, cine) orientada a sus formas y estilos de vida. Adquirieron mayor libertad fuera de la casa, el abismo entre el mundo de los viejos y de los jóvenes se hizo más evidente. Los jóvenes tenían otros valores y formas de vida que los adultos, incluso llegaron a formar “contraculturas”  como el hipismo, el punk, o el rap. Mientras que la invención de la pastilla y la proliferación de los métodos anticonceptivos modifico la conducta sexual de jóvenes, la masificación de la enseñanza secundaria y universitaria, el acceso al mundo del trabajo y la mayor participación en la cultura y la política modificaron sustancialmente las relaciones entre hombres y mujeres. El feminismo será la expresión de un importante cambio de visión y de valores que aparecerá con el avance de la sociedad moderna.  


8.    El feminismo.

La historia moderna del feminismo nos remonta a la Revolución Francesa, donde Olympe de Gouges fue la primera mujer en hablar y proponer derechos para la mujer, entre los que se encontraba el derecho a voto y el derecho a ocupar cargos públicos. Los varones revolucionarios le demostraron su parecer sobre esta idea cortándole la cabeza en la guillotina.

Mary Wollstonecraft, una filósofa inglesa, retomó esta idea y publicó una defensa de los derechos de la mujer en 1972, que fue menospreciada e ironizada (inclusive un escritor publicó una defensa de los derechos animales como burla a éste intento…). Wollstonecraft propuso que las mujeres tenían derecho a una educación igualitaria y a participar en el parlamento. También defendió el derecho de las mujeres a sentir placer durante el coito (lo que nos indica que en esa época el placer sexual era algo solamente reservado a los hombres). Acusaba a los machos de haber convertido a las mujeres en meros objetos sexuales, amas de casa y madres reduciendo su libertad como personas.

Durante el siglo XIX se discutió intensamente sobre el derecho de las mujeres a la educación  universitaria, a tener una profesión y a votar en las elecciones. En este último caso, fueron famosas por su dramatismo las luchas y sacrificios de las llamadas “sufragistas” que, como su nombre lo indicaba peleaban por los derechos políticos básicos de las mujeres, mediante violación de normas, huelgas de hambre, y transgresión de convenciones sociales. Durante todo el siglo XIX se darán alianzas entre los movimientos de emancipación femenina y los partidos socialistas u obreros. A mediados de 1870, Emma Paterson fundará el primer sindicato de mujeres trabajadoras.      

Es durante el siglo XX que el feminismo tiene su más intenso desarrollo. Después de la Segunda Guerra Mundial, a partir de la década de 1960 se produce una verdadera revolución de la sexualidad. Del “nada de sexo antes del matrimonio” se paso a una actitud mucha más liberal ante la sexualidad. Junto al rock y las drogas, el sexo fue para muchos jóvenes un terreno de libre exploración. En esa misma época crecen, sobre todo en Estados Unidos los movimientos por los derechos civiles. En este contexto nacerá NOW (National Organization for Women), el grupo  de Women´s lib y otras organizaciones feministas.

El rasgo común a todas estas organizaciones será la crítica del machismo cultural predominante en casi todo el mundo occidental. Su diferencia estará en las maneras en que pelearán por denunciar y cambiar este sexismo profundamente arraigado en todas las instituciones. Por lo tanto, sus objetivos iban más allá de ganar derechos políticos y laborales para las mujeres. En el pensamiento dominante, ser mujer significaba menos que ser hombre. A su juicio los varones son históricamente quienes han oprimido y dominado a las mujeres sobre la base de toda una forma de pensamiento y de poder que justifica esa opresión.

No es que las mujeres no hayan hecho nada por la historia. Sino que los varones han representado su imagen ignorando y minusvalorando siempre lo femenino en favor de lo masculino. La mujer es siempre símbolo de otra cosa menos de ella misma: maternidad, ternura, sensualidad, etc. y eso que ellas representan siempre ha sido establecido por hombres. La mujer ha sido “inventada” señalará Simone de Beauvoir. La psicoanalista Luce Irigaray planteará que,  o  las mujeres sólo pueden vivir su sexualidad subordinadas al deseo masculino, o bien la mujer sólo puede llegar a ser ella misma separándose radicalmente del hombre. A esta postura se le ha llamado feminismo separatista. Los movimientos feministas se vuelven muy sensibles hacia las demandas de los grupos de defensa de los derechos de homosexuales y lesbianas.     

Las filosofas feministas han luchado por develar como el sistema cultural legitima el machismo. Un caso típico es la palabra “hombre” que muchas veces se utiliza como sinónimo de humanidad ignorando a las mujeres.  De aquí que se crea que lo importante en la especie es el varón y no la mujer. La idea de “ser humano” ha sido por mucho tiempo representada con la imagen de un varón, independiente, adulto, etc. Esta exclusión tuvo y sigue teniendo efectos muy perniciosos en las libertades de las mujeres. Durante los años 60 las feministas pelearon por demandas  como la despenalización del aborto, ayudas estatales para la crianza y el cuidado de los niños, revisión de la redacción de las leyes para eliminar todo sexismo, y realizaron novedosas formas de activismo; “sentadas” en la vía pública, lectura de poemas, obras de teatro callejero, etc.

Es indiscutible el valor que ha tenido el feminismo para modificar las formas tradicionales, y muchas veces opresivas, de pensar a la mujer. La sociología e historiografía feminista ha reescrito la historia resaltando el papel de las mujeres que antes se consideraba anecdótico o lisa y llanamente inexistente. Gracias a sus trabajos hemos podido observar como las diferencias de género no son hechos biológicos o naturales sino que se imponen desde la más temprana infancia y que dependen de complejos sistemas de leyes e instituciones que pueden ser modificados.    

CSV - TERCEROS MEDIOS - FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA - MATERIALES DE ESTUDIO - GUÍA DE SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD - IDENTIDAD SEXUAL Y LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

INTRODUCCIÓN.
Hablar hoy de sexualidad no es lo mismo que antes, porque muchas de las trabas y restricciones morales, religiosas o políticas que impedían hablar sobre el tema se han ido disolviendo. Hoy cualquiera puede decir que habla sobre sexualidad, pero la verdad es que ésta aparente libertad no significa un conocimiento más profundo sobre el tema.
Pero, ¿La sexualidad es simplemente para pensarla o gozarla? Aquí la alternativa es falsa: no hay puro e inconsciente goce en la sexualidad humana pues todo en ella tiene incorporado una intención, un deseo, un significado del que nos damos cuenta, aunque no lo entendamos del todo, y por eso mismo, desate en nosotros la curiosidad y el anhelo de comprensión. Desde luego, al ser la sexualidad una parte intrínseca de nuestra vida no podemos reemplazar el vivirla a plenitud con simplemente tener un adecuado conocimiento de ella.  Parece natural desear experimentarla y comprenderla en su valor, ese valor que llega a estremecer nuestras vidas.

Se puede definir la sexualidad como todo lo concerniente al sexo y especialmente a los placeres que en él se encuentran o se buscan en él. El cuanto seres sexuales, pertenecemos a la naturaleza específicamente a la sexualidad de la especie humana. Es una función que nos divide en machos y hembras, a partir de la conformación de nuestros cuerpos, de los órganos genitales que poseemos y del tipo de vivencia que tenemos de esos aspectos de nuestro ser. En el nivel de la especie, el sexo tiene como función preservar la especie, en el nivel biológico e individual reproducirnos y continuar nuestra herencia genética en los hijos.

Éste es el primer aspecto de la experiencia sexual: ella tiene indudablemente raíces biológicas. Sin embargo, ello se complementa con el elemento psicológico: consiste en una serie de vivencias subjetivas donde podremos identificar el placer, el deseo y las fantasías. Además estas vivencias van formando los factores de nuestra identidad personal. Finalmente, hay que considerar los factores sociales y culturales que son el contexto que le va a dar un significado y un sentido a nuestras experiencias sexuales.   

LAS RAICES BIOLÓGICAS DE LA SEXUALIDAD.
Al ser nosotros mamíferos superiores (como los primates) los dos factores que más pesan en nuestro desarrollo sexual son los factores biológicos y la interacción entre la cría humana y los adultos que la cuidan en sus primeros años. Los factores que determinan la sexualidad son cromosómicos, gonadales, hormonales y genitales. A nivel cromosómico nuestro sexo viene determinado por el par nº 23 de cromosomas (que son 46 organizados en pares) donde las mujeres tienen dos cromosomas X y los hombres un cromosoma X y otro Y. Las gónadas (o glándulas sexuales) se comienzan a desarrollar en la sexta semana de gestación y se diferencian a partir de la octava semana. Hormonalmente, el aumento de testosterona más la inhibición de los conductos de Müller (en cuyo desarrollo normal pasan a formar las trompas y la matriz en la mujer) formarán los caracteres masculinos. Los caracteres primarios femeninos serán producidos por un defecto de testosterona. En el tercer trimestre de gestación el cerebro ya tendrá su diferenciación masculino – femenino. El paso más avanzado de este desarrollo lo constituirán los caracteres sexuales secundarios: distribución de la grasa corporal, distribución del pelo, cambio de voz, desarrollo de los senos (mujer), crecimiento significativo de los genitales, menstruación (mujer), etc. Dichos cambios en la pubertad son estimulados desde el sistema nervioso central a través de los andrógenos o estrógenos circulantes en la sangre.

DIFERENCIAS ENTRE LA CONDUCTA SEXUAL  DE OTROS MAMIFEROS SUPERIORES Y LA DEL HOMO SAPIENS.
En el caso del ser humano disminuye la influencia de los niveles hormonales sobre el deseo y la conducta sexual. Para el caso de las mujeres, por ejemplo, los factores psicosociales pesan mucho más que la influencia hormonal. En cambio, en los mamíferos inferiores y los primates el interés sexual es fuertemente controlado por hormonas, aunque en éstos últimos hay modificaciones que provienen del ambiente.
Comparándonos con otros mamíferos superiores, los chimpancés se distribuyen en igual número de machos y hembras. Los machos viven en una constante competencia por las hembras en periodo de fertilidad, ellos toman la iniciativa pero para ellas el acto es rutinario y no les llama mayormente la atención.  Para el caso de los gorilas, existe un macho dominante que tiene un harem de hembras a las cuales proteger de los otros machos que intentan aparearse. La conducta monógama en los animales parece motivada por la defensa y cuidado de las crías en ambientes hostiles.

LOS FACTORES PSICOLÓGICOS: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SEXUAL.
Definiremos la identidad como una cualidad o conjunto de cualidades con los que una persona o grupo se identifica. La identidad es un proceso biológico y genético, emocional y afectivo, intelectual y cognitivo, interpersonal y grupal, sexual y sentimental, lingüístico y cultural, moral y espiritual. En cuanto es personal el primer polo es el self o el sí mismo, pero éste se construye con los juicios y evaluaciones que los Otros hacen de la imagen que proyectamos del sí mismo. Así internalizamos sus juicios y generamos en los demás expectativas de comportamiento. Así la identidad es un proceso a la vez individual y social.

La identidad tiene aspectos claramente subjetivos ya que se relaciona con la perspectiva de cada uno, con lo que consideramos nuestras características personales, las que son transformables en relación al proyecto de vida y de persona que escogemos. En el transcurso de nuestra vida desarrollamos una serie de disposiciones a partir de nuestras acciones, las que formarán parte de nuestra identidad. Por ejemplo, disposiciones técnicas como tocar la guitarra o andar en skate, pertenencias colectivas, como ser emo, skinhead, católico, colocolino etc. desempeño de papeles sociales, hijo, consumidor, estudiante, etc. y finalmente, el carácter, que incluye nuestras virtudes (honestidad, humildad, coraje, etc.) y los vicios (imprudencia, avaricia, cobardía, etc.). Desde luego, la estimación de cada una de estas disposiciones varía según el contexto sociocultural.

La identidad se construye a partir de elementos materiales. El más básico es nuestro cuerpo, considerado tanto como un sistema de órganos y equilibrios fisiológicos, o considerado como cuerpo vivido: el cuerpo como centro de nuestras sensaciones, de nuestras emociones, de nuestra posición en el mundo y la sociedad. Otros elementos materiales son objetos o utensilios que ocupamos.

Las categorías sociales son “etiquetas” con las cuales nombramos y  hacemos un esquema o mapa mental de nuestro entorno social. Estas categorías pueden referirse a la nacionalidad, el género, la religión, la edad, la etnia, condición socioeconómica, etc.

IDENTIDAD, CONDUCTA NORMAL Y PSICOPATOLOGÍAS.
La identidad se da en la relación entre individuo y ambiente, que forman un mismo campo. Si la inserción del individuo en su ambiente (o su adaptación) es exitosa, hablamos de  normalidad en la conducta. En cambio si genera conflicto y dolor, a si mismo u otros hablamos de anormalidad. Una personalidad integrada sabe retirarse del ambiente, no ser manipulado o absorbido por él, tanto como sabe contactarse con los otros de manera no patológica (o anormal).
El concepto de normalidad: significa “dar cumplimiento a una norma”. Un primer tipo de normalidad son el cumplimiento de las normas ideales donde existe un modelo de conducta que es valorado y al que se desea tender. Para Freud este siempre es un ideal ficticio, difícilmente se cumple a cabalidad en alguien. Puede ser imposible de alcanzar. Un segundo tipo es la norma estadística: es un criterio cuantitativo es decir lo que la mayoría hace es la norma. Los extremos constituyen lo patológico: la anormalidad o la desviación. No necesariamente lo frecuente es normal (por ejemplo un resfriado es frecuente pero no normal).

Estos criterios dependen de la época y la cultura.  El filósofo e historiador contemporáneo MICHEL FOUCAULT, insistió en que las ciencias que estudian al hombre, etiquetan a la gente en normal y anormal. Se han definido distintas formas de anormalidad: locura, criminalidad, enfermedad y sexualidad pervertida. Lo normal marca la pauta y sirve para establecer relaciones de poder en la sociedad

Cada sociedad y cultura entiende cosas distintas por normalidad, pero algunas características comunes de la normalidad son: ausencia de enfermedad mental, ajuste de la conducta a las normas sociales, satisfacción eficiente tanto de las necesidades como de las expectativas personales y las exigencias sociales, capacidad de tener una imagen realista de uno mismo con independencia del juicio externo, correcta percepción de la realidad.  
La idea de anormalidad de la conducta la relacionamos con lo que antes se denominaban “enfermedades mentales” y que hoy se llaman “trastornos mentales”. Hay trastornos que tienen causas biológicas, pero además se distingue la neurosis y la psicosis. La neurosis sólo afecta a un parte de la realidad y la persona es consciente de ella (ejemplos: obsesiones, fobias, ansiedad). La psicosis afecta a la totalidad de la personalidad y la persona no es consciente de ella (esquizofrenia).

IDENTIDAD SEXUAL: GENÉRICA NUCLEAR Y DE ROL GENÉRICO.
La identidad sexual se refiere en primer lugar a la cuestión del género. El sexo son las capacidades reproductivas de los seres humanos determinadas biológicamente. El género son el conjunto de actitudes personales, relaciones interpersonales y pautas de conducta que están fijadas por la sociedad y la cultura.
Respecto a la identidad sexual podemos diferenciar entre: la identidad genérica nuclear que es la sensación que tiene un individuo de ser varón o mujer y la identidad de rol genérico, pautas o patrones de comportamiento sociales que identificamos como masculinos o femeninos.

Para el caso de los seres humanos ambas están determinadas por la interacción entre la cría humana y los adultos que la cuidan en sus primeros años. Es decir la identidad sexual esta determinada por el género que le asignan los cuidadores de la cría en sus primeros años de vida.

La identidad de rol genérico son como ya enunciamos, las particulares actitudes psicológicas y conductas interpersonales de lo masculino y lo femenino. Aquí se incluyen pautas de interacción social que son nuestra conducta pública, ante otras personas no necesariamente parejas sexuales. Por otro lado están las pautas de interacción sexual que son las conductas que sostenemos ante nuestras parejas sexuales.

Mucho se habla sobre las diferencias entre hombres y mujeres. Las únicas diferencias de rol confirmadas son que las mujeres manifiestan mayor habilidad verbal que los varones, y que éstos, por otro lado, son más eficientes en tareas espaciales así como manifiestan conductas mas agresivas.

LA ORIENTACIÓN SEXUAL: EL OBJETO SEXUAL DOMINANTE. 
La orientación sexual designa el tipo de preferencia que tiene una persona en cuanto al objeto sexual dominante en su vida. El objeto sexual es aquello que atrae su interés y deseo y que puede ser heterosexual u homosexual.
También la identidad sexual incluye la selección del tipo de relación sexual preferencial: superficial (juego erótico), con/sin coito, exclusiva, abierta, grupal, comprometida, ocasional etc. Así mismo se le asigna importancia a las partes eróticas de la anatomía humana: pechos, nalgas, hombros, espalda, manos, cuello, rostro, ojos, piernas, brazos, labios, pelo, etc.

Finalmente en el desarrollo de la identidad sexual encontramos las llamadas perversiones o parafilias que son patrones de comportamiento donde el placer sexual se halla en actividades y objetos inusuales u anormales.
En la elección del objeto sexual dominante esta bastante clara la influencia de la sexualidad infantil la cual fue estudiada por primera vez por Sigmund Freud a comienzos del siglo XX. La sexualidad infantil antes era considerada un tabú o tema prohibido. A partir de esas y otras investigaciones, hoy se sabe que en ella confluyen factores ambientales durante la infancia como la interacción con los adultos cuidadores, la clase socioeconómica y los elementos culturales y valóricos.

En este desarrollo infantil se pueden observar diferencias entre niños y niñas. Por una parte, los niños tienden a tener un retraso para comprender la manera en que funcionan sus genitales. Las niñas tienden a ignorar el hecho de que tienen genitales, omitiendo lo que ocurre en su vagina y clítoris.
Los cuidadores adultos, que pueden ser los padres, transmiten en parte sus experiencias pasadas a sus hijos, en la manera de interpretar lo sexual, destacando, suprimiendo o generando miedos (ansiedades) en el infante. El infante o el niño pequeño se identifica con el progenitor de su mismo género y esto influye en la identidad genérica nuclear. La interacción con el progenitor del otro sexo, va a incidir en la formación del interés sexual, por lo tanto en la elección del objeto sexual dominante.

EL DESARROLLO PSICOSEXUAL. LA TEORIZACIÓN DE SIGMUND FREUD.
SIGMUND FREUD fue uno de los intelectuales que más ha influido en nuestra manera de pensar la sexualidad. De formación médica, Freud  siempre pensó que detrás de cada pensamiento, deseo o fantasía había una necesidad biológica no satisfecha que en la mente de la persona se manifestaba como una tensión. De ahí el nombre de su teoría psico (mente) dinámica (que se mueve). Para Freud nuestra mente esta en constante tensión y lucha. Por ejemplo, la necesidad biológica de alimento de un recién nacido se expresa como un deseo de que la madre lo alimente. Al succionar el pecho, satisface su necesidad de alimento y eso le produce placer. Pero, aunque nuestros deseos y anhelos profundos nacen de lo biológico pronto lo psíquico se independiza: el bebé busca el placer de ser amantado con independencia del hambre que tenga.

Ese movimiento de la mente, sus tensiones, es expresión de la energía vital que tenemos y que Freud denominó libido. La libido nos permite sobrevivir, nos motiva a vivir. El deprimido crónico, aquél que no es capaz ni de levantarse de la cama tendría una bajísima libido. Aquél que es capaz de amar, sufrir, trabajar y ser feliz tendría una importante cuota de libido.

FREUD rechazó la idea de que nosotros seamos concientes y racionales en nuestra conducta siempre. De hecho, mucho de lo que ocurre es inconsciente, en el sentido de que no comprendemos su sentido o sus causas. Las ansiedades acumuladas desde la niñez, muchas de ellas inconcientes, tendrán un efecto que perdurará en nuestra vida sexual adulta.

Esta tensión de la mente esta marcada, en primer lugar, por lo que se denominó el principio del placer – dolor. La vida consiste siempre en conseguir lo que se desea y evitar el dolor o sufrimiento. Esto choca, a su vez, con el principio de realidad que toma en cuenta la realidad exterior y nos obliga a adaptarnos. El primer principio es una exigencia de tener el máximo de placer, inmediatamente, siempre si fuera posible y siempre gozándolo una vez más. Por otro lado, el principio de realidad nos limita a tener sólo un poco de ese placer, a posponerlo e incluso a negarlo. Para Freud los recién nacidos son exigentes y aprenden dolorosamente que es imposible satisfacer todas sus necesidades y deseos de manera inmediata. Si no fuera por esta importante decepción no despertarían en el ser humano las funciones mentales de la atención, la memoria, el juicio, la inteligencia o el desarrollo del cuerpo. Dicho más simple aún, el que sufre tiene que esforzarse y desarrollar sus talentos para lograr lo que quiere, por ende, madura.
El principio de realidad gobierna cuando estamos lúcidos. Pero al perder control conciente, a parece el principio del placer. Por ello nuestros deseos más profundos aparecerán en el sueño, en las fantasías, en los actos fallidos (ese nombre que siempre se nos olvida, esa palabra que siempre confundimos con otra…).
El principio del placer es la base de la sexualidad infantil, que es considerada como un tipo de satisfacción erótica, es decir, el bebé se complace en un contacto estrecho y placentero con los adultos que lo cuidan. Luego aprenderá que su propio cuerpo es una fuente de placer.

EL ELLO, EL YO Y EL SUPERYO.
Sobre estas ideas, Freud imaginó la mente como dividida en tres estructuras que luchan entre sí. La más primitiva se denomina ELLO, y se identifica plenamente con el principio del placer – dolor. Hasta los dos años, el ELLO, busca incesantemente el alimento, la bebida, el calor y la comodidad y evita lo desagradable. Aquí todos somos egoístas puros, y buscamos la inmediata satisfacción de lo que queremos.
A medida que crecemos aparece el YO. El YO encarna el principio de realidad. A partir de los dos años, el YO nos obliga a ser realistas, a aceptar nuestras frustraciones y a ser racionales en nuestras exigencias. Sólo si le hacemos caso podremos sobrevivir y madurar nuestra personalidad.

El YO se apoya en otra instancia llamada SUPERYO. El SUPERYO encarna esa moral básica que todos tenemos. Esta moral hace que ciertas cosas nos resulten admirables y otras nos repugnen. No es una moral racional, estructurada por argumentos sobre lo correcto y lo incorrecto. Son más bien aquellas exigencias que internalizamos desde nuestros cuidadores cuando éramos pequeños (desde los tres años aproximadamente) y que marcan nuestra identidad como ideales a seguir, como actitudes de aceptación y rechazo, como normas básicas que no cuestionamos. De hecho el sentimiento de culpabilidad y vergüenza tienen su base en esta instancia que funciona con el principio de represión. Por esto el SUPERYO no es algo consciente para nosotros, es profundo.

LAS ETAPAS DEL DESARROLLO PSICOSEXUAL.
La sexualidad del adulto se va desarrollando desde el nacimiento, y atraviesa distintas etapas. Cada una de estas etapas está marcada por la fuente básica desde la que obtenemos placer, y esa fuente se denomina “zona erógena”. Este desarrollo parte de la boca y termina, cuando no ha sufrido obstrucciones u alteraciones anormales, en la sexualidad heterosexual. En cambio, si es frustrado su desarrollo, aparecerán en el adulto rechazos, manifestado como cuadros neuróticos, o fijaciones, que se manifestarán como parafilias (antes llamadas perversiones).
La primera etapa es clave: se le llama la etapa oral. Ella marca la seguridad básica del individuo ante la vida, su “amor a la vida” como dice Erich Fromm. Esta seguridad está relacionada con las experiencias placenteras de ser alimentado y cuidado por adultos. Por ello se localiza en la boca, en los labios, en el acto de morder y chupar cosas. Los recién nacidos son capaces de buscar ese placer con independencia de su necesidad de alimento. El pecho materno significa para el infante no sólo la fuente de alimento sino el apego al bienestar que produce el apego con otros seres humanos. En un principio el bebé considera el pecho materno como parte de sí mismo, y más tarde se transforma en el primer objeto de deseo que nos puede traer placer/hacer sufrir (una psicóloga llamada Melanie Klein hablaba de “pecho malo” y “pecho bueno”). Esto se muestra, también en el apego al chupete, ya que pese a que no alimenta, reduce la ansiedad por ser atendido por los adultos. Si ésta etapa se desarrolla normalmente, la persona llega ser confiada y optimista ante la vida. Si escasea la estimulación, la persona adulta mostrará un carácter pesimista, cínico, agresivo o desconfiado (fijación oral). Aquellos que fuman, beben en exceso, que comen ansiosamente, o que hablan demasiado estarían fijados a esta etapa.

La segunda fase se denomina etapa anal. Representa el logro que adquirimos al controlar nuestro cuerpo, la independencia que logramos al controlar lo que expulsamos, entregamos o retenemos de nuestro cuerpo. Este primera experiencia se adquiere al expulsar las heces o retenerlas. “Aprender a ir al baño” representa una conquista para el humano pequeño. Esta conquista se reflejará en una personalidad que tiene una cuota de dominio de sí mismo, y que es capaz de entregar a otros, una condición básica para trabajar y amar. Si ocurre que nos resistimos a expulsar, la personalidad llamada “retentivo anal”, seremos tipos codiciosos, avaros, egoístas. En cambio si no tenemos control sobre lo que expulsamos hacia fuera, nuestra personalidad será “expulsiva anal”: una persona descuidada, impuntual, destructiva incluso de las relaciones personales (“sin filtro”). Quien regule mucho su actividad de evacuar, podrá desarrollar una personalidad obsesiva y puntual en extremo.

La tercera fase se conoce como fase fálica. El placer se concentra en los genitales y en la excitación sexual. Aquí están los comienzos de la masturbación, ya que los niños aprenden a tocar su cuerpo, a reconocerlo y les llama la atención las diferencias entre los cuerpos de varones y mujeres. Durante esta etapa, ocurre un proceso que le llamo mucho la atención a Freud: el complejo de Edipo.

EL COMPLEJO DE EDIPO.
Todos los niños desean casarse con su madre y matar a su padre. Esta fantasía no puede cumplirse, pues implicaría destruir la base de la sociedad, del orden social. Por ello, al reprimir este deseo, el niño termina socializándose, se convierte en uno más del orden social y puede entonces sentar las bases para madurar. Desde luego es un amor hacia la madre idealizado, pero terminará transformándose en la identificación  del niño con el rol masculino y la imagen paterna, y proyectando ese interés en otras mujeres. Por ello quizás se dice que los hombres buscan inconscientemente en sus novias ciertos rasgos maternales.

El complejo de Edipo parte con el fuerte deseo que siente el niño por la madre. A veces incluso este deseo se proyecta en una mujer mayor (¡quien no se ha enamorado de una profesora cuando pequeño!). El niño pequeño se da cuenta de la imposibilidad de esta relación producto del vinculo de la madre con el padre (se acuestan juntos, se besan, se abrazan, etc.). Al sentirse excluido desea desplazar al padre; se mete en la cama con ellos, les hace berrinches cuando están juntos, se abraza fuerte a la madre y aleja al padre a manotazos, etc. Sin embargo sabe que esto está mal y no le conviene, pues el padre es más fuerte y lo puede castigar (para Freud el peor temor que tiene el niño varón es que el padre lo castre, fenómeno que bautizó como “complejo de castración”). Finalmente descubre que la madre admira la identidad masculina y el rol del padre. Por ello se identifica con el padre y el rol masculino, así se siente un hijo varón amado por su madre, y proyectará ese amor recibido por la madre en el interés sexual heterosexual.

La relación con la madre siempre parece ser central. El niño varón se identifica con ciertas emociones, conductas y roles que la madre le transmite. A su vez desde ahí proyecta en su conducta eso que ha recibido. Si el niño pequeño se identifica con el amor que su madre le entrega, tendrá una identidad de varón heterosexual (un hombre amado por mujeres). En cambio si se identifica con las conductas femeninas maternales puede que desarrolle tendencias hacia la homosexualidad. Al proyectar el amor recibido por la madre, el niño varón desarrollará interés sexual por otras mujeres. Al proyectar el rol de la madre en su conducta desarrollará un posible interés sexual homosexual.
Se le ha criticado mucho a Freud un cierto machismo y excesiva atención en el órgano sexual masculino. En su idea del complejo de castración, las niñas se dan cuenta que no tienen pene como los varones, y piensan que se lo han cortado. Como es frecuente, deseamos lo que no tenemos, y por ende la niña se acerca al padre, que será su objeto amado, una suerte de complejo de Edipo pero en las mujeres (también llamado complejo de Electra). Al igual que en el primer complejo, la niña termina identificándose con  la madre y los roles femeninos, será la princesa de la casa, la niña preferida de papá, jugará a las tasitas y a ordenar la casa de muñecas.

El papel de la madre también es central. De hecho, algunos seguidores de Freud piensan que las conductas lésbicas tienen su origen en la identificación de la hija con el amor por la madre, que produce un deseo de desplazar al padre y por consiguiente, las tendencias lésbicas en la adultez. Si la hija se identifica con el rol de la madre, se verá así misma como una mujer heterosexual y proyectará esa identidad en el interés sexual por varones.
Cualquier lector atento observará que los modelos de masculino – femenino no pueden analizarse sin referirse al tipo de sociedad y cultura de la que estamos hablando. En este caso se le critica a Freud que su análisis está muy ligado a la represión sexual que había en la sociedad burguesa del siglo XIX y comienzos del XX, la así llamada “época victoriana”.

LATENCIA Y ETAPA GENITAL.
Las dos últimas etapas del desarrollo psicosexual se denominan latencia y etapa genital.
Al comienzo de la vida escolar de los infantes, la sexualidad parece desaparecer aparentemente hasta los comienzos de la pubertad. Todas las energías durante los 6 años hasta los 11 se concentran en actividades sociales, en aprendizajes básicos para formar parte de grupos y de la sociedad. De hecho se puede observar que los grupos de varones y de mujeres tienden a estar separados y a ignorarse, hasta la llegada de la pubertad que va a encender la curiosidad mutua y el deseo de ser visto por el otro. De ahí que los adolescentes sean tan preocupados por la imagen y el físico.
Finalmente se alcanza en la pubertad la etapa genital con la que, para Freud, culmina el desarrollo sexual lo que implica la superación del complejo de Edipo. Su desarrollo normal apunta hacia la heterosexualidad, ya que Freud siempre considero la homosexualidad como una desviación y una forma patológica de sexualidad. Hoy en cambio a partir de las luchas de los homosexuales por sus “derechos sexuales”, la homosexualidad ha dejado de considerarse como enfermedad o patología mental por muchos psiquiatras, médicos y profesionales alrededor del mundo.  La consideración de la homosexualidad varía, desde luego según los debates éticos que se dan al interior de cada sociedad, encontrando países muy liberales respecto a esta materia, y otros extremadamente conservadores.