viernes, 20 de abril de 2012

LA METAFÍSICA AYER Y HOY. 

1. INTRODUCCIÓN. 

 Antes de comenzar a hablarles de lo que es la metafísica, conviene hacer una advertencia. Mucho de lo que hoy circula como libros de autoayuda y páginas dedicadas al tema de la metafísica son escritos que harían que Platón y Aristóteles se revolcaran de disgusto en sus tumbas. Hay que decirlo para que no se confunda nadie: la metafísica no se trata de recetas automáticas para la felicidad, de secretos misteriosos del universo que te ayudarán a atraer el éxito, tampoco de claves para encontrar tu alma gemela ni para saber quién se ha llevado tu queso, ni menos de instrucciones para hacer viajes astrales. 

 Se trata de la filosofía y sus inicios. Pero también de nuestro presente, pues lo que se dijo y se pensó en esos inicios tiene una poderosa influencia en nuestras vidas actuales. De alguna manera, todos hemos pensado, y lo seguimos haciendo, como los antiguos griegos, y en particular como Platón o Aristóteles. Eso, a pesar del avance significativo de las ciencias de todo tipo. Te preguntarás, ¿Por qué aún estos vejestorios tienen esa influencia? ¿Por qué no hablar de unos filósofos más modernos, más cool? ¿Por qué no inventarnos una nueva filosofía en vez de hablar todo el rato del pasado? A esto puedo responder diciendo que a medida que se estudia más la historia del pensamiento, y uno se cultiva en ello, se va dando cuenta, con agrado o con desagrado, de que mucho de lo que creemos novedoso o reciente no es más que el retorno de viejas cuestiones ya planteadas por estos vejetes. Y a medida que se entienden sus pensamientos o filosofías, te das cuenta, también, de lo poco que somos conscientes del enorme peso que aún tienen en nuestra propia manera de pensar sobre nosotros mismos, sobre la diferencia entre lo verdadero y lo falso, sobre la idea que tenemos de la realidad, la vida y la muerte, la naturaleza y la sociedad, etc. 

 Como dijimos, se trata de que el tema de la metafísica nos remonta a los inicios mismos de la filosofía, en la Europa de la Antigüedad. Los primeros sabios griegos se preguntaron sobre aquello que hacía que la realidad fuese de cierta manera. Lo que buscaban lo llamaban el arjé. Unos pensaban que eran elementos naturales y materiales, por lo tanto había que estudiar la naturaleza.otros, que eran principios más allá (meta) de la naturaleza (físicos). O sea metafísico. 



 2. LOS PRESOCRÁTICOS. A continuación te invito a leer un texto sobre los presocráticos


La mayoría de los filósofos y de los historiadores de la filosofía coinciden en considerar a los llamados presocráticos como los primeros filósofos, al menos en el mundo occidental.  Contrariamente a lo que da a entender el término genérico bajo el cual se los reúne, los presocráticos no son solamente los heraldos o precursores del pensamiento de Sócrates (y, por ende, del de Platón y Aristóteles); éstos filósofos inauguran verdaderamente una nueva manera de pensar, que rompe con las tradiciones orales de la Grecia arcaica. Los presocráticos, en efecto, cesan de repetir o de comentar los grandes poemas mitológicos (Homero, Hesiodo) para proponer una explicación de orden racional del universo y de su génesis. No son ya los dioses con forma humana los que gobiernan el cosmos, sino unos principios permanentes (los números, el agua, el aire, el fuego, etc.) que no tienen nada de sobrenatural. Con los presocráticos, la sabiduría humana pasa del soliloquio al diálogo. El pensamiento se libera de la tutela de los teólogos: no se comete impiedad por declararse en desacuerdo con los antepasados. Anaxímenes no ve el mundo como Tales; Parménides refuta a Heráclito… La diferencia de opiniones, lejos de conducir al escepticismo, da testimonio del enriquecimiento del pensamiento en esa época. La verdad ya no es una revelación, sino que se conquista mediante las artes de la argumentación y la confrontación de ideas.

Es obligado a evocar a Pitágoras de Samos, que vivió en el siglo VI antes de nuestra era y del que sabemos que fue ilustre matemático. En realidad, su matemática desemboca en una metafísica, porque Pitágoras está persuadido de que los números son el principio y clave de todo el universo. Así como el sonido depende de la longitud de la cuerda que vibra, del mismo modo las apariencias coloreadas e infinitamente diversas del universo enmascaran las relaciones numéricas que constituyen el fondo de las cosas: idea capital ésta, que no sólo volverá a encontrarse en el pensamiento de Platón, sino que está en el origen de la ciencia moderna.

Pitágoras (de quien se dice que inventó la palabra “filosofía”) es también un místico, fundador de sociedades de iniciados en busca de salvación. La doctrina pitagórica de la salvación está muy próxima al orfismo. Los pitagóricos creían en la metempsicosis. El alma, en castigo por faltas pasadas, está retenida como prisionera de un cuerpo. La encarnación no es para el alma más que un encarcelamiento provisional. La muerte anuncia el renacimiento en otro cuerpo distinto, hasta que el alma, purificada a la vez por las virtudes y por la práctica de los ritos iniciáticos, merezca al fin verse liberada de todo cuerpo.

Muchas otras doctrinas intentan por otra parte explicar en esta época. Empédocles veía en la materia cuatro elementos (la tierra, el agua, el aire y el fuego) mientras que los principios motores de este universo serían el odio que disocia y el amor que une. Anaxágoras, que fue profesor de Pericles, piensa que los elementos del mundo están ordenados por una Inteligencia cósmica, el Nous.

Dos doctrinas se oponen radicalmente entre sí: para Heráclito de Éfeso, todo cambia sin cesar. “Pantha rhei”, todo pasa: la muerte sucede a la vida, la noche al día, la vigilia al sueño. “Uno no se baña jamás dos veces en el mismo río”. El flujo que hace del universo un río es constantemente producido y destruido por un fuego cósmico que sigue un ritmo regular. A esta filosofía de la movilidad universal se oponen Parménides de Elea y su discípulo Zénon de Elea. Para éstos, la movilidad no es más que una ilusión que engaña nuestros sentidos; lo que es real es el Ser único, inmóvil, inmutable, eterno. “El ser es, el no – ser no es” afirma Parménides en su famoso poema sobre el Ser. Demócrito intenta conciliar las dos doctrinas con su filosofía de los átomos, elementos eternos cuyas cambiantes combinaciones son infinitas.    

Digamos finalmente unas palabras sobre los sofistas, cuyo escepticismo fue generado por la, multiplicidad de doctrinas contradictorias, por el abuso de la retórica (un discurso hábil diseñado para demostrar lo que uno quiera), y, de manera general, por el aumento del individualismo y la decadencia de las costumbre después del periodo de Pericles. Uno de los sofistas es Protágoras de Abdera que, según el testimonio de Platón, decía: “el hombre es la medida de todas las cosas” Dicho de otra manera: no hay verdad absoluta, no hay más opiniones relativas al que las emite (el vino es delicioso para el bebedor, pero disgusta al abstemio).

En Huisman D., Vergez A. y Le Strat S. (autores). Historia de los filósofos ilustrada por sus textos. Editorial Tecnos. Madrid, 2000.



 3. HEIDEGGER Y LA METAFÍSICA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO 

Muchos estarían de acuerdo en señalar a los presocráticos como los tatarabuelos de la ciencia. Sin embargo, a medida que la ciencia adquirió relevancia en nuestra vida, la metafísica y en general toda filosofía no científica fue mirada con sospecha. Durante los siglos XIX y XX surgieron corrientes positivistas, que clamaban que el único tipo de conocimiento probado y legítimo era el científico, a estar apoyado en pruebas empíricas y en la lógica matemática. La metafísica pasó a ser sinónimo de especulación falsa. Sin embargo, en pleno siglo XX, un polémico filósofo llamado Martín Heidegger resucitó la cuestión de la metafísica y en cierto sentido volvió a la filosofía a sus orígenes. 


Heidegger sostuvo que la filosofía había errado en camino en la modernidad, y que los costos de haberlo hecho fueron una profunda crisis de sentido en la humanidad. De alguna manera sostiene que la historia “se les ha escapado de las manos” a los hombres. La ciencia moderna ha permitido un control cada vez más eficiente de la naturaleza pero nos ha puesto un abismo entre nosotros y el universo. El principio de la ciencia es que nada sucede en el mundo sin una causa o razón. No hay ningún misterio profundo, ni en la naturaleza ni en los otros seres humanos. Los bosques, los objetos de arte, la cultura, las personas, las emociones, se han ido transformando, poco a poco, en “cosas” que pueden ser manejadas si se conoce la ciencia correcta. En el fondo, se trata que la ciencia dejo de estar preocupada por la verdad y se concentró en el poder, o, dicho de otra manera, la verdad se transformó en pura voluntad de poder. Una de las consecuencias de esto es que la humanidad entera “avanza” sin control con capacidades y medios cada vez mayores, pero sin tener una finalidad clara. Al final, como una ironía de la historia, los poderes técnicos desatados por el hombre se vuelven en su contra: amenaza atómica, crisis ecológica, calentamiento global, polarización social, terrorismo, etc. 

Heidegger tenía la idea de que, para enmendar rumbo, había que volver a plantear la pregunta por el sentido que tenía la expresión “ser”. A su juicio, desde Platón en adelante, y más profundamente en el pensamiento moderno que inaugura Descartes, el verdadero sentido del ser se fue ocultando y estrechando progresivamente. Primero se puso a las ideas o esencias como el verdadero ser (Platón), después, fue Dios el único ser (filósofos cristianos) y, finalmente, se entendió al ser durante la época moderna como cosas u objetos y sus relaciones. Ese ocultamiento en nuestra época, pasó a ser olvido. 

La verdad sobre el ser, dice Heidegger, no es algo que “construyamos” los sujetos mediante experimentos y teorías. El humanismo moderno nos hizo creer que las cosas tienen sentido porque el ser humano les da el sentido. Como resultado, en el final del proceso, en nuestra época, el único sentido que ha ido quedando es el valor de lo útil y lo rentable. Nada vale por sí mismo, sino en cuanto sirve o beneficia a alguien. En el fondo, entonces, nada tiene autentico valor, a nada se lo “deja ser” realmente lo que es “sin pedir nada a cambio”. Este es el famoso “nihilismo” de la época moderna. Pero el ser, piensa Heidegger, es anterior a todo valor, verdad o teoría que inventemos. Primero somos, luego razonamos, y somos porque hay un mundo, un universo, un ser que nos abarca y rodea. Luego, una verdad autentica consiste en “dejar al Ser, que sea”, o sea dejar que se muestre tal cual es y no adaptarlo a nuestras necesidades o beneficios. Por medio del habla, el hombre puede dejar que el ser aparezca, pero debe ser su cuidador o pastor, no su Amo. Según Heidegger, los presocráticos tuvieron esa relación más inocente con la realidad; una simplicidad y tranquilidad lejana a las manipulaciones que constituyen el poder de la ciencia moderna y de nuestra civilización.


CSV - TERCEROS MEDIOS - PSICOLOGÍA - UNIDAD 1: PROCESOS PSICOLÓGICOS - SUBUNIDAD 2: LOS PROCESOS PSICOLÓGICOS - TEMA: SENSACIÓN Y PERCEPCIÓN


JANE CROSSLEY H. y FERNANDO MORGADO T. Sensación y percepción
Extracto del libro “De fantasmas y demonios
Cada vez que paso frente a una panadería y siento el olor del pan recién horneado, se agolpan ante mí una serie de imágenes y sensaciones. Surgen los recuerdos de los largos veraneos en la playa, los ayunos de los domingos para comulgar en la misa de las nueve; ese olor, a media cuadra de distancia; y estimulada por el hambre la sensación de comer una marraqueta calientita y crujiente.
Tomar conciencia de lo que nos rodea es un tema complicado. El misterio sobre cómo sentimos y percibimos nuestro entorno ha sido uno de los objetos de estudio más antiguo y fascinante de la Psicología. Las investigaciones de los pasados cien años han demostrado que el conocimiento del mundo externo no es simple ni automático, ya que el modo en que lo vemos, determina cómo lo sentimos.
Lo que registro y lo que interpreto
Para aclarar éstas ideas, centrémonos en dos conceptos: sensación y percepción. La sensación describe la relación entre varias formas de estímulos sensoriales (luz, presión, ondas electromagnéticas y de sonido) y cómo estos son registrados por nuestros órganos sensoriales (ojos, oídos, nariz, lengua y piel).
La percepción identifica el proceso a través del cual interpretamos y organizamos esta información, cuyo resultado es la experiencia conciente de los objetos y su relación entre ellos.
A pesar de que nuestros órganos sensoriales son extraordinariamente eficientes, no registran toda la información disponible en un momento dado. Podemos oler y degustar algunos químicos y no otros; oímos sólo cierta frecuencia de sonidos y nuestra habilidad para detectar la luz está restringida a un acotado rango de longitud. La clase del estímulo físico que tanto el hombre como las otras especies puede detectar, está delimitada para maximizar su adaptación al medio. Por ejemplo, nuestra supervivencia se vincula fuertemente a nuestra distintiva capacidad del lenguaje. No es de extrañar, entonces, que nuestro sistema auditivo esté diseñado para detectar las frecuencias de sonidos que más se asemejan al habla humana.
Adaptación sensorial.
Los recuerdos de la playa me conducen a la sensación de bañarme  en el heladísimo mar de Chile y de querer salir corriendo congelada. No obstante, cada verano tenía la certeza de que tardaría poco rato en acostumbrarme a esa temperatura y la sensación se volvería exquisita.  La adaptación sensorial que poseemos – al frío, por ejemplo – se debe a que nuestra capacidad sensitiva decrece en el tiempo ante un estímulo permanente. Por eso, nos acostumbramos al agua de nuestro océano a pesar del impacto inicial.  
La adaptación sensorial tiene ventajas prácticas; entre otras, nos da la posibilidad de centrarnos en los nuevos acontecimientos que ocurren constantemente en nuestro entorno. Una vez más, son mecanismos biológicos los que permiten adaptarnos al mundo cambiante en que vivimos, incluso en el ámbito psicológico.
Cuando muere alguien cercano nos parece que el dolor es capaz de consumirnos. Los primeros días el sufrimiento es indescriptible. Al mes, la pena ya no es constante. Transcurrido un año, podemos pensar con ternura y con cierta lejanía de ese ser querido. Las emociones han cambiado aunque la circunstancia se mantenga: ha muerto.

El doble juego de la percepción y la sensación en el caso de la luz
La luz, que en forma de energía es proporcionada por el sol, es también el combustible de la vida. Es natural que, por tanto, nuestros ojos sean órganos  adaptados para detectar este estímulo, que es convertido en señales que nuestro cerebro puede entender.

Observa la figura: ¿Qué ves? Probablemente, ves a una vieja con cara de bruja o una mujer joven sofisticada. Trata de ver ambas simultáneamente y notarás lo fácil que es centrarse en uno o en otro dibujo una vez descubiertos. ¿Podrías afirmar que todos vemos lo mismo?.


Mira, entonces, la figura de más abajo, esta presenta un conjunto de manchas negras separadas, pese a lo cual si uno se esfuerza, es capaz de ver un perro. ¿Por qué puede verlo? Por que tu cerebro tiende a completar lo que tus sentidos le exponen, con el fin de dotar de significado al Todo. Esta necesidad de unir en un todo las partes separadas es el principio de la corriente psicológica de la Gestalt, iniciada en Alemania a principios del siglo pasado



Mira los círculos centrales. ¿Cuál de ellos te parece más grande? Si los mides, podrás comprobar que son iguales, sin embargo, los vez distintos debido al entorno en que se encuentran. 
Aunque tus sentidos no te engañan, pues te presentan los estímulos tal como son, tu cerebro puede inducirte a percibir situaciones diferentes a las reales.   


miércoles, 11 de abril de 2012

CSV - TERCEROS MEDIOS - PRIMER TRIMESTRE 2012 - TEXTOS DE ESTUDIO Y LECTURA - UNIDAD 1: PROCESOS PSICOLÓGICOS - SUBUNIDAD 1: VISIÓN INTEGRADA - TEMA: CEREBRO, FUNCIONAMIENTO Y DESARROLLO

TEXTO 4: EL CEREBRO HUMANO, DESAFÍO PARA EL NUEVO MILENIO.
AUTOR: PEDRO MALDONADO.
LIBRO: NUEVOS PARADIGMAS A COMIENZOS DEL TERCER MILENIO.


La novia de Virgil lo había convencido de que se hiciera la operación. Después de quedar ciego a los diez años a causa de cataratas, el hombre de 50 años se sometió a una operación para extraérselas. Por fin, después de cuarenta años de vivir como un ciego, Virgil podía ver y comenzar una vida normal. Sin embargo cuando abrió los ojos, el hombre no tenía idea de qué era lo que el miraba; había luz, había movimiento y había color, pero todo mezclado y sin sentido. Entonces salió una voz de alguna parte y dijo: ¿y bien?lo entonces comprendió que ese caos de luces y de sombras debía ser una cara.
Aunque recuperó el funcionamiento de sus ojos, el cerebro de Virgil no podía integrar y comprender lo que veía, las imágenes no tenían sentido. No eran los objetos familiares que él conocía muy bien a través de otros sentidos. Después de muchos meses, frustrado y deprimido por un lento aprendizaje  y por problemas de salud, Virgil ya no se apoyaba en su limitada visión y recurría cada vez más a su familiar experiencia del tacto y la audición.

El mundo como lo percibimos es una construcción que el cerebro realiza sobre la base de la actividad de nuestros órganos sensoriales y de la experiencia. Sin órganos sensoriales o sin experiencia (como el caso de Virgil y otros pacientes similares) el cerebro construye un mundo propio y distinto con aquellas experiencias sensoriales disponibles. No basta entonces que la retina proyecte una cierta imagen para que uno la vea; se requiere además que el cerebro relacione la forma, color, y movimiento de lo que ve, con la actividad que simultáneamente proviene de otros sentidos. Este proceso no es en absoluto pasivo. En todo momento el cerebro compara, clasifica y selecciona esta experiencia sensorial echando mano a percepciones previas, en un continuo e interminable aprendizaje.
El cerebro humano es un órgano de poco más de un kilo de peso, que contiene más de 10 billones de neuronas conectadas entre sí por más de 350.000 kilómetros de cables membranosos y está constituido por cerca de un 80% de grasa.

En la última década hemos avanzado significativamente en nuestro conocimiento de los procesos básicos que ocurren en el cerebro, pero aún se mantienen varios mitos sobre lo que este órgano puede hacer. El mito más común considera que el cerebro solo funciona en un 10% de su capacidad. Si se examina la actividad cerebral, ya sea con métodos de registro eléctrico, como el electroencefalograma, o a través de las modernas técnicas de imágenes como la Resonancia Magnética Funcional nos damos cuenta que cuando realizamos las conductas más comunes, como por ejemplo mirar televisión, leer un libro o conversar con otra persona, gran parte del cerebro está activo. Si pudiéramos medir la actividad cerebral mientras realizamos las actividades de un día cualquiera, hallaremos que todas las partes del cerebro han sido activadas en algún momento. No existen áreas del cerebro que algún día podrían despertarse para realizar una función especial sorprendente. De hecho se sabe que si un grupo de neuronas se quedaran inactivas por un tiempo demasiado prolongado, se mueren. Las células del cerebro requieren de una constante actividad para mantenerse con vida. Aquellas neuronas que están más activas refuerzan sus conexiones sinápticas con otras que están tan activas como ellas. A la inversa, tienden a disminuir las conexiones con neuronas poco activas, y a reemplazar esas conexiones hacia otras neuronas con las que no se habían conectado. Esto explica por qué el mapa del cerebro cambia constantemente a lo largo de la vida. Esto significa, además, que el cerebro de cada persona se moldea en relación a la propia historia conductual, en relación a las tareas que les dedica más tiempo y práctica. Pero en todos los casos utilizamos todo el cerebro.

¿Es el cerebro humano algo muy especial y diferente del de los otros animales? Ciertamente no somos los animales que mejor veamos, escuchemos u movamos de toda la naturaleza. Lo más notable del cerebro humano es su capacidad para la reflexión y el lenguaje, pero no existe la certeza de que somos los únicos animales que muestran estas conductas. Si uno observa con detalle la anatomía del cerebro humano y la de otros animales observará una enorme similitud de estructuras. Se sabe que los chimpancés poseen áreas de la corteza que en los seres humanos posibilitan lenguaje. La particularidad humana reside en el hecho que tenemos mayor corteza que otros animales, que es una estructura multipropósito que amplia nuestro rango de posibilidades de actuar.

A veces se suele comparar nuestro cerebro con un computador pero esto no es del todo acertado. Si bien es cierto que las neuronas funcionan con dos estados básicos como los bits de un computador (que funcionan con estado 0 y 1), eso es casi todo lo que podemos asemejar. Mientras el computador tiene una estructura central que procesa lineal y secuencialmente las tareas, el cerebro actúa en red activando al mismo tiempo y sin jerarquías, distintas funciones. Muchas veces estas funciones actúan como módulos o departamentos separados, encargados de realizar una y solo una tarea, ignorando lo que ocurre con las demás.
Tampoco es correcto decir que “el cerebro procesa información”. De hecho, las neuronas son pésimas conductoras de información (si las midiéramos en bits) y los modelos computacionales son muy pobres en rendimiento en comparación a un cerebro. Un niño de tres años puede hacer una acción muy trivial que un supercomputador no puede. Mientras un computador procesa información linealmente, el cerebro es no lineal y funciona, como ya dijimos con operaciones paralelas.

Otra confusión es asemejar cerebro y computador porque tienen una memoria. En un computador, la memoria es una dirección física en sus circuitos que pueden contener un valor numérico y que pueden ser extraídos en cualquier momento que se acceda a esa dirección física. En el cerebro no existe nada así. No hay ninguna área conocida que al ser dañada produzca la pérdida selectiva de la memoria, por ejemplo, de una cara, un objeto o una persona. Al contrario cuando se le pide a sujetos que recuerden una cara o un objeto muchas áreas cerebrales se encienden. Por otra parte, sí se sabe de algunas estructuras esenciales para la formación de memorias nuevas como es el caso del hipocampo. Varios pacientes que muestran lesiones en el hipocampo son capaces de recordar eventos anteriores a su lesión, pero son incapaces de formar nuevas memorias. Leen un libro y al día siguiente no recuerdan haberlo leído, o no reconocen al médico que los ha tratado por meses. Lo que sí se sabe con certeza es sobre la memoria y el cerebro es que para que un evento u objeto quede integrado en la memoria, deben ocurrir cambios morfológicos entre las conexiones de muchas neuronas. Sin estos cambios, no hay memoria y sin memoria no hay aprendizaje. Nuestros cerebros están entonces en continuo y constante cambio físico, mientras que en un computador las conexiones son permanentes.

Finalmente, es importante destacar que a diferencia de los computadores, las funciones del cerebro humano no se basan exclusivamente en la actividad eléctrica de las neuronas, sino que existe un componente crucial de esta actividad que tiene que ver con la acción de innumerables compuestos químicos que inician o modulan esta actividad. Ninguna explicación sobre la función cerebral puede estar completa sin que entendamos bien las múltiples interacciones bioquímicas que ocurren en nuestros cerebros. En los últimos años, se han logrado enormes avances para relacionar desbalances bioquímicos del cerebro con una serie de enfermedades que van desde el Parkinson hasta la depresión y la esquizofrenia. En muchos de estos casos, la medicina puede modificar el balance químico mediante drogas que disminuyan o mitigan estos desbalances.   



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Texto Nº 1.1.
Nuestro sistema nervioso comparado con el de otras especies

Francisco Varela: “En primer lugar, quisiera señalar que en la historia de la vida hay algo muy interesante que sucede cuando los seres conscientes adquieren la capacidad de moverse: el sistema nervioso está ligado fundamentalmente a la capacidad de movimiento. Consideremos por ejemplo, un animal diminuto, la ameba. Algunas de ellas viven en nuestros intestinos y pueden moverse.
Estiran sus protuberancias, semejantes a unos dedos. En la figura 2 la ameba está a punto de engullir una célula más pequeña. Ahí tenemos movimiento. (...) Déjenme darles otro ejemplo. Los unicelulares con una cola movediza, o flagelum, son muy diminutos. Se requiere un microscopio para verlos. Lo interesante del caso es que cuando esta criatura toca otra superficie, el flagelum se arquea y, al hacer esto, la célula es capaz de cambiar de dirección y alejarse del obstáculo. (...) En estos dos casos de unicelulares asistimos a dos fenómenos fundamentales de la vida y que están relacionados con la existencia del movimiento: cada vez que hay comportamiento y movimiento, hay un componente motor y un componente sensorial, y esto es, ni más ni menos, la historia del sistema nervioso.

Dalai Lama: Tomemos por ejemplo una planta con su sistema de raíces. Cuando hay un fertilizante en el suelo, ¿no es acaso verdad que las raíces de la planta en cuestión se van a desarrollar en esa dirección? ¿Puede considerarse esto como un movimiento? ¿Es esto el mismo tipo de movimiento o no?

Varela: Sí, es el mismo tipo de movimiento. La estrategia de vida de las plantas es permanecer en el mismo lugar. Mueven sus raíces un poco, pero eso es todo. En consecuencia no tienen sistema nervioso.(...)Pero cuando nos referimos a animales, este comportamiento primitivo puede volverse más interesante. Es ahí cuando el sistema nervioso realmente comienza a aparecer.
(...) De modo que tenemos un componente sensorial y un componente motor. Es interesante que los biólogos descubrieron que estos animales (la hidra) tienen, por primera vez en la historia de la evolución, algo que crece entre los músculos y las células sensoriales. Lo que crece entre estos dos elementos son células muy largas llamadas células nerviosas, o neuronas, término que va a ser muy importante en toda discusión sobre el cerebro. La hidra contiene la historia básica del sistema nervioso: células sensoriales, células motoras y una red de células que crecen entre ambas. Esta red de neuronas permite cosas antes imposibles. Los tentáculos son sensitivos y la base responde con el movimiento, lo que hace que la hidra sea capaz, por ejemplo, de seguir una presa. Cuando uno observa este comportamiento se pregunta ¿cómo es posible?. La explicación que los biólogos dan es que es posible porque las cosas que sienten y las que mueven están en contacto.

Dalai lama: ¿Cuál es pues el papel crucial de las neuronas, puesto que aparentemente la planta y la ameba pueden hacer lo mismo sin neuronas?, ¿cuál es el factor distintivo?. En ambos casos, hay un elemento sensorial, ¿cuál es pues la diferencia entre un mensaje sensorial proveniente de una neurona y uno que se produce sin ese intermediario?

Varela: La diferencia es que, sin neuronas, no hay manera de que una célula sensorial en un extremo de la planta pueda saber lo que otra célula de ese tipo detecta en el otro extremo de la planta. Este es el meollo de la cuestión: las neuronas pueden desempeñar este papel porque son muy largas. Si uno tiene músculos, o factores, y sensores, y éstos no saben cómo juntarse o actuar conjuntamente, entonces son muy pocas las cosas que pueden suceder. Es por eso que las plantas no se mueven, simplemente permanecen ahí.
(...) Nuestra pequeña hidra tiene más células sensoriales y motoras que neuronas. En los seres humanos, sin embargo, por cada neurona sensorial hay aproxima-damente cien mil interneuronas, esto es, neuronas situadas a lo largo del camino entre una extremidad sensorial y una extremidad motora”.

(Un puente para dos miradas. Conversaciones con el Dalai Lama sobre las Ciencias de la Mente, editado por Francisco Varela y Jeremy Hayward. Dolmen, Santiago, 1997).

ENTREVISTA DE ERIC GOLES A FRANCISCO VARELA

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TEXTO 2: LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA (EL CEREBRO COMO BIBLIOTECA)
LIBRO: COSMOS
AUTOR: CARL SAGAN. 


El proceso necesario para comerse una manzana es inmensamente complicado. De hecho, si tuviese que sintetizar todas mis enzimas, si tuviera que recordar y dirigir conscientemente todos los pasos necesarios para sacar energía de la comida, probablemente moriría de hambre. Pero incluso las bacterias hacen una glucólisis anaeróbica, gracias a la cual las manzanas se pudren: hora del almuerzo para los microbios. Ellos, nosotros y todos los seres intermedios poseemos muchas instrucciones genéticas similares. Nuestras bibliotecas genéticas separadas tienen muchas cosas en común, lo cual es otro recordatorio de nuestra común herencia evolutiva. Nuestra tecnología sólo puede duplicar una diminuta fracción de la intrincada bioquímica que nuestros cuerpos llevan a cabo sin esfuerzo: apenas hemos empezado a estudiar estos procesos. Sin embargo, la evolución ha dispuesto de miles de millones de años de práctica. El ADN lo sabe.

Pero supongamos que lo que tuviésemos que hacer fuese tan complicado que fueran insuficientes incluso varios miles de millones de bits de información. Supongamos que el medio ambiente estuviese cambiando tan rápidamente que la enciclopedia genética precodificada que sirvió perfectamente hasta entonces ya no fuera del todo adecuada. En este caso no sería suficiente ni una biblioteca genética de 1 000 volúmenes. Es por esto que tenemos cerebros.
Como todos nuestros órganos el cerebro ha evolucionado, ha aumentado su complejidad y su contenido informativo a lo largo de millones de años. Su estructura refleja todas las fases por las que ha pasado. El cerebro evolucionó de dentro a fuera. En lo hondo está la parte más antigua, el tallo encefálico, que dirige las funciones biológicas básicas, incluyendo los ritmos de la vida, los latidos del corazón y la respiración. Según un concepto provocativo de Paul MacLean, las funciones superiores del cerebro evolucionaron en tres fases sucesivas. Coronando el tallo encefálico está el complejo R, la sede de la agresión, del ritual, de la territorialidad y de la jerarquía social, que evolucionó hace centenares de millones de años en nuestros antepasados reptilianos. En lo profundo de nuestro cráneo hay algo parecido al cerebro de un cocodrilo. Rodeando el complejo R está el sistema límbico del cerebro de los mamíferos, que evolucionó hace decenas de millones de años en antepasados que eran mamíferos pero que todavía no eran primates. Es una fuente importante de nuestros estados de ánimo y emociones, de nuestra preocupación y cuidado por los jóvenes. Y finalmente en el exterior, viviendo en una tregua incómoda con los cerebros más primitivos situados debajo, está la corteza cerebral, que evolucionó hace millones de años en nuestros antepasados primates. La corteza cerebral, donde la materia es transformada en consciencia, es el punto de embarque de todos los viajes cósmicos. Comprende más de las dos terceras partes y es el reino de la intuición y del análisis crítico. Es aquí donde tenemos ideas e inspiraciones, donde leemos y escribimos, donde hacemos matemáticas y componemos música. La corteza regula nuestras vidas conscientes. Es lo que distingue a nuestra especie, la sede de nuestra humanidad. La civilización es un producto de la corteza cerebral.

El lenguaje del cerebro no es el lenguaje del ADN de los genes. Lo que sabemos está ahora codificado en células llamadas neuronas: elementos de conexión electroquímica, microscópicos, en general de unas centésimas de milímetro de diámetro. Cada uno de nosotros tiene quizás un centenar de miles de millones de neuronas, cifra comparable al número de estrellas en la galaxia Vía Láctea. Muchas neuronas tienen miles de conexiones con sus vecinas. Hay aproximadamente cien billones, 1014, de estas conexiones en la corteza del cerebro humano.

Charles Sherrington imaginó las actividades de la corteza cerebral al despertar: [La corteza] se convierte ahora en un campo chispeante de puntos de luz destelleando rítmicamente con trenes de chispas que se desplazan afanosamente por todas partes. El cerebro se está despertando y con él retorna la mente. Es como si la Vía Láctea iniciase alguna danza cósmica. [La corteza] se transforma rápidamente en un telar encantado donde millones de lanzaderas veloces tejen una forma en disolución, siempre una forma con sentido, pero nunca permanente, una armonía de subformas desplazándose. Ahora, a medida que el cuerpo se despierta, subformas de esta gran armonía de actividad descienden hacia las rutas no iluminadas del [cerebro inferior].
Rosarios de chispas destelleantes y en movimiento conectan sus enlaces. Esto significa que el cuerpo se ha levantado y se está enfrentando con su día de vigilia. Incluso en el sueño el cerebro está pulsando, palpitando y destelleando con el complejo negocio de la vida humana: soñar, recordar, imaginar cosas. Nuestros pensamientos, visiones y fantasías poseen una realidad fisica. Si nos encogiéramos al nivel de las neuronas, podríamos presenciar formas elaboradas, intrincadas y evanescentes. Una podría ser la chispa de un recuerdo o el olor de lilas en un camino campestre de nuestra infancia. Otra podría ser un ansioso boletín enviado a todos los puntos: ¿Dónde he dejado mis llaves?

Hay muchos valles en las montañas de la mente, circunvoluciones que aumentan mucho la superficie disponible en la corteza cerebral para almacenar información en un cráneo de tamaño limitado. La neuroquímica del cerebro es asombrosamente activa, son los circuitos de una máquina más maravillosa que todo lo que han inventado los hombres. Pero no hay pruebas de que su funcionamiento se deba a algo más que a las 1014 conexiones neurales que construyen una arquitectura elegante de la consciencia. El mundo del pensamiento está dividido más o menos en dos hemisferios. El hemisferio derecho de la corteza cerebral se ocupa principalmente del reconocimiento de formas, la intuición, la sensibilidad, las intuiciones creadoras. El hemisferio izquierdo preside el pensamiento racional, analítico y crítico. Estas son las fuerzas duales, las oposiciones esenciales que caracterizan el pensamiento humano. Proporcionan conjuntamente los medios, tanto para generar ideas como para comprobar su validez. Existe un diálogo continuo entre los dos hemisferios canalizado a través de un haz inmenso de nervios, el cuerpo calloso, el puente entre la creatividad y el análisis, dos elementos necesarios para comprender el mundo.

El contenido de información del cerebro humano expresado en bits es probablemente comparable al número total de conexiones entre las neuronas: unos cien billones (1014) de bits. Si por ejemplo escribiéramos en inglés esta información llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del mundo. En el interior de la cabeza de cada uno de nosotros hay el equivalente a veinte millones de libros. El cerebro es un lugar muy grande en un espacio muy pequeño. La mayoría de los libros del cerebro están en la corteza cerebral. En el sótano están las funciones de las que dependían principalmente nuestros antepasados remotos: agresión, crianza de los hijos, miedo, sexo, la voluntad de seguir ciegamente a los líderes. Algunas de las funciones cerebrales superiores lectura, escritura, lenguaje parecen localizadas en lugares concretos de la corteza cerebral. En cambio las memorias están almacenadas de modo redundante en muchos puntos. Si existiera la telepatía, una de sus maravillas sería la oportunidad de leer los libros de las cortezas cerebrales de nuestros seres queridos. Pero no hay pruebas seguras de la telepatía, y la comunicación de este tipo de información continúa siendo tarea de artistas y escritores. El cerebro hace mucho más que recordar. Compara, sintetiza, analiza, genera abstracciones. Tenemos que inventar muchas más cosas de las que nuestros genes pueden conocer. Por esto la biblioteca del cerebro es unas diez mil veces mayor que la biblioteca de los genes. Nuestra pasión por aprender, evidente en el comportamiento de cualquier bebé, es la herramienta de nuestra supervivencia. Las emociones y las formas ritualizadas de comportamiento están incrustadas profundamente en nosotros. Forman parte de nuestra humanidad. Pero no son característicamente humanas. Muchos otros animales tienen sentimientos. Lo que distingue a nuestra especie es el pensamiento. La corteza cerebral es una liberación. Ya no necesitamos estar encerrados en las formas de comportamiento heredadas genéticamente de las lagartijas y los babuinos. Cada uno de nosotros es responsable en gran medida de lo que se introduce en nuestro cerebro, de lo que acabamos valorando y sabiendo cuando somos adultos. Sin estar ya a merced del cerebro reptiliano, podemos cambiamos a nosotros mismos.



CSV - TERCEROS MEDIOS - PRIMER TRIMESTRE 2012 - TEXTOS DE ESTUDIO Y LECTURA - UNIDAD 1: PROCESOS PSICOLÓGICOS - SUBUNIDAD 1: VISIÓN INTEGRADA - TEMA: LA HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE

TEXTO 1: DEL COSMOS A LA VIDA.
INTRODUCCIÓN A LA UNIDAD I.


Las tres preguntas más originarias que planteamos los seres humanos son ¿Quién soy yo? ¿De donde vengo? ¿Qué es lo que me espera?. La segunda pregunta fue tradicionalmente respondida por los mitos o por las creencias religiosas, obviamente no exentas de polémicas o de debates. Es que es difícil para el ser humano aceptar cualquier respuesta en esas cuestiones; ya sea si nos dicen que el mundo siempre ha existido, si fue un huevo puesto por una gran ave ancestral o si fue la obra de 7 días de un señor bondadoso de barba blanca y túnica. Hoy contamos con una nueva alternativa de respuesta, tan criticable como las otras: La voz de la ciencia.

Sin embargo, aquí existe un problema. Los seres humanos somos una unidad, una sola cosa. Claro, una cosa compleja, pero un ser que es un todo al fin y al cabo, como un panqueque es un panqueque y no un simple “poner juntos” la harina, los huevos, el manjar y la azúcar flor. Pero la ciencia parece afanada en estudiar lo humano por separado: por allá sus átomos, por acá sus células, por al medio sus moléculas, su mente y sus procesos como algo distinto del funcionamiento de los órganos de su cuerpo. Mientras esto sea así, la pregunta ¿quiénes somos? seguirá sin responderse y seguirán existiendo enormes lagunas en la enciclopedias humanas. Presentaremos una visión que sin esperar a la verdad total, pretende dar una imagen más amplia, menos fragmentada. Es una alternativa para no tragarnos lo primero que nos ofrezcan como respuesta tranquilizadora.

El ser humano es un universo. Un microcosmos que lleva dentro el macrocosmos, es un espejo de la naturaleza pero algo más que eso. Si lo analizamos en lo más pequeño, las partículas mínimas que nos componen datan casi del origen de nuestro universo (15.000 millones de años atrás) en sus primeros segundos de vida. Cuando nace el cosmos nace la semilla del ser humano. Las fuerzas de la gravedad, la energía termoeléctrica, grandes bolsones de hidrógeno acumulado fueron dando forma a las estrellas y al mismo tiempo los átomos de carbono que son los ladrillos mínimos de la vida. De las condensaciones de materia sin forma se fue configurando poco a poco nuestro hogar galáctico: la vía láctea, y dentro de ella, las estrellas aglomeraban diversos cuerpos a su alrededor. Una estrella pequeña y relativamente joven, ubicada en un lugar alejado del centro de la Vía Láctea, es la fuente de la vida de nuestro hogar.

La tierra tiene unos 5.000 millones de años. Durante el periodo de formación era un caldero hirviente de radiaciones UV, explosiones volcánicas y descargas de eléctricas. A “fuego alto” se cocinaban cuatro tipos de gases principales: el amonio, el helio, hidrogeno y el metano. En este ambiente se formaron las moléculas orgánicas sobre la base de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno. Ellas son la base de la vida, y ellas son las grasas, los ácidos nucleicos, proteínas, y los azúcares. La versatilidad de estas moléculas permiten adoptar muchas formas y tamaños. Una de esas combinaciones tiene a) la capacidad de reproducir sus propios componentes y b) de fijar límites respecto a un entorno mediante una membrana, su nombre es célula. Hace 3400 millones de años sobre la tierra aparecieron las primeras células, hacia los 2000 millones de años aparecen las primeras algas y bacterias.

Los eventos sucesivos son conocidos. Una cadena de seres vivos que van perfeccionando su adaptación al medio: peces, anfibios, reptiles, grandes dinosaurios, aves, mamíferos, etc. En el periodo del Cuaternario, unos 2,5 millones de años a 1,6 millones de años aparece el ser humano en una evolución o proceso de hominización que va del habilis al erectus pasando por el neandertal hasta el homo sapiens – sapiens. Ese proceso de hominización involucra: a) bipedización: posición erecta y en dos pies b) cerebralización: aumento de la capacidad craneal c) manualización: posibilidad de manipulación de objetos con las manos d) juvenilización: desarrollo incompleto y flexible en las crías humanas, cuerpo en constante desarrollo y crecimiento hasta edad tardía e) complejidad social: modos de organización social y relaciones afectivas duraderas y estables. Estos elementos son la base de la cultura. El cerebro humano se fue modificando apareciendo nuevas estructuras sobre el viejo paleocortex encargado de los instintos y la agresividad. Una de ellas es el mesocortex, encargado de la afectividad y las emociones. La etapa más tardía es el neocortex, encargado del razonamiento lógico y el lenguaje.        

Podemos comprender al ser vivo humano como compuesto de 3 dimensiones básicas: cuerpo, emociones y lenguaje. Al ser materia orgánica, dicho cuerpo está conectado con la evolución del cosmos y de la vida, es un sistema unitario desde las partículas, pasando por las macromoléculas, las células, los tejidos y todo el organismo. La emociones son una expresión de un ser vivo, sin embargo la afectividad fue vital para fortalecer los lazos familiares y sociales, indispensables para  crear la sociedad y la  cultura. El lenguaje permite la comunicación, la coordinación social, pero no es posible que este ser de lenguaje se desarrolle fuera de una sociedad, de una pluralidad de hombres y mujeres relacionados entre sí. Así, si bien somos individuos no podemos vivir, ni pensar, fuera de una sociedad. 


CSV - CUARTOS MEDIOS - PRIMER TRIMESTRE 2012 - TEXTOS DE ESTUDIO Y LECTURA - LOS ORIGENES DE LA FILOSOFÍA

TEXTO 5: LOS ORÍGENES DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO.
AUTOR: Rafael Echeverría
LIBRO: Por la senda del pensar ontológico.


La filosofía como pensamiento genérico

La filosofía, a un nivel muy básico, nos es algo natural. Todo ser humano reflexiona sobre sus experiencias, sobre su práctica, sobre lo que le sucede en la vida. Pero puede hacerlo de dos maneras diferentes.

En una primera manera, puede reflexionar, por ejemplo, sobre el amor que siente por una determinada persona o por el amor que en pasado sintió por otra. Puede reflexionar también sobre el amor que percibe en una tercera persona. Todos estos ejemplos poseen un rasgo en común. Se trata de reflexiones sobre situaciones particulares concretas. Pero a partir de ellas, puede entrar también en una modalidad de pensar diferente y reflexionar sobre lo que es el amor en general.

Esta vez se despega del nivel particular concreto, se separa de las experiencias específicas anteriores y, aunque ellas estarán posiblemente en el trasfondo de su reflexión, hace un salto y se concentra en el amor como fenómeno general. En ese momento, aunque en forma embrionaria, se ha situado en el umbral del quehacer filosófico.

Cuando en ese primer nivel hablo, por ejemplo, del amor, veo aparecer mi amor por Cristina, por Ana, por Rosa, por Cecilia, etc. Cada uno de estos amores está definido por sus propias particularidades. Sin embargo, cuando paso al segundo nivel de reflexión, todas estas particularidades parecieran replegarse, todas ellas parecieran ahora converger al interior de un mismo y sólo fenómeno: el amor. De la multiplicidad de esas experiencias he transitado ahora al amor concebido como unidad.

Este es el rasgo fundamental del pensar filosófico. El pensamiento filosófico es un tipo de pensamiento que acomete esa operación reductiva, a través de la cual podemos ahora pensar la diversidad, la multiplicidad, como unidad. A través de la filosofía evitamos quedar atrapados en la particularidad de las experiencias concretas. Situados en ese camino es frecuente que primero pensemos esas experiencias como generalidad. Sin embargo, la generalidad no nos garantiza todavía el acceso a la unidad. Se trata tan sólo de un primer paso hacia ella. Al nivel de lo general la unidad sólo se expresa parcialmente. Se manifiesta como aquellos rasgos que las instancias diversas poseen en común y, por lo tanto, todavía predomina en este nivel la diversidad. Para acceder a la unidad es necesario dar un salto y despegarnos de la diversidad. La unidad instituye un principio diferente de organización del fenómeno al que éste, en su diversidad, ahora pareciera subordinarse.

Recapitulando, sostenemos que lo central del pensamiento filosófico es el hecho de que se trata de un pensar «genérico». Cada vez que pensamos genéricamente estamos en la senda que nos conduce al quehacer filosófico. Y este camino se basa en una operación de recurrencia ordinaria, que hacemos prácticamente todos los días. Reiteramos lo que dijimos al inicio: la filosofía se basa en una operación ordinaria que todos los seres humanos realizamos frecuentemente. Todo ser humano, por lo tanto, participa del trasfondo del que nace el quehacer filosófico. Lo que se propone este libro es permitirnos desarrollar en mayor plenitud una capacidad que poseemos y practicamos.

Los orígenes de la filosofía.

Es habitual escuchar decir que la filosofía nació en la antigua Grecia. En un determinado momento, en las colonias griegas de Asia Menor, surgieron algunos hombres que se hicieron una pregunta que obligaba a efectuar ese tránsito de la multiplicidad a la unidad. Fue la pregunta por lo que ellos llamaron el arché, el principio conductor de todas las cosas. Se trataba de encontrar aquel elemento al que todas las cosas podían ser reducidas, aquel elemento que se encontraba en el origen de todas ellas, aquel elemento que también conducía su desarrollo.

A partir de esta pregunta nace la filosofía por cuanto con ella nace esta operación que inaugura el pensamiento genérico. El pensamiento mitológico anterior, era un pensamiento por naturaleza concreto, que remitía siempre a situaciones particulares. Los griegos logran elevarse por sobre el carácter particular y concreto del pensamiento mitológico y comienzan a hablar en términos genéricos de una manera que no tenía precedentes.

De la apertura del continente filosófico, como veremos más adelante, nacerá casi simultáneamente un hijo ilustre: el pensamiento científico. El pensamiento científico es hijo del pensamiento filosófico. Se trata de un tipo de pensamiento genérico que produce la propia filosofía y que terminará por someterse a ciertos criterios particulares que terminarán por diferenciarlo del resto del pensamiento filosófico. Ello conducirá a algunos a separar filosofía y ciencia. Desde nuestra perspectiva esa separación no es radical. La ciencia ocupa un espacio en el amplio ámbito del pensamiento genérico y, como tal, es una forma particular del quehacer filosófico, aunque sus diferencias y antagonismos con otras modalidades de hacer filosofía devengan muy marcadas.

La encrucijada ontológica

Una vez que hemos entendido que la operación filosófica se caracteriza por el tránsito de la multiplicidad a la unidad, nos enfrentamos a un problema. Éste se refiere a la dirección que debe seguir ese tránsito o, dicho en otras palabras, en definir dónde cabe encontrar la buscada unidad. Se trata, de alguna forma, de determinar el criterio último de realidad que sostiene la multiplicidad de las cosas. Este problema lo llamamos la “encrucijada ontológica”.

El camino que adoptemos define nuestra opción ontológica. No es posible hacer filosofía sin seleccionar, de manera implícita o explícita, una determinada opción ontológica. Sostenemos que hay sólo tres posturas ontológicas básicas, tres alternativas de dirección. Curiosamente, las tres opciones fueron exploradas por los antiguos filósofos griegos. Desde entonces, no hemos encontrado que existan otras. Esto es lo que le permite sostener a Nietzsche el carácter arquetípico del pensamiento filosófico griego. De alguna manera, ellos marcaron a grandes trazos el conjunto del territorio filosófico y todo el desarrollo posterior de la filosofía se realizará al interior de este territorio ya demarcado.

Estos tres caminos son el camino físico o de la naturaleza, el camino que se dirige a un espacio que está más allá (meta, en griego) del mundo físico o natural y que llamamos el camino de la metafísica y, por último, el camino que le asigna a los seres humanos el ser ellos los que confieren la unidad y que llamaremos el camino antropológico. Las tres posturas ontológicas básicas son, por lo tanto, la física, la metafísica y la antropológica.

Los primeros filósofos que siguen la opción ontológica física son los llamados filósofos presocráticos que buscaban dentro de la naturaleza el arché, o principio de todas las cosas. Ellos son los que dan nacimiento a la filosofía y, al hacerlo, colocan también la semilla de lo que será posteriormente el pensamiento científico. Lo característico de éste ultimo tipo de pensamiento, el científico, es la sujeción a la norma de que las explicaciones genéricas de los fenómenos naturales debe realizarse acudiendo sólo a los propios fenómenos naturales.

En la medida que las explicaciones acudan a algo que trascienda los fenómenos de la naturaleza, tal pensamiento pudiendo seguir siendo filosófico, deja de ser científico. Dentro de los filósofos presocráticos, se iniciará un particular desarrollo que, apoyándose en lo que planteara Parménides, conducirá, pasando por Sócrates, al desarrollo de una opción ontológica diferente: la opción metafísica. Ésta opción, sin embargo, sólo se consolida con Platón y Aristóteles. Con ellos dos se sostiene, con toda claridad, que la unidad de la multiplicidad de los fenómenos remite a un dominio que trasciende la naturaleza, dominio al que sólo el pensamiento filosófico nos puede conducir y donde nos encontramos con el ser de las cosas y sus esencias últimas.Ésta es la realidad última de todas las cosas. Ellas, en su apariencia diversa y cambiable, no son sino expresiones de este nivel de realidad trascendente. Esta es la postura básica de la ontología metafísica.
Uno de los rasgos destacados de la opción metafísica es el cuestionamiento del estatuto de realidad del mundo sensorial. Este, pasa a ser concebido como ilusión, sombra o mera apariencia. Con ello se inicia inevitablemente un proceso de creciente divorcio entre el sentido común y este tipo de pensamiento filosófico, el cual comienza a convertirse en un dominio restrictivo para iniciados en la práctica intelectual de la filosofía. A partir de ese momento, la vida cotidiana toma un camino y la filosofía toma otro.

Pero se desarrollará también en Grecia una tercera opción, la opción ontológica antropológica. Ella será defendida por un movimiento filosófico que se desarrolla en el siglo V a.C., conocido como el movimiento sofista. Los sofistas diferían tanto de los filósofos físicos como de los metafísicos que se desarrollan con cierta posterioridad. Su principal objetivo no era descubrir el arché, ni acceder al ser de las cosas, sino enseñarle a la juventud las virtudes que les permitirían llegar a ser buenos y efectivos ciudadanos, lo que los griegos caracterizaban con el nombre de areté. De alguna forma, ellos fueron los primeros maestros profesionales, al interior de la modalidad que hoy asumen los maestros; seres que practicaban libremente la enseñanza, para lo cual solían viajar de una ciudad a otra.

La opción antropológica será articulada con gran claridad por uno de los más destacados sofistas: Protágoras. Éste sostiene que «el hombre es la medida de todas las cosas». Es interesante tomar en cuenta que la discusión del arché, que desplegaran los filósofos naturales o físicos, se identificaba muchas veces con el afán de determinar la medida de las cosas. Esa connotación la vemos presente, por ejemplo, en Heráclito que, reivindicando el papel del logos, lo concebía no sólo como principio rector de todas las cosas, sino también como razón, ley o medida.

Para los sofistas, la unidad no debemos buscarla en la naturaleza, ni fuera de ella. La unidad es algo que los seres humanos le confieren a las cosas. Será a partir del legado de los primeros filósofos físicos que se desarrollará la opción antropológica, de la misma manera como dentro de ellos, a través de Parménides, se desarrollaría más adelante la opción metafísica. Tal como Parménides representará dentro de los filósofos naturales un antecedente importante para la opción ontológica metafísica, Heráclito representará un antecedente importante para la opción ontológica antropológica. No en vano Heráclito nos señala que no se ha limitado a indagar en torno a los fenómenos de la naturaleza, sino que nos advierte que lo ha hecho también al interior de su propia naturaleza. Para Heráclito, la naturaleza incluye a los seres humanos. Al concebirlo así, postula un estrecho vínculo entre las opciones física y antropológica, que será determinante siglos más tarde.

El contexto del nacimiento de la filosofía.

El carácter de la filosofía en la Grecia clásica Resulta interesante examinar el papel que asumía la filosofía en la Grecia antigua. Éste difiere muy radicalmente del papel que ella asume posteriormente. Algunos rasgos importantes merecen ser destacados. El primero, y quizás más notable, es el hecho de que la filosofía no fue concebida inicialmente como una actividad propiamente académica, en el sentido que hoy le conferimos a este término. La filosofía era considerada como una reflexión al servicio de una vocación que nos conducía a vivir mejor. La filosofía era entendida como una forma de vida. El principal sentido para hacer filosofía era el de aprender a vivir mejor.

Lo anterior está ligado al hecho de que la filosofía es una actividad de la calle. Ella se realiza en la plaza, donde los ciudadanos se congregan para conversar y debatir sobre distintos temas que les inquietan. En algunas ocasiones la filosofía es llevada a las casas, donde se reúnen aquellos que están interesados en discutir sobre una temática particular. Pero se trata, por lo general, de una actividad pública, abierta a todos los ciudadanos.

Será a partir de la emergencia de la opción metafísica, con Platón y Aristóteles, que la filosofía inicia su enclaustramiento y se comienza a academizar. Había un antecedente para ello. Antes de los metafísicos, Pitágoras había creado con sus seguidores una suerte de secta secreta. El carácter público del quehacer filosófico es puesto en cuestión por los pitagóricos, que se concentran el Sur de Italia, lejos de Atenas. Esta experiencia tiene una importante influencia en Platón, quien, invocando a Pitágoras, crea la Academia y advierte en su puerta que sólo pueden entrar en ella los que sepan geometría. Con ello se excluye del quehacer filosófico a buena parte de los ciudadanos. Más adelante, Aristóteles creará el Liceo, otra modalidad de filosofía enclaustrada.

Pero el enclaustramiento del quehacer filosófico será por mucho tiempo un fenómeno aislado. Los estoicos, por ejemplo, cuya influencia filosófica se extiende en el tiempo, más allá de Platón y Aristóteles, se instalaban en un lugar del ágora (la plaza) ateniense, donde había un corredor conformado por columnas (stoa) bordeando una muralla con frescos de la batalla de Maratón. Epicuro optaba por algo diferente e invitaba a filosofar en un jardín. Con excepción de los claustros metafísicos, gran parte del quehacer filosófico se seguía realizando en espacios públicos o semipúblicos abiertos.

Otro aspecto importante de la filosofía clásica era su estrecho vínculo con el ciudadano de la polis. Ello se expresa de múltiples maneras. Una de ellas es la frecuente invitación que la ciudad le hace a los filósofos para que sean éstos quienes redacten sus leyes. Esto sucedió desde los tiempos de los más antiguos filósofos presocráticos. En el caso de los sofistas el vínculo era todavía más estrecho. Su filosofía estaba explícitamente dirigida a formar a los ciudadanos en la excelencia (areté). Lo mismo sucedía con Sócrates, cuya filosofía gira alrededor de importantes virtudes ciudadanas. La relación de éste con su ciudad es muy estrecha. No olvidemos que Sócrates, rechaza el consejo de sus discípulos de que se fugara para eludir la condena a muerte que se le había impuesto, por considerar que ello contravenía las leyes de la ciudad bajo las cuales él se había formado y que en todo momento había procurado servir.

Esta misma relación entre la filosofía y la polis podemos reconocerla en Platón, quién concibe la culminación de su filosofía con una reflexión sobre la República y sus leyes. En el caso de Aristóteles, este vínculo de la filosofía con la ciudad se manifiesta en su concepción de ser humano como «ser político» (zoon politikon). De allí que no resulte extraño que Aristóteles dedicara importantes años de su vida a formar a Alejandro, futuro soberano de Macedonia.

La crisis de las ciudades – estado griega y las nuevas filosofías helenísticas.

La crisis de la polis griega Bajo el gran imperio de Alejandro, la polis griega pierde su papel integrador y ordenador que la había caracterizado en el pasado. Se crea un nuevo orden político que cubre un amplio territorio geográfico, abarcando no sólo todo el Mediterráneo, sino que integrando a egipcios, a persas, a todo el Medio Oriente y llegando incluso hasta la India. Una gran parte del mundo se heleniza. Pero así como la influencia de la cultura griega llega a casi todos los rincones de ese mundo, ésta recibe a su vez la influencia de muy diversas culturas. Ello produce una polinización cultural cruzada que resultará particularmente fértil.

La crisis de la polis produce varios fenómenos interesantes. La ciudad deja de servir de referente, capaz de conferirle sentido a la vida de los individuos, como acontecía en el pasado. Ello impulsa a los individuos a volcarse al interior de ellos mismos. Por otro lado, faltando el referente que era la polis, surge, a nivel político, un fuerte sentido de cosmopolitismo. Los individuos se conciben ahora como ciudadanos del mundo. A un nivel intelectual, se produce un gran impulso para pensar genéricamente al ser humano. Las distinciones, tan importantes en el pasado, entre griegos y bárbaros, entre hombres libres y esclavos (de las que el propio Aristóteles no pudiera sustraerse), pierden la fuerza de antaño. Se produce, por lo tanto, un interesante proceso generalizador desde la propia práctica.

En ese contexto, la opción metafísica encuentra dificultades para desarrollarse. Las corrientes filosóficas que adquieren mayor fuerza durante este período serán bastante más afines a la opción ontológica antropológica. Las grandes corrientes filosóficas del mundo helenístico serán las de los estoicos, los epicúreos, los cínicos y los escépticos. La reflexión filosófica sobre la vida adquiere en todos ellos un papel central. Propio de estas corrientes será su anti-dogmatismo. Todo dogmatismo se suele estructurar alrededor de la noción de orden y el mundo de ese período es, por sobretodo, diverso y muy poco ordenado desde una perspectiva de unidad cultural.

La influencia de las corrientes filosóficas del mundo helenístico se extenderá al mundo romano posterior, el que será también muy poco afín a la sensibilidad metafísica. Roma privilegia los problemas más concretos relacionados con la preservación de orden social complejo, tanto en el período de la República como en la primera fase del Imperio. El caso de Roma posee algunos rasgos curiosos. El sistema romano afirma con mucha fuerza la importancia de un determinado orden político. Sin embargo, ese orden político logra convivir con una gran diversidad cultural. No existirá de parte de los romanos un intento de homogenizar culturalmente los diversos territorios que se encuentran bajo su dominio. El pensamiento metafísico queda recluido a los claustros metafísicos y de manera muy especial a la Academia originalmente fundada por Platón en Atenas. La filosofía metafísica, sin desaparecer, tiende a asumir una orientación cada vez más mística, llegando incluso a acercarse a un tipo de sensibilidad que provenía de los diversos cultos de misterio que entonces prevalecían, como eran los de Eleusis (que giran alrededor del culto de la diosa Démeter), la Cibele, Isis y Mitra, entre otros. La figura filosófica de Plotino es expresiva del desarrollo que entonces manifiesta el pensamiento metafísico.

La hegemonía metafísica a partir del desarrollo del cristianismo eclesial en la Edad Media

Desde el punto de vista de la historia de la cultura, el año 529 será el que mejor expresa el paso de la Antigüedad a la Edad Media. En ese año el emperador cristiano Justiniano decreta el cierre de la Academia platónica en Atenas. Ese mismo año, curiosamente, San Benedicto funda el primer convento benedictino de Monte Cassino, en el camino de Roma a Nápoles. Con ello, se sustituye un claustro pagano por un claustro cristiano. Atenas deja de ser la capital de la filosofía. Roma, sede principal del cristianismo, se convierte ahora progresivamente en el centro de la reflexión medieval.

Desde hacía ya más de cien años, el cristianismo buscaba apoyarse en la metafísica griega para conferirle un mayor sustento conceptual a su doctrina. Ello se había acentuado luego del triunfo, que en el siglo IV, habían logrado al interior del cristianismo las corrientes dogmáticas y eclesiales, permitiéndole a éste convertirse en la religión oficial del Imperio.

Como podemos reconocerlo a posteriori, la opción filosófica metafísica y el cristianismo eclesial tenían importantes afinidades.

Ambos ponían en cuestión este mundo, el mundo sensorial en el que desarrollamos la vida, y proclamaban la existencia de un mundo trascendente, reivindicándolo como el mundo real y verdadero.
Ambos mostraban un desprecio equivalente hacia aspectos inherentes de la existencia humana como lo eran las pasiones humanas (el mundo emocional) y el propio cuerpo humano.

Ambos proclamaban que la verdad era una, como era uno el Dios que se adoraba.

Ambos partían un marcado desprecio por la vida concreta de los seres humanos, vida que, sostenían, debía someterse a los criterios de otra vida que nos esperaba en el más allá, en una meta-vida.

Ambos trazan una clara línea de demarcación entre dos tipos muy diferente de individuos. Para los metafísicos, entre los filósofos iniciados en la verdad y el resto de los seres humanos. Para los cristianos eclesiales, entre los sacerdotes y sus fieles, entre el pastor y su rebaño.

La obra de Agustín había sido una de las primeras que había buscado integrar, ya desde fines del siglo IV, la metafísica de Platón con la doctrina cristiana. Platón había culminado su labor filosófica escribiendo La República, obra donde nos entrega una reflexión sobre cómo organizar y perfeccionar el ordenamiento de la ciudad. Para el espíritu griego, la polis, como hemos visto, representaba el referente fundamental de la existencia humana. Llegar a ser un ser humano ejemplar era equivalente para los griegos clásicos con devenir un ciudadano ejemplar. Establecer los criterios que aseguraran la mejor forma de organización de la vida ciudadana representaba por lo tanto un objetivo de la mayor importancia para Platón.

Agustín vive en una época diferente en la que la polis había entrado en crisis. Su orientación recogía, de la misma forma, la profunda influencia humanista que se desarrollara durante el helenismo. El mundo de las formas que Platón postulaba, oponiéndolo al mundo de las apariencias concretas, encontraba en Agustín una simetría con su visión cristiana que separaba, de igual manera, la vida histórica, concreta, de los seres humanos de la vida celestial más allá de la muerte. Agustín acepta que la polis histórica y el ideal de la república de Platón están en crisis y no son capaces de proveer el sentido de orientación que previamente proporcionaban. Sin embargo, en el otro mundo, sostiene Agustín, se levanta otra ciudad que sí provee las condiciones para hacer de referente en nuestras vidas: la ciudad de Dios, una polis metafísica, en el reino trascendente del más allá. Su visión representa el primer intento de importancia por fusionar la perspectiva metafísica con el cristianismo.

El segundo gran intento es aquel que, en el siglo XIII, realiza Tomás de Aquino. Éste se había formado precisamente en el convento benedictino de Monte Cassino, fundado en 529, año en el que Justiniano había decretado el cierre de la Academia en Atenas, en un esfuerzo por acabar con la influencia filosófica pagana de los griegos. Paradojalmente será en ese mismo convento donde, siete siglos más tarde, renacerá con gran vigor el espíritu metafísico que el emperador había buscado entonces exterminar. La metafísica pagana lograba sin embargo sobrevivir, transmutándose en metafísica cristiana.

La obra de Tomás de Aquino será muy diferente de la de Agustín. El espíritu humanista de éste último, heredado del helenismo, ya no está presente de la misma manera en Tomás. Esto facilita una integración más profunda entre el espíritu metafísico y el cristianismo. Sin embargo, a diferencia de lo que aconteciera con Agustín, que buscara apoyo en Platón, Tomás se apoya en Aristóteles. Su propuesta se articula en la doctrina escolástica, la que se apoderará muy pronto del corazón teológico de la Iglesia. Con ello se sella una alianza entre metafísica y cristianismo que, sin estar ajena a importantes variaciones posteriores, se mantiene hasta nuestros días.

Esta alianza no fue trivial. La Iglesia representaba entonces el centro intelectual del mundo occidental cristiano. Más allá de la Iglesia, no había en el Medioevo otras instituciones realmente significativas en las que se desarrollara pensamiento. Lo fundamental del pensamiento occidental, dentro del mundo cristiano, provenía de la Iglesia. Si bien estaban comenzando a nacer las primeras universidades europeas, ellas lo hacían fuertemente vinculadas a la propia Iglesia. En la Edad Media, por lo tanto, primero a través de Agustín y luego a través de Tomás, se integran el cristianismo y la perspectiva metafísica, constituyendo un eje hegemónico que dominará por siglos el espacio cultural del mundo occidental al punto de convertirse en el sustrato más profundo de nuestro sentido común. La mirada metafísica deja de ser privativa de los filósofos o teólogos. Todos, de una u otra forma, devinimos metafísicos. Los presupuestos de la metafísica se convirtieron en una suerte de «segunda naturaleza» de los hombres y mujeres del mundo occidental, aunque no seamos claramente conscientes de ello.

Un documental sobre echeverría, ver la primera parte sobre la metafísica.

¿Que es el Ser Humano? from Newfield Consulting on Vimeo.


Programa de Fernando Savater, La Aventura del Pensamiento......primer capitulo sobre Platón.