viernes, 20 de mayo de 2011

CSV - CUARTOS MEDIOS - FILOSOFÍA - EJERCICIO TRIMESTRAL DE SINTESIS - ELABORACIÓN DE TEXTO.

EJERCICIO DE SÍNTESIS.

La última evaluación trimestral consiste en un ejercicio de síntesis donde se deben poner en juego las capacidades y conocimientos adquiridos durante este trimestre.

Este ejercicio consiste en contestar una pregunta compleja que requiere, como es obvio, un desarrollo por escrito largo y estructurado, similar a un mini ensayo.

Durante este ejercicio mediremos qué has aprendido, cómo eres capaz de relacionar los diferentes contenidos, como sintetizas y redactas una respuesta pertinente, coherente, ordenada, sólidamente argumentada.

Las fuentes de donde puedes extraer la información para tu respuesta son todo el material de tus apuntes de clases, guías, exposiciones de tus compañeros, así como las presentaciones de powerpoint, los documentales y películas, tanto las vistas en clases como las que hemos puesto a disposición a través de www.agorasantiago.blogspot.com.

Tu respuesta tiene que cumplir ciertas formalidades:

- Escrita en computador e impresa a blanco y negro.
- Hoja tamaño carta.
- Times New Roman o Arial 12.
- No más de dos planas de extensión.
- Señalar colegio, asignatura, curso, nombre, etc.
- Interlineado 1,5.
- Cuidar ortografía y reglas de redacción.
- Poseer márgenes y sangrías adecuados.

Recuerda a demás que la respuesta debe ser:

PERTINENTE: se atenga a lo que están preguntando y no evite la cuestión refiriéndose a otros temas que no vienen al caso.

ESTRUCTURADA: el texto de tu respuesta tiene que tener una introducción, un desarrollo y un cierre o conclusión.

ARGUMENTADA: cada cosa que tu afirmes debe ir apoyada por razones, conceptos bien definidos, procesos claramente descritos, referencias o autores claramente enunciados etc.

LÓGICA: tu respuesta debe ser ordenada. Cada párrafo está conectado con el siguiente y los anteriores de una manera que tu lector le quede claro. Evita contradicciones o vacíos, ya que estos confunden o arruinan la coherencia de tu respuesta.

ANALITICA: cómo es una pregunta amplia, cada problema o tema está compuesto por subproblemas o subtemas. Una manera de identificar estos subtemas es tener claro qué ideas son las fundamentales y ordenarlas de algún modo. Por ejemplo: de las más generales o amplias hasta las más particulares o específicas, desde las más sencillas a las más complejas, de las más concretas a las más abstractas, de las que más conoces a las que menos conoces. Otra alternativa es seguir el orden sugerido por las clases y guías.

SINTÉTICA: acá siempre hay una regla de oro “más es menos”, o sea si lo que tienes que decir lo puedes decir en menos palabras y con igual claridad, bienvenido sea. Recuerda que toda respuesta es una selección de lo importante, sino sabes distinguir eso no sabes la respuesta.

ENRIQUECIDA: a veces nos abocamos a mirar una sola perspectiva y olvidamos mencionar o hacer referencia a que existen otras miradas u argumentos para una cuestión.

CLARA Y AMENA: se agradece cuando una respuesta se ha esforzado por ser lo más clara posible, sin irse por las ramas, caer en reiteraciones o comentarios superfluos que no se atienen a lo que trata la pregunta. Un aporte personal viene al caso cuando demuestra conocimiento, es pertinente, hace una crítica interesante, plantea nuevas preguntas o hipótesis.

Bien, ahora entonces te presentaremos el tema sobre el que trabajaras:

El ser, la realidad y la verdad como las preocupaciones centrales del pensamiento filosófico.
Ahora, recuerda que se trata de un ejercicio que mide además tu manejo en los contenidos específicos vistos a través del trimestre, por lo tanto te sugerimos tener en cuenta:
- La diferencia entre mito, religión, ciencia y filosofía.
- El arraigo de la filosofía en la condición existencia (filosofía como salvación)
- El paso de la explicación mítica al pensamiento filosófico.
- Los orígenes históricos del pensamiento filosófico.
- El concepto de metafísica.
- Las vías de la filosofía y las negaciones de la metafísica.
- Los pensadores presocráticos.
- Parménides y Heráclito.
- Los primeros conceptos eje: caos/cosmos, apariencia/esencia, verdadero/falso, estabilidad/cambio, ideas/percepciones, etc.
- La figura de Sócrates.
- El concepto de epistemología.
- El modelo de verdad como representación.
- Diferencia entre opinión, creencia y conocimiento.
- Diferencia entre objetivo y subjetivo.
- Platón y Aristóteles como paradigmas del pensamiento antiguo.
- Idealismo y empirismo en la filosofía antigua.
Y, finalmente, te presentamos la pauta de evaluación.

INDICADORES                  LOGRADO (2) MEDIANAMENTE LOGRADO (1) NO LOGRADO (0)
Respeta reglas de ortografía.
Se ajusta a las formalidades.
La respuesta es pertinente y bien delimitada.
Hay coherencia lógica entre las ideas y los párrafos.
Demuestra manejo en las filosofías de los presocráticos.
Maneja la evolución de los conceptos eje de la filosofía occidental.
Contrapone las filosofías y conceptos de Platón y Aristóteles.
Hay claridad y definiciones bien establecidas.
Hay capacidad de síntesis y buena delimitación de la respuesta.
Hay aportes reflexivos, críticos, interrogativos.

miércoles, 4 de mayo de 2011

CUARTOS MEDIOS CSV - TEXTOS PARA ESTUDIO - PROBLEMAS EPISTEMOLÓGICOS

TEXTO: ¿Qué rayos es la Filosofía? (inédito)
Autor: Martín De la Ravanal.  

1. Introducción: ¿Qué rayos es la Epistemología?

Hemos comenzado a ver temas de “Epistemología”. Y sí, es un nombre extraño, quizás demasiado como mucho de lo que se habla en filosofía. Debo recordar que no es una profesión médica, así que no vayan a intentar pedir hora al “epistemólogo” si se sienten extrañamente enfermos. No, Epistemología es algo así como una rama de la filosofía, una de sus áreas de preocupación. Un manual de filosofía la define como: “La rama de la filosofía que se ocupa de analizar en qué consiste el conocimiento, pero también en determinar su origen, el método que seguimos para obtenerlo y el límite de lo que podemos conocer”. En otras ocasiones se habla directamente, y más comprensiblemente, de “Teoría del conocimiento”, vale decir, una teoría filosófica que quiere conocer el conocer.
Si has leído atentamente  te darás cuenta que hay un concepto o idea del que todo depende: la de conocimiento. Considera la afirmación que tengas por más cierta: que el sol sale cada mañana, que tu profesor de filosofía se llama Martín, que las aspirinas sirven para el dolor de cabeza, que las palomas son aves que vuelan y comen migas de pan que les arrojan los jubilados, que los profesionales se forman en las universidades, que dos mas dos son cuatro, que la vida se acaba con la muerte física, etc. Piensa; ¿De dónde obtuviste ese conocimiento? ¿Del uso de tus sentidos? ¿Fue una pura cosa de lógica, de razonamiento puro? ¿O alguien te lo dijo? ¿Por qué le crees? ¿De dónde saco la información? Sobre todas esas “verdades” podemos estar equivocados, tener informaciones erradas, o profundas dudas. Nuestros conocimientos no son LA VERDAD, la absoluta, la completa e universal[1]. Como humanos, no tenemos un acceso instantáneo y directo a ella. Entre LA VERDAD y nosotros están los medios con los cuales conocemos: nuestras capacidades (las individuales y las de la especie), nuestros cuerpos, nuestra cultura, nuestra educación, nuestras tecnologías, nuestras palabras, etc. Estamos obligados, entonces, a esforzarnos por obtener verdades, por conquistarlas. Pero no podemos ser dueños totales de la verdad. Sin embargo, un conocimiento que no tenga nada de verdadero, o que no se moleste en demostrarlo, sería una simple opinión (una apreciación subjetiva que no ha sido demostrada ni discutida) o una mera creencia (adhesión personal a un pensamiento o afirmación que se considera cierta aunque no haya sido probada).
Según el filósofo griego Platón, una afirmación expresa conocimiento verdadero cuando se dan tres condiciones. Primero, alguien cree que es cierta. Segundo, cuando su contenido corresponde a la realidad o cómo son las cosas. Tercero, que se aporten pruebas sobre su verdad. Conocimiento es una creencia de la que estamos seguros, pero que podemos justificar racionalmente, lo que quiere decir apoyarla con razones que podemos demostrar. Los conocimientos que están encerrados en la mente de uno, aunque fuesen verdaderos (“¡juro que fui abducido por extraterrestres!”) serían acusados de subjetivos, es decir de meras ocurrencias, fantasías u alucinaciones. Los conocimientos que podemos demostrar a los demás son considerados “objetivos”. Quien quiera vivir en la verdad, debiese cotidianamente examinar lo que piensa, comparar y discutir con otros lo que cree saber, acostumbrarse a utilizar argumentos (¡y no el puño o los gritos!) para defender o rechazar puntos de vista. Esta facultad de sopesar y buscar argumentos es lo que suele denominarse razón.   
Algo fundamental de la verdad es que tiene una relación con lo que es, con la realidad como tal. Desde este punto de vista conocer es enfrentar la realidad y pretender llegar a aprehenderla (captarla). Todas estas ideas que hoy sostenemos fueron forjadas en la antigua Grecia, allá en los comienzos de la Filosofía. 
Palabras como razón, verdad, conocimiento, opinión y otras tantas, fueron  examinadas en los comienzos de la filosofía. De hecho la palabra epistemología es un compuesto de dos palabras griegas, episteme (= ciencia) y logos (= razón, estudio, investigación).

2. Había una vez… en la antigua Grecia…
En las antiguas ciudades - estado (las polis) hubo un espacio de libertad de pensamiento y discusión, aunque no fuera un espacio realmente “para todos” (estaba vedado para los esclavos, los extranjeros y las mujeres). Esta libertad era una distancia respecto de las tradiciones, de los mitos y las enseñanzas heredadas, del peso de lo religioso y de las autoridades. Los primeros en apartarse de su pasado, para contemplar con “nuevos ojos” el mundo que les rodeaba fueron los llamados filósofos presocráticos. Su interés se orientó hacia la naturaleza, para encontrar la explicación de los fenómenos que se observaban, los cambios y movimientos, la composición de las cosas, las fuerzas o principios que las animaban o les hacían ser lo que eran. Por ello fueron también los primeros científicos, los primeros en buscar respuestas en la tierra y en el cielo, sin la ayuda de los dioses, los sacerdotes y sus mitos.
 Con el paso del tiempo las plazas y mercados se convirtieron en un club permanente de debate, donde los ciudadanos gozaban de cierta igualdad para participar y criticar los temas de la agenda pública. Los atenienses se sentían orgullosos de esta forma de vida, y estaban seguros que sólo en público podrían desarrollar sus capacidades y autorrealizarse.  Fue ejerciendo ese estilo de vida, donde poco a poco los dioses fueron dejando de ser el centro de las preocupaciones de los mortales, y se colocó, casi por primera vez en la historia de occidente, al ser humano y su inteligencia como punto máximo de referencia.

3. El orden era una idea detrás de las cambiantes cosas.
  Los griegos fueron los creadores de las primeras grandes “teorías”. Esta palabra quiere decir, literalmente, “ver lo divino”. En general, los filósofos griegos consideraban que, bajo una forma u otra, el universo que les rodeaba era algo “casi divino”. Por eso le llamaban “cosmos”: un orden armonioso, justo, bello y bueno. En él, cada parte estaba diseñada maravillosamente para cumplir una función o una finalidad que le era propia. El diseño cósmico en su conjunto era considerado superior a cualquier cosa creada por el hombre. Ese orden no había sido creado ni inventado, más bien era descubierto mediante el uso de nuestra propia inteligencia, no por la fe o la imaginación. Por ello era un orden “lógico”.
Desde luego, la más simple observación del mundo que nos rodea, nos ratifica que todo, absolutamente todo, cambia y se modifica. ¿Cómo encontrar ese orden, si todas las cosas están en permanente movimiento? Para el pensamiento griego lo único real y verdadero era aquello que no cambiaba, lo que era estable y permanente. Y a eso le llamaron “Ideas”. Son Ideas con “I” mayúscula, porque eran las formas, estructuras o modelos que se podían percibir a pesar de todas las transformaciones de la materia, de los cuerpos, de los objetos, los paisajes o las personas. Por ejemplo: piensen en el ADN de una vaca. Las vacas nacen y mueren pero su ADN es información que se transmite de vaca en vaca. Para un griego el ADN vacuno sería una Idea. Piensen ahora en los perros y sus razas: Chihuahuas, Beagle, Cocker Spaniel, Dálmata, Golden Retriever, etc. ¡No pueden ser más distintos! Sin embargo, todos tienen una forma en común, por ello les podemos llamar “perros”.
Fue el pensamiento de los antiguos griegos el que consideró las abstracciones o conceptos las herramientas fundamentales para conocer los secretos de la realidad. Esa búsqueda de los conceptos no quedó plasmada, como ahora, en escritos. Era una búsqueda conversada o dialogada. En este punto, la figura de Sócrates se vuelve fundamental. 

4. Sócrates, el primer busca – conceptos y mártir de la filosofía.
Ya lo sabemos, lo mataron. También es bien sabido que no dejó nada escrito, y que sólo sabemos de él por los diálogos que nos transmitió su discípulo más famoso: Platón. Se le acusó de no creer en los dioses e introducir nuevas divinidades. Hasta se le acusó de corromper a los jóvenes. Sócrates fue llevado a juicio y condenado por un tribunal compuesto por ciudadanos igual que él. En su defensa, argumentó que su única preocupación es el bien de su ciudad, y la virtud de sus ciudadanos. Sostenía que sólo podemos conocer el verdadero sentido del bien o la virtud por medio del uso diario de nuestra razón. De esta manera, y aunque no lo hace explícitamente, cuestiona el papel de la tradición y la autoridad, de los antiguos dioses, los mitos y la religión.
Sócrates planteaba que una vida sin examen no merecía ser vivida. Además decía de su propio conocimiento “sólo sé que nada sé”. Así que perfeccionó un método que consistía en interrogar a quienes decían o pretendían saber la verdad sobre algo. Su actividad consistía en preguntar a los ciudadanos atenienses si sabían que eran la verdad, la belleza, la justicia. Una vez que le respondían, Sócrates volvía a atacar y les preguntaba una y otra vez para que aclararan su concepto y resolvieran contradicciones. Generalmente sus agudas preguntas mostraban que lo que sostenían los presuntos “sabios” eran sólo opiniones o pura ignorancia. Al preguntarles, además, les exigía definiciones más claras sobre las palabras que ellos decían conocer. Buscaba, de manera solapada, la esencia de las cosas expresada en su concepto.
Desde luego, Sócrates buscaba con esto enseñar a los jóvenes a pensar por sí mismos y hacerse más virtuosos como ciudadanos. Pero, como ocurre mucho en la historia humana, el orden establecido consideró estas actitudes como peligrosas. Y por no querer renunciar a ellas, Sócrates fue condenado a morir. Su herencia sería recogida por su más famoso discípulo: Platón.

5. Platón, o el que dividió en dos el mundo.
                Platón propuso, en lo fundamental, que el orden verdadero no era algo visible o tangible en el mundo tal cual como se nos presenta a nuestros ojos. Lo que las cosas son “verdaderamente”, lo que las hace ser lo que son, es algo que capta mejor “el ojo de la mente”. Por ejemplo: me puede parecer que una rueda, un plato de comida, un disco compacto son cosas diferentes entre sí, pero indudablemente comparten una forma circular común. La belleza de un cuadro, la de una modelo de pasarelas y la de un paisaje campestre son muy distintas, pero hay algo que tienen en común que permite juzgarlas como más o menos bellas. Eso que tienen en común, que las une como cosas bellas y que referimos a un concepto determinado, es lo que Platón llamó Ideas.
Así, dividió el mundo en dos. Abajo, el mundo que conocemos a través de los sentidos y que nos muestra una infinita pluralidad de cosas; todas diversas, cambiantes, inestables y ambiguas, etc. ante las cuales sólo podemos opinar sin tener idea de su verdadera realidad. Arriba, esa verdadera realidad, que está en el mundo o reino de las Ideas, donde estarían esos modelos o arquetipos eternos a los que accedemos usando nuestra razón. El mundo del más acá, el de los sentidos, se transformó en una sombra o copia de ese verdadero mundo, el de las Ideas. La condición humana era entonces, la de estar atrapada en “la caverna” de los sentidos, prisionera de las apariencias, de los engaños, de lo cambiante. El filósofo lograba liberarse poco a poco hasta salir de esa catacumba de ignorancia y encontrarse cara a cara con las Ideas, de las cuales la más luminosa era la Idea de Bien. Este iluminado intentaba volver y liberar a los otros prisioneros, pero encontrando sólo desconfianza e incredulidad. Esta metáfora convertida en mito expresó la intención de Platón de que el pensamiento y el conocimiento fuese una liberación para los sujetos.
Platón es el primer idealista. El idealismo como postura filosófica confía más en las abstracciones teóricas que en la misma experiencia. Toma la idea de los presocráticos de que existe un orden tras los cambios en la naturaleza, y propone que ese orden es algo universal tras las particularidades. Tras el cambio, hay un ser que permanece; tras las apariencias, hay una esencia. Este ir “más allá” de la realidad concreta hace de Platón el primer metafísico (“más allá de lo físico”). La metafísica, entendida como Platón lo hacía, quiere convencernos que la realidad que vivimos depende, o tiene su fundamento, en otra realidad, en un mundo más allá que le da el sentido verdadero a las cosas. Desde la perspectiva de las Ideas, el mundo no cambia realmente, tiene una forma eterna. Descubrir esa forma es descubrir la verdad, que es una sola, y no cambia. Todas las preguntas tienen una sola respuesta, aunque no la sepamos. 
El método para llegar al verdadero conocimiento podía consistir en razonar y examinar cada asunto, contraponer puntos de vista y criticarlos en la búsqueda de la Idea que tienen de común y universal. Eso era, más o menos, lo que se llamaba dialéctica. Pero a veces Platón sostenía que lo verdadero era una intuición, iluminación o revelación del pensamiento, similar a la que tenemos cuando, luego de horas de intentarlo, descubrimos cómo resolver un ejercicio matemático. Llamó a esta forma de conocer un “recuerdo” que despertaba en nuestra alma dormida. “Recuerdo” porque el alma, inmortal y distinta de nuestro cuerpo, en algún momento conoció el reino de las Ideas, las que son sus amigas. Tras nacer, esa experiencia se olvida y sólo reaparece cuando nos topamos con esas verdades que nos remontan, de nuevo, a las Ideas. 
                               Contra éste mundo dividido, contra esa desconfianza de la realidad de los sentidos se lanzará el filósofo que veremos a continuación: Aristóteles.

6. Aristóteles, el científico que trajo de vuelta las ideas a la realidad.
Generalmente se ha descrito a Aristóteles como “realista”, mientras que a Platón como “idealista”. Efectivamente, Aristóteles era un gran observador y curioso de la naturaleza. A partir de esa experiencia, recolectó y clasificó gran cantidad de conocimiento ordenándolo en un sistema teórico, el más grande de su época. Éste abarcaba desde la medicina, la zoología, la psicología, la meteorología, la cosmología y la lógica culminando en la teología, en 400 escritos de los cuales quedaron sólo 80 conservados.
Fue crítico de Platón en cuanto consideraba que su teoría de las ideas duplicaba los problemas. Para explicar los entes reales recurría a supuestos entes “ideales”. Los perros concretos se explicaban por la existencia de la Idea de perro que encarnaba la unidad y la esencia común de esos canes particulares. Aristóteles sostuvo que esas ideas eran derivadas y secundarias respecto de lo que realmente existía: los individuos concretos. Así la salud existe porque existen individuos sanos, el color naranjo existe porque existen cosas anaranjadas. Aristóteles afirmó que la realidad por excelencia, la verdadera realidad, son los individuos. A esa “verdadera realidad” le llamó sustancia, porque “sostiene” los atributos que serán expresados mediante conceptos generales. Así hay seres humanos concretos (Manuel, Paola, Sergio, Gabriela, etc.) y sólo a partir de ellos abstraemos conceptos más generales que están presentes en esas individualidades. Esas abstracciones podrían ser las especies (por ejemplo: “hombres”, “mujeres”, “seres humanos”, etc.) o los géneros (por ejemplo; “seres vivos”).
Los conceptos o ideas no eran para este filósofo cosas separadas e independientes de lo concreto y particular. Estaban en las cosas mismas, eran ingredientes de ellas que nos permitían conocerlas. Estas nociones generales eran identificadas, analizadas y clasificadas por el entendimiento, pero todo conocimiento partía de la experiencia, es decir, de lo que nos aportaban los sentidos y la sensación. Mediante un proceso de abstracción, nuestro entendimiento reconocía la unidad, la esencia, lo general y las relaciones que vinculan los fenómenos del mundo. Esa labor de nuestra razón se dedicaba a separar lo que era esencial, de aquellas propiedades de los objetos que eran accidentales. Esa “esencia” (o ousía) que estaba en cada cosa, objeto, ser o ente particular es lo que lo hacía ser lo que es. Era su identidad, su diferencia, su especificidad. Esa esencia le asignaba un lugar en el mundo, unas características, una finalidad, una independencia y una singularidad respecto de todo lo otro. Una silla podía ser vieja o nueva, fea o armoniosa, cómoda o incómoda, pero no sería propiamente una mesa o un clóset. Su esencia es su “silleidad”, es decir, lo que hace que las sillas sean sillas y no jirafas o tazas de té. Para Aristóteles la cosa era más o menos así: vemos el mundo con todas las particularidades diferentes que hay en él. Nuestra inteligencia se activa para encontrar en ellos lo común, las semejanzas, lo idéntico, lo que las relaciona. Eso es ordenado por distintas categorías, como la de sustancia (por ejemplo: “Manzanas”), cantidad (“tres”, “varias”, etc.) cualidad (“rojas”, “ácidas”, “pequeñas”, “venenosas”), lugar (“colgando del árbol”, “dentro de la frutera”), etc. Partiendo de la experiencia, entonces, alcanzamos lo conceptual.
Aristóteles ha bajado las Ideas de su cielo platónico al suelo de lo concreto. ¿Pero ha eliminado la distinción entre apariencias sensibles e ideas?
Si bien no creyó, como su maestro, en la existencia de un “mundo ideal”, Aristóteles colocó las ideas en el corazón de la misma realidad. En vez de hablar de “apariencia” e “Idea” habló de una realidad compuesta por “materia” (hyle) y “forma” (morphe). La esencia que está en la sustancia es ésta composición de materia más la forma. Por ejemplo: el barro es la “materia” de la “forma” ladrillo, el ladrillo es la “materia” de la “forma” casa. El ladrillo es la forma que adopta la materia que es el barro, y a su vez es el ladrillo es la materia con que se rellena la forma de la casa (según el diseño de un arquitecto, por ejemplo). Cada vez que veo una estatua, por ejemplo, estoy presenciando su materia (el mármol o el bronce de que está hecha) pero a la vez su forma (la figura de un hombre sosteniendo un arco). Comienza ese proceso de análisis con las informaciones de los sentidos que captan los colores, las texturas, los aromas, la temperatura, etc. Mi imaginación conserva la imagen de esas propiedades y formas. Al no tener a la estatua frente a mí, mi memoria logra guardar un recuerdo más vago y general de ella, que capta las diferencias más significativas. Finalmente mi entendimiento abstrae de ese contenido las características más generales y las ubica en conceptos. Eso que hemos captado y ordenado por medio de abstracciones es lo que corresponde a la forma de la estatua. Eso le da su ser y la diferencia de otras. Dicho de otra forma, por este proceso de abstracción hemos podido conocer su esencia. El conocimiento verdadero que podemos aspirar es, entonces, el que corresponde con los conceptos que reúnen, clasifican y organizan lo común de los individuos. Es decir la ciencia es una ciencia de lo general, de los conceptos y las esencias de las cosas. 
En todas las entidades existentes en el mundo la materia y la forma están mezcladas. La única excepción es lo divino que es pura forma (la versión aristotélica de la divinidad). Ese Dios es causa de que la materia en general pueda tener una forma. Esa causa primera no se mueve ni cambia, pues es suma perfección. Si al investigar a Dios los conceptos de perfección, inmutabilidad o reposo son los más importantes, en el caso de la naturaleza, serán los de cambio y movimiento. La mayoría de los que existimos no somos una nada absoluta, pues algo somos, pero tampoco somos una existencia plena, pues sino estaríamos en perfecto reposo. Por ejemplo: un recién nacido no es un ser humano en su plenitud, pues su cuerpo está aún en desarrollo, no puede moverse libremente, no habla ni puede expresar sus pensamientos por sí mismo, no puede relacionarse conscientemente ni actuar voluntariamente ante los otros, tampoco puede usar toda la potencia de su razón. Sin embargo ya es un ser humano pues posee una humanidad en potencia, que con su desarrollo poco a poco se va actualizando. Como no es un hombre – dios nunca será un hombre pleno en todos los aspectos de su vida. Pero muchas de sus posibilidades se realizarán efectivamente. A las posibilidades de ser que están en nosotros las llamo Aristóteles, potencias. A la realización de esas posibilidades, la denomino actos. El huevo es en potencia una gallina, la gallina es la realización de esa posibilidad. A su vez, la gallina es en potencia una ponedora, o, una cazuela. Si comió cazuela de ave al almuerzo, sabrá usted cual de esas posibilidades se convirtió en acto.   
Aristóteles pensó a la ciencia como un saber que nos muestra las causas tras un fenómeno. En la ciencia aristotélica la misión no es controlar o dominar la naturaleza sino observarla y contemplarla para entenderla. Mientras más universal y general sea la causa que hallemos, más científico es nuestro saber. Las causas se identifican preguntando ¿Por qué?. son las respuestas pertinentes a  esas preguntas. Las causas son los factores que influyen en el modo de ser de las cosas (tomen en cuenta que de la palabra causa salió la palabra cosa). Aristóteles indicó cuatro causas distintas. La causa material, o la que investiga acerca de la materia con  que está hecho o compuesto algo. La causa eficiente que investiga el agente que  produjo una cosa determinada, o cómo obtuvo ésta su forma. La causa formal que pregunta cuál es la forma o característica esencial de algo. Finalmente la causa final, inquiere sobre el propósito o finalidad con que está hecho el diseño de algo. Así la Esmeralda era pequeña y liviana porque estaba hecha de madera (causa material), tal como la hicieron los maestros astilleros (causa eficiente) con un determinado diseño para navegar y batallar (causa formal) y para cumplir un objetivo: ganar una batalla contra naves enemigas (causa final).
La idea de que todo lo que existe tiene un propósito o una finalidad que cumplir se conoce como teleología. Todos los seres vivos según esta idea evolucionan hasta alcanzar cierto desarrollo o estado de madurez. Así mismo, en la naturaleza todo está diseñado con una función, cada ser coopera para mantener el todo. Dios es ese motor que pone en movimiento la naturaleza, no creándola ni controlando sus cambios, sino como la máxima perfección a la que todo tiende, tal como el novio es movido por el atractivo de la mujer que él ama. Así Dios es la causa final, el propósito de todo lo que existe en cuanto naturalmente quiere alcanzar la perfección. Sin embargo este Dios, en su perfección máxima, no se preocupa por las desventuras o sufrimientos humanos, se mantiene siempre “fuera de este mundo” como pensamiento puro, impersonal y trascendente.     


[1] Para eso se requeriría, como dice el filósofo francés André Comte – Sponville, una inteligencia infinita o una ciencia absoluta. Dios cumple ese papel, él es esa mente máxima. Pero aunque creamos en su existencia, y confiemos ciegamente en él, no es imposible entender su inteligencia suprema.