Tal vez no estamos
conscientes siempre de eso, pero ante la cuestión del sentido de la vida
hallamos respuestas tanto individuales como colectivas. De hecho, las
respuestas colectivas, que están en la cultura de cada pueblo, siempre están allí, antes de nosotros, nos las
enseñan y las aprendemos de los padres, de los libros, de la escuela, de la
televisión, etc. Desde luego, esas respuestas pueden parecernos
insatisfactorias, y es ahí donde comienzan los problemas; desde ese momento nos
lanzamos a la búsqueda de un sentido de la vida propio, más personal. Sin
embargo, bien vale la pena conocer esas respuestas, las culturales, pues aún
podemos aprender de ellas.
Nuestra cultura pertenece a la civilización
occidental, y es como un gran río que se formó de otros ríos más antiguos:
por una parte el río del pensamiento
judío. Por otra, la corriente del pensamiento
mitológico y filosófico griego. Luego se sumaría la religión cristiana aportando más novedad a nuestra historia
cultural.
El pensamiento mitológico y griego
Sería inagotable enumerar las referencias a mitos griegos que
encontramos por todos lados en nuestra cultura. Los mitos griegos son
fascinantes porque en ellos encontramos un intento muy hermoso de retratar y
captar el sentido de la vida. Los mitos
son el comienzo de una larga travesía de autoconocimiento,
que luego continuarán los filósofos de la Grecia antigua y, luego, de todas las
épocas. Los mitos están protagonizados, por lo general, por los dioses griegos,
que son bastante parecidos al ser humano pero en una escala distinta. Sus
poderes son mucho mayores, y sobre todo no han de lidiar con nuestra mayor
amenaza: la muerte. Los dioses se
separan de los hombres y mujeres por su inmortalidad.
Tomados en conjunto, los mitos griegos son un intento por responder a la
cuestión sobre cuál es el sentido de la
vida y cómo llevar una buena vida.
Los mitos son historias donde se mezclan imágenes, poesía, cuentos populares,
religión y filosofía. Son relatos ficticios que tratan de transmitir el sentido
de vida que halló pueblo griego. Así mismo el carácter y vida de cada dios
pretendía mostrar una faceta del
comportamiento humano: la ira, la envidia, el amor, la virtud, la suerte,
la traición, etc.
Por mucho tiempo se trataron a los mitos como invenciones infantiles,
fundamentalmente falsas. Hoy, cada vez más, se reconoce en ellos un intento de hallar un orden y
racionalidad al mundo que rodea al hombre y a su propia existencia. Una
muestra de ello, es el relato que compusieron los griegos para explicar el origen del cosmos, que estaba
contenido en la obra de Hesiodo (siglo VII antes de Cristo) llamada “Teogonía”
Se nos dice en este relato que en los comienzos no había nada más que el
Caos, una abertura profunda y
tenebrosa donde no había nada. De este abismo salió Gea, la tierra, y de ella sale Urano,
el cielo, el rey del cosmos. Ambos crearán una primera generación de dioses:
los Titanes. Los Titanes eran fuerzas del caos: eran grotescos,
burdos, gigantes y desmesurados. Uno de esos titanes, Cronos, se rebelará contra su padre Urano y lo destronará. Además Cronos castrará a su padre para
evitar que engendrara más Titanes. Cronos
y Rea tienen hijos a su vez, pero,
como temiendo que sus propios hijos se
rebelasen contra él, Cronos se devora a cada uno de sus hijos, con excepción de
Zeus que es salvado por su madre.
Con ayuda de su prima Metis, Zeus prepara un laxante poderoso para que
Cronos “devuelva” a todos sus hermanos engullidos. Sus hermanos son los Olímpicos: Poseidón, Hestia, Hades, Hera y
Démeter. Los Olímpicos triunfan sobre los Titanes y logran imponer
un orden sobre las fuerzas del caos. Zeus se casa con Hera y tiene a su vez
otros hijos famosos: Hefaistos y Ares,
entre otros. Zeus, que no era muy fiel, engendra a Apolo y Artemisa de otros amoríos. Sin entrar en los otros detalles
que nacen con esta saga, lo que Zeus conquista es un orden para el cosmos, un propósito y
dirección para todo el universo. Zeus representa lo que llamamos racionalidad: él es responsable que todo tenga una razón de ser, un sentido, un
propósito, una meta, y una medida. La justicia
es la virtud de Zeus, él evita que los dioses y los hombres caigan en la
desmesura, en el arrebato, en la arbitrariedad. A diferencia de los brutos Titanes, Zeus tiene un plan para el mundo y
para cada cual.
Así los mitos nos heredarán una poderosa idea que luego será recogida
por la filosofía: el mundo no es un caos
irracional, sino un cosmos que tiene un sentido, un conjunto ordenado que en sí
mismo es lógico, justo, armonioso y hasta bello. El ser humano entonces
tendría su propio lugar dentro de este cosmos. Cada uno tendría su centro en el
mundo, su propio hogar, y gran parte de lo que nos pasaría en la vida tendría
que ver con perder ese centro y alejarnos de él. Cada ser que existe sobre la
Tierra tendría su lugar propio, su ámbito, su esencia, que sería “natural”. Una
vida sabia sería una vida ajustada al orden natural dentro del Todo. Todos,
dirían los antiguos griegos, buscamos nuestro lugar en el mundo, en eso
consiste la aventura de vivir. La
felicidad sería “estar en armonía con el mundo”.
Los griegos narran la historia de la humanidad en el mito de la Edad de Oro y las 5 razas. En un comienzo los seres
humanos estaban “en buena” con los dioses: no necesitaban trabajar pues tenían
todo lo necesario para vivir agradablemente. Tampoco conocían la enfermedad, la
vejez y la muerte, pues estaban resguardados de todos esos males. Finalmente,
los dioses les habían regalado una muerte placentera, similar a quedarse
dormido. Estos primeros hombres no desaparecieron del todo, pues se quedaron en
la Tierra como demonios buenos,
encargados de hacer el bien a quienes actuasen correctamente. Luego de la edad
de oro, comienza la edad de plata,
donde los hombres que existieron fueron malvados y pueriles. Luego la edad de bronce, poblada por humanos
terroríficos y sanguinarios. Luego vendría la
edad de los héroes, que eran guerreros, valientes y nobles y que
terminarían sus días jubilados en una Isla con todas las comodidades de la Edad
de Oro. Finalmente está la edad de los hombres, la edad de hierro. Esta fue la peor de todas las eras, porque los
seres humanos, sumidos en una vida sin freno, sin normas, sin límites, no
dejaban de sufrir desgracias.
¿Por qué los seres humanos cayeron en desgracia? Por culpa de Prometeo y Pandora. Prometeo engaño a Zeus con un banquete que preparó para
los dioses: la carne se las dio a los seres humanos y los huesos a él, todo muy
camuflado para que no se diera cuenta. Enfadado, Zeus quitó a los seres humanos
el fuego que les había regalado, con
el que cocían los alimentos y con el que crecían los alimentos, que desde ese
momento fueron ocultados, por Zeus, bajo tierra. Prometeo robó el fuego a Zeus
y se los devolvió a los hombres. Como castigo, Zeus creó una mujer irresistible
y astuta: Pandora, la primera mujer a la que le fabricó una caja que contenía
todos los males del mundo. Epimeteo
(el que actúa primero y piensa después), hermano de Prometeo, se enamoró
perdidamente de ella y abrió la caja que contenía todos los males y desgracias
concebibles por el hombre. De ahí que los seres humanos tengan que convivir,
durante su existencia, con una serie de sufrimientos desconocidos en la Era
Dorada. Desde entonces es que los seres humanos tienen que luchar por llevar
una buena vida. Prometeo, por su parte, fue condenado a ser encadenado al monte
del Cáucaso, para que las agilas le devoraran el hígado durante todo el día,
hasta que, al amanecer, su hígado se restaurase y volviese a ser devorado por
la aves, por los siglos de los siglos….
Platón, filósofo
griego del siglo V antes de Cristo, sostuvo una versión un poco distinta del
mito de Prometeo. Cuando los dioses deciden crear a los mortales (plantas,
animales y hombres) encargan a Epimeteo
que distribuya los dones entre todas la creaturas. A cada cual lo dotó de lo
necesario, haciendo un mundo perfecto y equilibrado. Sin embargo, olvidó al ser
humano, y no le entregó ninguno de los dones, que ya estaban repartidos todos.
Prometeo, entonces, decide robar el fuego y las artes de los talleres de los
dioses, y se los entrega a los hombres. Los hombres aprenden a crear cosas, tal
como los dioses. Esta osadía hizo que Zeus sospechara de Prometeo y sus amigos
mortales, que gracias a la artimaña de su benefactor, lograron adquirir la
capacidad de fabricar cosas, de nombrarlas por el lenguaje y de entender
racionalmente el mundo. Por eso, en castigo compensatorio, Zeus envió a Pandora
y su nefasta caja de males.
Cuentan los mitos griegos que Zeus, más tarde, habría decidido destruir
a los seres humanos, y refundar la humanidad partiendo de un hombre llamado Deucalión, hijo de Prometeo, y Pirra, mujer hija de Epimeteo y
Pandora. El asunto fue así: Zeus,
alertado de que los seres humanos habían adquirido costumbres horrendas,
inmorales y abominables, se transforma en un hombre y baja a la Tierra. Una vez
abajo, anuncia en el pueblo de Arcadia que un Dios ha bajado a la tierra. La
gente del lugar se pone a rezar, menos su rey que estalla en carcajadas, y,
secretamente manda a matar a Zeus – hombre. Este rey, Licaón, es descubierto
por el máximo dios, que destruye su palacio y lo convierte en lobo. Acto
seguido convoca a los demás dioses y les anuncia que destruirá a la humanidad,
con un diluvio. Algunos dioses se entusiasmaron con la idea, pero otros se
opusieron a que la humanidad desapareciese. Para resolver la cuestión, Zeus
resolvió salvar a dos humanos: Deucalión
y Pirra. Ambos se salvan construyendo un arca, que luego de nueve días de
incesante lluvia, llega al monte Parnaso, cuya cumbre estaba libre por expresa
voluntad de Zeus.
Llegados al monte son recibidos por unas Ninfas que les ordenan, por
medio de un acertijo, honrar a sus dioses vistiéndose con atuendos sacerdotales
y lanzar piedras por sobre sus hombros. Las piedras al mezclarse con el agua y
la tierra (¿barro?) formaron los primeros hombres y mujeres, de la nueva
humanidad.
El pensamiento religioso judaico.
La historia que le
da el sentido a la vida del pueblo judío es muy distinta de la de los griegos.
Primero, no fueron mitos que se contaron los hombres de generación en
generación, sino que ellos sostienen una historia revelada por el mismo Dios a sus profetas.
La religión judía es monoteísta,
cree en un solo Dios, un dios que es creador
de todo lo que hay y del ser humano, pero que no posee un nombre, ni rostro y por lo tanto no tolera ser representado
por estatuas o pinturas. Pero, pese a ser un Dios tan misterioso, es el
Padre de la humanidad y del pueblo judío. Tal como un Padre, Dios no se dedica
simplemente a mirar el juego y el sufrimiento de los hombres, sino que
establece una relación con ellos: hace
compromisos con los seres humanos, salva de la esclavitud a los judíos, hace
promesas, castiga severamente, etc. La palabra del padre, es sumamente
importante. Su palabra, junto con crear el cosmos, toma la forma de una ley:
los papás colocan normas, mandan, exigen respeto.
Como sabemos, Dios creó el mundo
desde las tinieblas. Lo primero que hizo fue hacer la luz, por ende, la Creación fue pensada para ser vista,
admirada. Luego creó a la naturaleza y los seres vivos. Finalmente al ser
humano, como la obra máxima de su creación. Ese ser humano fue creado a “su imagen y semejanza” lo que significa
que en cierta forma era similar a Dios. De Adán
se crea a la primera mujer, Eva, y
se la crea de la misma materia que el varón (de su misma carne). Durante esa
época, la tierra es un paraíso: no
se necesita trabajar, hay abundancia de alimentos por todos lados, no existe la
vergüenza ni la culpa. La única ley que tienen que obedecer Adán y Eva es no
comer del fruto del árbol de la ciencia,
aquél que da la conciencia de lo malo y lo bueno. El Mal encarnado en una
serpiente, seduce a la mujer quien desobedece esta regla. La consecuencia fue
la expulsión del paraíso, el tener
que ganar el pan con “el sudor de la frente”, el descubrimiento del sexo y la
vergüenza, entre otros males. Desde entonces los judíos saben que la existencia
humana siempre es incompleta, pues producto del pecado original, perdimos un estado de satisfacción plena (el
llamado “Paraíso perdido”), que sólo
recobraremos cuando nos reconciliemos con Dios, en la muerte y en el fin de los
tiempos.
Desde este punto inicial, comienza la historia para
los judíos. A diferencia de los griegos, que tenían una concepción cíclica del
tiempo (como también la tenían los hinduistas) los judíos veían el tiempo como una línea, con un punto de inicio, un desarrollo y un final.
Toda la historia humana, la del pueblo judío y la de cada individuo, estaba
entrelazada con la voluntad de Dios,
quien interviene en los episodios más conocidos de la historia bíblica. Otra
cosa no menos importante: los personajes claves de esta historia como Noé, Abraham, Jacob, Moisés, e incluso Jesús son personajes históricos, son las raíces más antiguas del
pueblo judío, y, en el fondo, de toda la humanidad. Por lo tanto, todos los seres humanos tendríamos el mismo
origen y seríamos hermanos. El sentido religioso de la vida de los judíos
nos habla siempre de la importancia de
la historia y de la familia. Eso se
muestra en sus celebraciones típicas que giran todas en torno a la mesa y a las
comidas (ejemplo: la Pascua, el candelabro de siete velas, etc.)
Una de las cosas que explica la religión judía es por qué se dejaron de
hacer sacrificios animales. Los
hijos de Adán y Eva escogieron actividades productivas distintas: Caín se dedicó a la agricultura y Abel al pastoreo. Dios le exigió
sacrificios a ambos: Abel ofreció las crías nuevas de sus ovejas mientras que
Caín los frutos de su cosecha. Dios prefirió los sacrificios animales de Abel,
y eso hizo que Caín enloqueciera de celos y matara a su hermano. Al preguntar
Dios por Abel, Caín dio su famosa respuesta: “¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?”. De aquí comienza una
serie de relatos donde las relaciones entre hermanos tendrán suma importancia.
Caín finalmente sería desterrado y fundaría las primeras ciudades humanas. Más
tarde, producto de la conducta pecadora, Dios decide destruir a la Humanidad
con un diluvio, salvando sólo a dos
miembros de cada especie, macho y hembra respectivamente. El objeto de esto era
reconstruir la creación bajo una nueva alianza. Noé es el encargado de rehacer la humanidad y salvar las especies
en su arca. Luego de días de torrencial lluvia, Noé pisa tierra firme y siente
olor a carne quemada. Dios reafirma la voluntad de que se le celebre con
sacrificios animales.
La historia de Abraham
es la historia del primer lazo o pacto
con el pueblo judío, el pueblo elegido. Abraham recibe una profecía de Dios
donde se le anuncia una numerosa descendencia, eso, a pesar de que él y su
mujer Sara eran muy mayores.
Milagrosamente nace Isaac el primero
de sus hijos. A cambio de la Tierra prometida por Dios, Abraham ofrece un
sacrificio especial: la circuncisión.
Sin embargo, Dios es exigente: lo coloca a prueba pidiéndole que sacrifique a
su hijo. Al estar a punto de matar a su único hijo, Dios cambia a un niño por
un carnero. Será una de las muchas pruebas de fe que exigirá Dios al pueblo
judío.
De la descendencia de Isaac y
Rebeca nacerán Esaú y Jacob. Esaú
cambia sus derechos de primer hijo por un plato de lentejas, y esto determinará
que los judíos se desarrollarán por la línea de Jacob. Tras una serie de
peripecias Jacob será rebautizado como Israel. Jacob tuvo dos esposas, Lía y Raquel. De la unión
con Raquel nació José, que
encendería los celos de sus numerosos medios hermanos, los hijos de Lía. Estos
venden a José a los egipcios. José tenía la habilidad de predecir el futuro e
interpretar los sueños, capacidad que impresiona al Faraón. Profetizó una gran
hambruna, y el Faraón se aprovisionó evitando el desastre. A cambio, José
solicitó que dejaran entrar a su familia y descendencia a Egipto. Desde ese
momento los judíos, los descendientes de José, comenzaron su paso y éxodo por
Egipto.
Los judíos poco a
poco se transformaron en parias, en huéspedes indeseables de los egipcios
quienes los convirtieron finalmente en sus esclavos. Y aquí entra Moisés. Preso de la xenofobia, el
Faraón manda a exterminar a todos los
niños, para evitar que la población de judíos creciera. La madre de Moisés lo
salva arrojándolo en una cesta al río. Una hija del Faraón lo rescatará y poco
a poco se convertirá en uno de los príncipes de Egipto. Un día, supervisando
las construcciones imperiales, ve a un capataz torturar y humillar a un esclavo
hebreo. Preso de una rabia incontenible da muerte al capataz y luego huye hacia
el desierto, para evitar el castigo. Exiliado, se casa y se dedica a ser
pastor. Un día, Dios se le aparece como una
zarza ardiente, le ordena salvar a su pueblo de la opresión egipcia y
llevarlos a la Tierra prometida de Canaán. Moisés le pregunta a Dios cuál es su
nombre y el responde con el enigmático: “Yo
soy el que soy”.
Para ayudarlo en su tarea, Dios
envió las siete plagas a Egipto, y
amenazó con matar a todos los primogénitos de los egipcios. Al mismo tiempo, Dios mandó a los judíos a
celebrar la Pascua, en conmemoración
de su liberación de Egipto. Preservar las tradiciones, el idioma
original, la importancia de los lazos sanguíneos y recordar el pasado son
elementos muy importantes en la cultura judía. El Faraón inició una
persecución de los judíos que llegó a las orillas del mar rojo. Dios abre las
aguas para los judíos y las cierra a los egipcios. Así demostró a los judíos, y
a los egipcios, que Dios está del lado de los oprimidos.
Moisés llega a los pies del Monte
Sinaí y todos observan como sube en medio de explosiones volcánicas y humo.
Arriba, Dios mismo le transmite los Diez
mandamientos que Moisés comunica a su pueblo. Luego de pasar un tiempo
arriba en la montaña, todos los judíos lo dan por desaparecido, y se olvidan de
los mandamientos. Arman un Dios de oro, un becerro, y comienzan una fiesta
pagana. Moisés se enfurece y se lanza contra los idolatras, iniciando una
venganza sangrienta. Sin embargo, luego Moisés intercede ante Dios para que los
perdone y le ruega una nueva alianza. Durante su furia, Moisés había roto las
primeras tablas de la ley, por lo que, cuando vuelve a subir al monte, Dios
rehace las tablas con su propia mano, y le ordena a Moisés expresamente que su
pueblo no desobedezca esta vez.
Como se ve, para los judíos la noción de ley es muy importante. Se trata de una ley divina, escrita por el mismo Dios, que es el padre de todos. La
ley viene acompañada del temor al castigo,
de la exigencia de respeto al Dios padre, de la obediencia debida, de la
conciencia de culpa y pecado que significa desobedecer los mandatos divinos.
Desde luego, la historia del pueblo judío, y de casi toda la humanidad, es un
relato de la rebeldía y la obediencia ante la ley del padre. Pero, por otro
lado, Dios promete y hace regalos, muestra amor y cuidado por sus creaturas. Se
preocupa por dar una Tierra al pueblo, le da el dominio sobre la naturaleza y
los animales, libera a sus hijos de la
opresión. Es un padre severo pero protector, el lugar del judío en la historia
y en la tierra viene definido por su relación con Dios.
El primer mandamiento dice “no adorarás Dioses ajenos”. Con esto Dios reafirma sus celos
respecto a su pueblo. Ser “el pueblo elegido” no es tanto un privilegio como
una serie de obligaciones y pruebas de fe. La primera de ellas es, entonces, la
de amar a Dios solamente y a ningún otro dios. Los primeros mandamientos
regulan la relación del hombre con Dios, los siguientes mandamientos, del sexto
al décimo, regulan las relaciones entre los seres humanos entre sí. Entre ellas: no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio en contra de otro, no
codiciarás la casa ni la mujer del prójimo, etc. Todo judío sabe que su vida de
ordena en el cumplimiento de esta Ley de Dios. Sin embargo, la historia humana
se sigue desarrollando, a la hasta la llegada de un nuevo líder para la
Humanidad, aquel que será llamado “Mesías”
que nos encaminará en los últimos tiempos. Mientras que los cristianos
reconocen en Jesús a su Mesías, que además es el hijo de Dios, los judíos aun
esperan su llegada.
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