viernes, 2 de diciembre de 2011

CSV - TERCEROS MEDIOS - FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA - MATERIALES DE ESTUDIO - GUÍA DE SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD - IDENTIDAD SEXUAL Y LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

INTRODUCCIÓN.
Hablar hoy de sexualidad no es lo mismo que antes, porque muchas de las trabas y restricciones morales, religiosas o políticas que impedían hablar sobre el tema se han ido disolviendo. Hoy cualquiera puede decir que habla sobre sexualidad, pero la verdad es que ésta aparente libertad no significa un conocimiento más profundo sobre el tema.
Pero, ¿La sexualidad es simplemente para pensarla o gozarla? Aquí la alternativa es falsa: no hay puro e inconsciente goce en la sexualidad humana pues todo en ella tiene incorporado una intención, un deseo, un significado del que nos damos cuenta, aunque no lo entendamos del todo, y por eso mismo, desate en nosotros la curiosidad y el anhelo de comprensión. Desde luego, al ser la sexualidad una parte intrínseca de nuestra vida no podemos reemplazar el vivirla a plenitud con simplemente tener un adecuado conocimiento de ella.  Parece natural desear experimentarla y comprenderla en su valor, ese valor que llega a estremecer nuestras vidas.

Se puede definir la sexualidad como todo lo concerniente al sexo y especialmente a los placeres que en él se encuentran o se buscan en él. El cuanto seres sexuales, pertenecemos a la naturaleza específicamente a la sexualidad de la especie humana. Es una función que nos divide en machos y hembras, a partir de la conformación de nuestros cuerpos, de los órganos genitales que poseemos y del tipo de vivencia que tenemos de esos aspectos de nuestro ser. En el nivel de la especie, el sexo tiene como función preservar la especie, en el nivel biológico e individual reproducirnos y continuar nuestra herencia genética en los hijos.

Éste es el primer aspecto de la experiencia sexual: ella tiene indudablemente raíces biológicas. Sin embargo, ello se complementa con el elemento psicológico: consiste en una serie de vivencias subjetivas donde podremos identificar el placer, el deseo y las fantasías. Además estas vivencias van formando los factores de nuestra identidad personal. Finalmente, hay que considerar los factores sociales y culturales que son el contexto que le va a dar un significado y un sentido a nuestras experiencias sexuales.   

LAS RAICES BIOLÓGICAS DE LA SEXUALIDAD.
Al ser nosotros mamíferos superiores (como los primates) los dos factores que más pesan en nuestro desarrollo sexual son los factores biológicos y la interacción entre la cría humana y los adultos que la cuidan en sus primeros años. Los factores que determinan la sexualidad son cromosómicos, gonadales, hormonales y genitales. A nivel cromosómico nuestro sexo viene determinado por el par nº 23 de cromosomas (que son 46 organizados en pares) donde las mujeres tienen dos cromosomas X y los hombres un cromosoma X y otro Y. Las gónadas (o glándulas sexuales) se comienzan a desarrollar en la sexta semana de gestación y se diferencian a partir de la octava semana. Hormonalmente, el aumento de testosterona más la inhibición de los conductos de Müller (en cuyo desarrollo normal pasan a formar las trompas y la matriz en la mujer) formarán los caracteres masculinos. Los caracteres primarios femeninos serán producidos por un defecto de testosterona. En el tercer trimestre de gestación el cerebro ya tendrá su diferenciación masculino – femenino. El paso más avanzado de este desarrollo lo constituirán los caracteres sexuales secundarios: distribución de la grasa corporal, distribución del pelo, cambio de voz, desarrollo de los senos (mujer), crecimiento significativo de los genitales, menstruación (mujer), etc. Dichos cambios en la pubertad son estimulados desde el sistema nervioso central a través de los andrógenos o estrógenos circulantes en la sangre.

DIFERENCIAS ENTRE LA CONDUCTA SEXUAL  DE OTROS MAMIFEROS SUPERIORES Y LA DEL HOMO SAPIENS.
En el caso del ser humano disminuye la influencia de los niveles hormonales sobre el deseo y la conducta sexual. Para el caso de las mujeres, por ejemplo, los factores psicosociales pesan mucho más que la influencia hormonal. En cambio, en los mamíferos inferiores y los primates el interés sexual es fuertemente controlado por hormonas, aunque en éstos últimos hay modificaciones que provienen del ambiente.
Comparándonos con otros mamíferos superiores, los chimpancés se distribuyen en igual número de machos y hembras. Los machos viven en una constante competencia por las hembras en periodo de fertilidad, ellos toman la iniciativa pero para ellas el acto es rutinario y no les llama mayormente la atención.  Para el caso de los gorilas, existe un macho dominante que tiene un harem de hembras a las cuales proteger de los otros machos que intentan aparearse. La conducta monógama en los animales parece motivada por la defensa y cuidado de las crías en ambientes hostiles.

LOS FACTORES PSICOLÓGICOS: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SEXUAL.
Definiremos la identidad como una cualidad o conjunto de cualidades con los que una persona o grupo se identifica. La identidad es un proceso biológico y genético, emocional y afectivo, intelectual y cognitivo, interpersonal y grupal, sexual y sentimental, lingüístico y cultural, moral y espiritual. En cuanto es personal el primer polo es el self o el sí mismo, pero éste se construye con los juicios y evaluaciones que los Otros hacen de la imagen que proyectamos del sí mismo. Así internalizamos sus juicios y generamos en los demás expectativas de comportamiento. Así la identidad es un proceso a la vez individual y social.

La identidad tiene aspectos claramente subjetivos ya que se relaciona con la perspectiva de cada uno, con lo que consideramos nuestras características personales, las que son transformables en relación al proyecto de vida y de persona que escogemos. En el transcurso de nuestra vida desarrollamos una serie de disposiciones a partir de nuestras acciones, las que formarán parte de nuestra identidad. Por ejemplo, disposiciones técnicas como tocar la guitarra o andar en skate, pertenencias colectivas, como ser emo, skinhead, católico, colocolino etc. desempeño de papeles sociales, hijo, consumidor, estudiante, etc. y finalmente, el carácter, que incluye nuestras virtudes (honestidad, humildad, coraje, etc.) y los vicios (imprudencia, avaricia, cobardía, etc.). Desde luego, la estimación de cada una de estas disposiciones varía según el contexto sociocultural.

La identidad se construye a partir de elementos materiales. El más básico es nuestro cuerpo, considerado tanto como un sistema de órganos y equilibrios fisiológicos, o considerado como cuerpo vivido: el cuerpo como centro de nuestras sensaciones, de nuestras emociones, de nuestra posición en el mundo y la sociedad. Otros elementos materiales son objetos o utensilios que ocupamos.

Las categorías sociales son “etiquetas” con las cuales nombramos y  hacemos un esquema o mapa mental de nuestro entorno social. Estas categorías pueden referirse a la nacionalidad, el género, la religión, la edad, la etnia, condición socioeconómica, etc.

IDENTIDAD, CONDUCTA NORMAL Y PSICOPATOLOGÍAS.
La identidad se da en la relación entre individuo y ambiente, que forman un mismo campo. Si la inserción del individuo en su ambiente (o su adaptación) es exitosa, hablamos de  normalidad en la conducta. En cambio si genera conflicto y dolor, a si mismo u otros hablamos de anormalidad. Una personalidad integrada sabe retirarse del ambiente, no ser manipulado o absorbido por él, tanto como sabe contactarse con los otros de manera no patológica (o anormal).
El concepto de normalidad: significa “dar cumplimiento a una norma”. Un primer tipo de normalidad son el cumplimiento de las normas ideales donde existe un modelo de conducta que es valorado y al que se desea tender. Para Freud este siempre es un ideal ficticio, difícilmente se cumple a cabalidad en alguien. Puede ser imposible de alcanzar. Un segundo tipo es la norma estadística: es un criterio cuantitativo es decir lo que la mayoría hace es la norma. Los extremos constituyen lo patológico: la anormalidad o la desviación. No necesariamente lo frecuente es normal (por ejemplo un resfriado es frecuente pero no normal).

Estos criterios dependen de la época y la cultura.  El filósofo e historiador contemporáneo MICHEL FOUCAULT, insistió en que las ciencias que estudian al hombre, etiquetan a la gente en normal y anormal. Se han definido distintas formas de anormalidad: locura, criminalidad, enfermedad y sexualidad pervertida. Lo normal marca la pauta y sirve para establecer relaciones de poder en la sociedad

Cada sociedad y cultura entiende cosas distintas por normalidad, pero algunas características comunes de la normalidad son: ausencia de enfermedad mental, ajuste de la conducta a las normas sociales, satisfacción eficiente tanto de las necesidades como de las expectativas personales y las exigencias sociales, capacidad de tener una imagen realista de uno mismo con independencia del juicio externo, correcta percepción de la realidad.  
La idea de anormalidad de la conducta la relacionamos con lo que antes se denominaban “enfermedades mentales” y que hoy se llaman “trastornos mentales”. Hay trastornos que tienen causas biológicas, pero además se distingue la neurosis y la psicosis. La neurosis sólo afecta a un parte de la realidad y la persona es consciente de ella (ejemplos: obsesiones, fobias, ansiedad). La psicosis afecta a la totalidad de la personalidad y la persona no es consciente de ella (esquizofrenia).

IDENTIDAD SEXUAL: GENÉRICA NUCLEAR Y DE ROL GENÉRICO.
La identidad sexual se refiere en primer lugar a la cuestión del género. El sexo son las capacidades reproductivas de los seres humanos determinadas biológicamente. El género son el conjunto de actitudes personales, relaciones interpersonales y pautas de conducta que están fijadas por la sociedad y la cultura.
Respecto a la identidad sexual podemos diferenciar entre: la identidad genérica nuclear que es la sensación que tiene un individuo de ser varón o mujer y la identidad de rol genérico, pautas o patrones de comportamiento sociales que identificamos como masculinos o femeninos.

Para el caso de los seres humanos ambas están determinadas por la interacción entre la cría humana y los adultos que la cuidan en sus primeros años. Es decir la identidad sexual esta determinada por el género que le asignan los cuidadores de la cría en sus primeros años de vida.

La identidad de rol genérico son como ya enunciamos, las particulares actitudes psicológicas y conductas interpersonales de lo masculino y lo femenino. Aquí se incluyen pautas de interacción social que son nuestra conducta pública, ante otras personas no necesariamente parejas sexuales. Por otro lado están las pautas de interacción sexual que son las conductas que sostenemos ante nuestras parejas sexuales.

Mucho se habla sobre las diferencias entre hombres y mujeres. Las únicas diferencias de rol confirmadas son que las mujeres manifiestan mayor habilidad verbal que los varones, y que éstos, por otro lado, son más eficientes en tareas espaciales así como manifiestan conductas mas agresivas.

LA ORIENTACIÓN SEXUAL: EL OBJETO SEXUAL DOMINANTE. 
La orientación sexual designa el tipo de preferencia que tiene una persona en cuanto al objeto sexual dominante en su vida. El objeto sexual es aquello que atrae su interés y deseo y que puede ser heterosexual u homosexual.
También la identidad sexual incluye la selección del tipo de relación sexual preferencial: superficial (juego erótico), con/sin coito, exclusiva, abierta, grupal, comprometida, ocasional etc. Así mismo se le asigna importancia a las partes eróticas de la anatomía humana: pechos, nalgas, hombros, espalda, manos, cuello, rostro, ojos, piernas, brazos, labios, pelo, etc.

Finalmente en el desarrollo de la identidad sexual encontramos las llamadas perversiones o parafilias que son patrones de comportamiento donde el placer sexual se halla en actividades y objetos inusuales u anormales.
En la elección del objeto sexual dominante esta bastante clara la influencia de la sexualidad infantil la cual fue estudiada por primera vez por Sigmund Freud a comienzos del siglo XX. La sexualidad infantil antes era considerada un tabú o tema prohibido. A partir de esas y otras investigaciones, hoy se sabe que en ella confluyen factores ambientales durante la infancia como la interacción con los adultos cuidadores, la clase socioeconómica y los elementos culturales y valóricos.

En este desarrollo infantil se pueden observar diferencias entre niños y niñas. Por una parte, los niños tienden a tener un retraso para comprender la manera en que funcionan sus genitales. Las niñas tienden a ignorar el hecho de que tienen genitales, omitiendo lo que ocurre en su vagina y clítoris.
Los cuidadores adultos, que pueden ser los padres, transmiten en parte sus experiencias pasadas a sus hijos, en la manera de interpretar lo sexual, destacando, suprimiendo o generando miedos (ansiedades) en el infante. El infante o el niño pequeño se identifica con el progenitor de su mismo género y esto influye en la identidad genérica nuclear. La interacción con el progenitor del otro sexo, va a incidir en la formación del interés sexual, por lo tanto en la elección del objeto sexual dominante.

EL DESARROLLO PSICOSEXUAL. LA TEORIZACIÓN DE SIGMUND FREUD.
SIGMUND FREUD fue uno de los intelectuales que más ha influido en nuestra manera de pensar la sexualidad. De formación médica, Freud  siempre pensó que detrás de cada pensamiento, deseo o fantasía había una necesidad biológica no satisfecha que en la mente de la persona se manifestaba como una tensión. De ahí el nombre de su teoría psico (mente) dinámica (que se mueve). Para Freud nuestra mente esta en constante tensión y lucha. Por ejemplo, la necesidad biológica de alimento de un recién nacido se expresa como un deseo de que la madre lo alimente. Al succionar el pecho, satisface su necesidad de alimento y eso le produce placer. Pero, aunque nuestros deseos y anhelos profundos nacen de lo biológico pronto lo psíquico se independiza: el bebé busca el placer de ser amantado con independencia del hambre que tenga.

Ese movimiento de la mente, sus tensiones, es expresión de la energía vital que tenemos y que Freud denominó libido. La libido nos permite sobrevivir, nos motiva a vivir. El deprimido crónico, aquél que no es capaz ni de levantarse de la cama tendría una bajísima libido. Aquél que es capaz de amar, sufrir, trabajar y ser feliz tendría una importante cuota de libido.

FREUD rechazó la idea de que nosotros seamos concientes y racionales en nuestra conducta siempre. De hecho, mucho de lo que ocurre es inconsciente, en el sentido de que no comprendemos su sentido o sus causas. Las ansiedades acumuladas desde la niñez, muchas de ellas inconcientes, tendrán un efecto que perdurará en nuestra vida sexual adulta.

Esta tensión de la mente esta marcada, en primer lugar, por lo que se denominó el principio del placer – dolor. La vida consiste siempre en conseguir lo que se desea y evitar el dolor o sufrimiento. Esto choca, a su vez, con el principio de realidad que toma en cuenta la realidad exterior y nos obliga a adaptarnos. El primer principio es una exigencia de tener el máximo de placer, inmediatamente, siempre si fuera posible y siempre gozándolo una vez más. Por otro lado, el principio de realidad nos limita a tener sólo un poco de ese placer, a posponerlo e incluso a negarlo. Para Freud los recién nacidos son exigentes y aprenden dolorosamente que es imposible satisfacer todas sus necesidades y deseos de manera inmediata. Si no fuera por esta importante decepción no despertarían en el ser humano las funciones mentales de la atención, la memoria, el juicio, la inteligencia o el desarrollo del cuerpo. Dicho más simple aún, el que sufre tiene que esforzarse y desarrollar sus talentos para lograr lo que quiere, por ende, madura.
El principio de realidad gobierna cuando estamos lúcidos. Pero al perder control conciente, a parece el principio del placer. Por ello nuestros deseos más profundos aparecerán en el sueño, en las fantasías, en los actos fallidos (ese nombre que siempre se nos olvida, esa palabra que siempre confundimos con otra…).
El principio del placer es la base de la sexualidad infantil, que es considerada como un tipo de satisfacción erótica, es decir, el bebé se complace en un contacto estrecho y placentero con los adultos que lo cuidan. Luego aprenderá que su propio cuerpo es una fuente de placer.

EL ELLO, EL YO Y EL SUPERYO.
Sobre estas ideas, Freud imaginó la mente como dividida en tres estructuras que luchan entre sí. La más primitiva se denomina ELLO, y se identifica plenamente con el principio del placer – dolor. Hasta los dos años, el ELLO, busca incesantemente el alimento, la bebida, el calor y la comodidad y evita lo desagradable. Aquí todos somos egoístas puros, y buscamos la inmediata satisfacción de lo que queremos.
A medida que crecemos aparece el YO. El YO encarna el principio de realidad. A partir de los dos años, el YO nos obliga a ser realistas, a aceptar nuestras frustraciones y a ser racionales en nuestras exigencias. Sólo si le hacemos caso podremos sobrevivir y madurar nuestra personalidad.

El YO se apoya en otra instancia llamada SUPERYO. El SUPERYO encarna esa moral básica que todos tenemos. Esta moral hace que ciertas cosas nos resulten admirables y otras nos repugnen. No es una moral racional, estructurada por argumentos sobre lo correcto y lo incorrecto. Son más bien aquellas exigencias que internalizamos desde nuestros cuidadores cuando éramos pequeños (desde los tres años aproximadamente) y que marcan nuestra identidad como ideales a seguir, como actitudes de aceptación y rechazo, como normas básicas que no cuestionamos. De hecho el sentimiento de culpabilidad y vergüenza tienen su base en esta instancia que funciona con el principio de represión. Por esto el SUPERYO no es algo consciente para nosotros, es profundo.

LAS ETAPAS DEL DESARROLLO PSICOSEXUAL.
La sexualidad del adulto se va desarrollando desde el nacimiento, y atraviesa distintas etapas. Cada una de estas etapas está marcada por la fuente básica desde la que obtenemos placer, y esa fuente se denomina “zona erógena”. Este desarrollo parte de la boca y termina, cuando no ha sufrido obstrucciones u alteraciones anormales, en la sexualidad heterosexual. En cambio, si es frustrado su desarrollo, aparecerán en el adulto rechazos, manifestado como cuadros neuróticos, o fijaciones, que se manifestarán como parafilias (antes llamadas perversiones).
La primera etapa es clave: se le llama la etapa oral. Ella marca la seguridad básica del individuo ante la vida, su “amor a la vida” como dice Erich Fromm. Esta seguridad está relacionada con las experiencias placenteras de ser alimentado y cuidado por adultos. Por ello se localiza en la boca, en los labios, en el acto de morder y chupar cosas. Los recién nacidos son capaces de buscar ese placer con independencia de su necesidad de alimento. El pecho materno significa para el infante no sólo la fuente de alimento sino el apego al bienestar que produce el apego con otros seres humanos. En un principio el bebé considera el pecho materno como parte de sí mismo, y más tarde se transforma en el primer objeto de deseo que nos puede traer placer/hacer sufrir (una psicóloga llamada Melanie Klein hablaba de “pecho malo” y “pecho bueno”). Esto se muestra, también en el apego al chupete, ya que pese a que no alimenta, reduce la ansiedad por ser atendido por los adultos. Si ésta etapa se desarrolla normalmente, la persona llega ser confiada y optimista ante la vida. Si escasea la estimulación, la persona adulta mostrará un carácter pesimista, cínico, agresivo o desconfiado (fijación oral). Aquellos que fuman, beben en exceso, que comen ansiosamente, o que hablan demasiado estarían fijados a esta etapa.

La segunda fase se denomina etapa anal. Representa el logro que adquirimos al controlar nuestro cuerpo, la independencia que logramos al controlar lo que expulsamos, entregamos o retenemos de nuestro cuerpo. Este primera experiencia se adquiere al expulsar las heces o retenerlas. “Aprender a ir al baño” representa una conquista para el humano pequeño. Esta conquista se reflejará en una personalidad que tiene una cuota de dominio de sí mismo, y que es capaz de entregar a otros, una condición básica para trabajar y amar. Si ocurre que nos resistimos a expulsar, la personalidad llamada “retentivo anal”, seremos tipos codiciosos, avaros, egoístas. En cambio si no tenemos control sobre lo que expulsamos hacia fuera, nuestra personalidad será “expulsiva anal”: una persona descuidada, impuntual, destructiva incluso de las relaciones personales (“sin filtro”). Quien regule mucho su actividad de evacuar, podrá desarrollar una personalidad obsesiva y puntual en extremo.

La tercera fase se conoce como fase fálica. El placer se concentra en los genitales y en la excitación sexual. Aquí están los comienzos de la masturbación, ya que los niños aprenden a tocar su cuerpo, a reconocerlo y les llama la atención las diferencias entre los cuerpos de varones y mujeres. Durante esta etapa, ocurre un proceso que le llamo mucho la atención a Freud: el complejo de Edipo.

EL COMPLEJO DE EDIPO.
Todos los niños desean casarse con su madre y matar a su padre. Esta fantasía no puede cumplirse, pues implicaría destruir la base de la sociedad, del orden social. Por ello, al reprimir este deseo, el niño termina socializándose, se convierte en uno más del orden social y puede entonces sentar las bases para madurar. Desde luego es un amor hacia la madre idealizado, pero terminará transformándose en la identificación  del niño con el rol masculino y la imagen paterna, y proyectando ese interés en otras mujeres. Por ello quizás se dice que los hombres buscan inconscientemente en sus novias ciertos rasgos maternales.

El complejo de Edipo parte con el fuerte deseo que siente el niño por la madre. A veces incluso este deseo se proyecta en una mujer mayor (¡quien no se ha enamorado de una profesora cuando pequeño!). El niño pequeño se da cuenta de la imposibilidad de esta relación producto del vinculo de la madre con el padre (se acuestan juntos, se besan, se abrazan, etc.). Al sentirse excluido desea desplazar al padre; se mete en la cama con ellos, les hace berrinches cuando están juntos, se abraza fuerte a la madre y aleja al padre a manotazos, etc. Sin embargo sabe que esto está mal y no le conviene, pues el padre es más fuerte y lo puede castigar (para Freud el peor temor que tiene el niño varón es que el padre lo castre, fenómeno que bautizó como “complejo de castración”). Finalmente descubre que la madre admira la identidad masculina y el rol del padre. Por ello se identifica con el padre y el rol masculino, así se siente un hijo varón amado por su madre, y proyectará ese amor recibido por la madre en el interés sexual heterosexual.

La relación con la madre siempre parece ser central. El niño varón se identifica con ciertas emociones, conductas y roles que la madre le transmite. A su vez desde ahí proyecta en su conducta eso que ha recibido. Si el niño pequeño se identifica con el amor que su madre le entrega, tendrá una identidad de varón heterosexual (un hombre amado por mujeres). En cambio si se identifica con las conductas femeninas maternales puede que desarrolle tendencias hacia la homosexualidad. Al proyectar el amor recibido por la madre, el niño varón desarrollará interés sexual por otras mujeres. Al proyectar el rol de la madre en su conducta desarrollará un posible interés sexual homosexual.
Se le ha criticado mucho a Freud un cierto machismo y excesiva atención en el órgano sexual masculino. En su idea del complejo de castración, las niñas se dan cuenta que no tienen pene como los varones, y piensan que se lo han cortado. Como es frecuente, deseamos lo que no tenemos, y por ende la niña se acerca al padre, que será su objeto amado, una suerte de complejo de Edipo pero en las mujeres (también llamado complejo de Electra). Al igual que en el primer complejo, la niña termina identificándose con  la madre y los roles femeninos, será la princesa de la casa, la niña preferida de papá, jugará a las tasitas y a ordenar la casa de muñecas.

El papel de la madre también es central. De hecho, algunos seguidores de Freud piensan que las conductas lésbicas tienen su origen en la identificación de la hija con el amor por la madre, que produce un deseo de desplazar al padre y por consiguiente, las tendencias lésbicas en la adultez. Si la hija se identifica con el rol de la madre, se verá así misma como una mujer heterosexual y proyectará esa identidad en el interés sexual por varones.
Cualquier lector atento observará que los modelos de masculino – femenino no pueden analizarse sin referirse al tipo de sociedad y cultura de la que estamos hablando. En este caso se le critica a Freud que su análisis está muy ligado a la represión sexual que había en la sociedad burguesa del siglo XIX y comienzos del XX, la así llamada “época victoriana”.

LATENCIA Y ETAPA GENITAL.
Las dos últimas etapas del desarrollo psicosexual se denominan latencia y etapa genital.
Al comienzo de la vida escolar de los infantes, la sexualidad parece desaparecer aparentemente hasta los comienzos de la pubertad. Todas las energías durante los 6 años hasta los 11 se concentran en actividades sociales, en aprendizajes básicos para formar parte de grupos y de la sociedad. De hecho se puede observar que los grupos de varones y de mujeres tienden a estar separados y a ignorarse, hasta la llegada de la pubertad que va a encender la curiosidad mutua y el deseo de ser visto por el otro. De ahí que los adolescentes sean tan preocupados por la imagen y el físico.
Finalmente se alcanza en la pubertad la etapa genital con la que, para Freud, culmina el desarrollo sexual lo que implica la superación del complejo de Edipo. Su desarrollo normal apunta hacia la heterosexualidad, ya que Freud siempre considero la homosexualidad como una desviación y una forma patológica de sexualidad. Hoy en cambio a partir de las luchas de los homosexuales por sus “derechos sexuales”, la homosexualidad ha dejado de considerarse como enfermedad o patología mental por muchos psiquiatras, médicos y profesionales alrededor del mundo.  La consideración de la homosexualidad varía, desde luego según los debates éticos que se dan al interior de cada sociedad, encontrando países muy liberales respecto a esta materia, y otros extremadamente conservadores.



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