viernes, 8 de abril de 2011

TERCERO MEDIO CSV - PRIMERA PRUEBA DE CONTENIDOS - RECURSOS: TEXTOS.

TEXTO 2: SOBRE EL SER HUMANO, SU PUESTO EN EL COSMOS, SU NATURALEZA.
AUTOR: KARL JASPERS.
LIBRO: INICIACIÓN AL MÉTODO FILOSÓFICO.
EDITORIAL: AUSTRAL


“Universo y materia impulsan nuestro saber acerca del cosmos hacia infinitos: como universo,

hacia lo infinitamente mayor; como materia hacia lo que siempre se vuelve a escindir en algo menor. Más ambos extremos no constituyen el universo. El universo abarca en él a nuestra Tierra, una mota de polvo perdida en el universo, y en la que transcurre nuestra existencia. Este es nuestro mundo con la vida de animales y plantas, con sus regiones y climas, y con el cielo estrellado que la envuelve; es el mundo que habitamos los seres humanos. Y el universo,- tan grande que todo éste, nuestro mundo, comparado con él, es como nada – para nuestro saber es tan sólo un enorme desierto en el que tienen lugar los movimientos de la materia inanimada.
(…) como seres vivientes, formados a partir de la materia, pertenecemos a la naturaleza, como una de las especies animales. En segundo lugar, como seres que obran, que piensan y que crean, pertenecemos a la historia, que es producida por nosotros, al mismo tiempo que estamos entregados a ella. Después de que, según parece, mediante la naturaleza y mediante la historia hemos llegados a ser lo que ahora somos, al mismo tiempo es como si viniésemos de fuera de la naturaleza y de la historia, y solamente allí tuviésemos nuestro origen y nuestro destino o fin.
Ese modo de ser, propio del hombre, no puede compararse con ningún otro. Esto ha sido expresado de muchas maneras, aparentemente de un modo desmesurado y extraño. Por ejemplo, se ha dicho que el hombre es en cierto modo todas las cosas: el alma es todas las cosas, decía Aristóteles. El hombre no es ni animal ni ángel, decía un pensador medieval, mas, estando entre ambos, participa de los dos: del modo de ser del animal y del modo de ser del ángel. Como centro de la creación, se distingue no sólo de los animales, sino también de los ángeles; sólo él es imagen de Dios. Schelling decía que el hombre tiene, profundamente oculto en él, un “conocimiento de la creación”, pues el hombre presenció su origen.
De dondequiera que vengamos, aquí estamos. Nos hallamos en el mundo junto a otros hombres.
La naturaleza es muda; aun cuando con sus formas, con sus paisajes, con sus furiosas tormentas, sus erupciones volcánicas, sus apacibles vientos y su silencio, parezca ser expresión de algo, no da, sin embargo, ninguna respuesta. Los animales reaccionan a estímulos con sentido, pero tampoco hablan. El hombre es el único ser que habla. Únicamente entre los hombres existe comprensión que continúa alternándose en el discurso y la respuesta. Sólo en los hombres se da la conciencia de sí mismo, en el pensamiento.
La naturaleza del hombre quedaría definida diciendo que es el ser viviente dotado de la palabra y del pensamiento; el ser viviente que, mediante su obrar, crea su comunidad, como la ciudad – polis -, sometida a leyes; y es también el ser que produce utensilios (homo faber), que trabaja con ellos (homo laborans) y que, mediante su economía en común, procura proveerse de lo necesario para su existencia (homo oeconómicus).
Cada una de esas definiciones descubre algo característico. Pero les falta lo decisivo: el hombre no puede concebirse como un ser definitivo, que siempre se repita de acuerdo con esas formas de su ser, sino que la naturaleza del hombre está sujeta a mudanza: el hombre no puede seguir siendo como es. Se halla en perpetuo cambio de su estado social. No es como los animales, un ser que se repite de generación en generación conservado su forma. Supera el estado en que se halla. En cada caso nace bajo nuevas condiciones. Todo recién nacido, además de estar vinculado a una trayectoria preestablecida, es también un nuevo comienzo. Según Nietzsche, el hombre es el “animal nunca identificado”. El animal no hace sino repetir lo que ya era, sin poder progresar. En cambio, el hombre por su naturaleza, no puede ser como ya ha sido. Puede llegar a callejones sin salida, a degeneraciones, a inversiones, y también a la alienación de sí mismo. Necesita ser auxiliado y liberado, necesita llegar a sí mismo.”


TEXTO 3: LA RELACIÓN ANTROPO – BIO – CENTRICA.
AUTOR: EDGAR MORIN
LIBRO: Fragmentos de un Artículo aparecido en Gazeta de Antropología Nº 11, 1995 Texto 11-01


La puesta en evidencia de la dispersión de las galaxias (1930) y luego el descubrimiento de una radiación fósil proveniente de todos los horizontes del Universo (1965), han impuesto, en la mayoría de los astrónomos, la idea de un momento inicial, de naturaleza explosiva, llamado big bang, a partir del cual se habrían formado las partículas, cuyos encuentros habían formado los núcleos y después los átomos, y cuyas agregaciones habían engendrado las galaxias y los astros. La conjunción de las observaciones astronómicas y de las teorías microfísicas ha permitido dar una visión coherente de la génesis, la organización y el devenir de este nuevo universo. Pero, para esto fue necesario (lo es siempre) aceptar la idea absurda, a la que sin embargo hemos sido racionalmente conducidos, del nacimiento del espacio, del tiempo, de la materia a partir del no-espacio, del no-tiempo, de la no-materia.
Este nuevo Cosmos funda, pues, su racionalidad sobre un absurdo. Mejor aún, se ha formado en el desorden y se ha organizado en una desintegración generalizada. Todo se constituye, hemos dicho, en el desorden, la turbulencia, la agitación, es decir, también en la dispersión, el despilfarro, la pérdida, la destrucción. Además, el segundo principio de la termodinámica parecía indicar, para los que estaban prisioneros de su concepción, que la tendencia irreversible del universo físico era la degradación y la desorganización. Según lo indicado, es desintegrándose como se organiza el cosmos, y es en la carrera hacia la dispersión (que no sabemos aún si es irreversible) como se autogenera la complejidad. De hecho, la organización de los astros-soles no sólo es de extrema complejidad, sino que además engendra complejidad química al producir en su seno átomos como los del carbono, constituyente indispensable de nuestras vidas. Más allá de los átomos se constituyen las moléculas, después las macromoléculas gigantes y luego, finalmente, al menos sobre un pequeño planeta de un astro de aledaños, esta formidable organización de millones de macromoléculas que constituye la célula viva, de la que surgirán todas las complejidades vegetales y animales... Pero esta complejidad es minoritaria. Los Astros, al parecer, no representan más que una parte muy exigua de una materia dispersa por el Cosmos, la vida no es más que una delgada película en la superficie de nuestro planeta, y, hasta más amplia información, el hombre es el único ser consciente y pensante de este Mundo.
El antiguo Cosmos asignaba al hombre su puesto en el Todo y daba un sentido a su vida. El nuevo Cosmos no sólo retira a Dios su gobierno y al hombre su elección, sino que aporta, ante todo, una incertidumbre fundamental sobre el mundo y sobre el hombre. Así, pues, en la incertidumbre profunda que establece el nuevo mundo, hemos adquirido un saber capital. En primer lugar, hemos aprendido que el hombre es íntegramente hijo del Cosmos; las partículas que constituyen sus átomos se formaron en los primeros segundos del Universo, sus átomos se forjaron en las furiosas entrañas de soles anteriores al nuestro, sus moléculas se reunieron en las convulsiones de nuestro planeta en gestación y, finalmente, sus macromoléculas se asociaron en los torbellinos de una «sopa primitiva» para formar el primer ser celular. El hombre, como todos los otros vivientes, es hijo y heredero de ese primer ser, el cual, multiplicado y transformado, continua viviendo en él.
Más profundamente aún, el hombre es un ser vivo íntegramente. Como acabamos de indicar, el primer ser vivo, multiplicado y transformado, continua viviendo en él como en todo otro viviente. Somos la rama avanzada de una evolución animal procedente de los vertebrados, de los mamíferos, de los primates. Continuamos siendo vertebrados, mamíferos y primates, y esto no sólo anatómica o fisiológicamente, sino también genéticamente, cerebralmente, psicológicamente, e incluso sociológicamente. Su desarrollo se construyó en el curso de un proceso de hominización, que ha durado al menos tres millones de años, y en el que un pequeño bípedo dotado de un cerebro equivalente al de un chimpancé se desarrolló produciendo útiles, armas, lenguaje, cultura. Si el homo sapiens ha «sobrepasado» el orden estrictamente biológico al desarrollar conjuntamente la cultura, el lenguaje, el pensamiento, la conciencia, al mismo tiempo ha ensanchado la esfera de la vida a la cultura, al lenguaje, al pensamiento, a la conciencia.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario