viernes, 20 de abril de 2012

LA METAFÍSICA AYER Y HOY. 

1. INTRODUCCIÓN. 

 Antes de comenzar a hablarles de lo que es la metafísica, conviene hacer una advertencia. Mucho de lo que hoy circula como libros de autoayuda y páginas dedicadas al tema de la metafísica son escritos que harían que Platón y Aristóteles se revolcaran de disgusto en sus tumbas. Hay que decirlo para que no se confunda nadie: la metafísica no se trata de recetas automáticas para la felicidad, de secretos misteriosos del universo que te ayudarán a atraer el éxito, tampoco de claves para encontrar tu alma gemela ni para saber quién se ha llevado tu queso, ni menos de instrucciones para hacer viajes astrales. 

 Se trata de la filosofía y sus inicios. Pero también de nuestro presente, pues lo que se dijo y se pensó en esos inicios tiene una poderosa influencia en nuestras vidas actuales. De alguna manera, todos hemos pensado, y lo seguimos haciendo, como los antiguos griegos, y en particular como Platón o Aristóteles. Eso, a pesar del avance significativo de las ciencias de todo tipo. Te preguntarás, ¿Por qué aún estos vejestorios tienen esa influencia? ¿Por qué no hablar de unos filósofos más modernos, más cool? ¿Por qué no inventarnos una nueva filosofía en vez de hablar todo el rato del pasado? A esto puedo responder diciendo que a medida que se estudia más la historia del pensamiento, y uno se cultiva en ello, se va dando cuenta, con agrado o con desagrado, de que mucho de lo que creemos novedoso o reciente no es más que el retorno de viejas cuestiones ya planteadas por estos vejetes. Y a medida que se entienden sus pensamientos o filosofías, te das cuenta, también, de lo poco que somos conscientes del enorme peso que aún tienen en nuestra propia manera de pensar sobre nosotros mismos, sobre la diferencia entre lo verdadero y lo falso, sobre la idea que tenemos de la realidad, la vida y la muerte, la naturaleza y la sociedad, etc. 

 Como dijimos, se trata de que el tema de la metafísica nos remonta a los inicios mismos de la filosofía, en la Europa de la Antigüedad. Los primeros sabios griegos se preguntaron sobre aquello que hacía que la realidad fuese de cierta manera. Lo que buscaban lo llamaban el arjé. Unos pensaban que eran elementos naturales y materiales, por lo tanto había que estudiar la naturaleza.otros, que eran principios más allá (meta) de la naturaleza (físicos). O sea metafísico. 



 2. LOS PRESOCRÁTICOS. A continuación te invito a leer un texto sobre los presocráticos


La mayoría de los filósofos y de los historiadores de la filosofía coinciden en considerar a los llamados presocráticos como los primeros filósofos, al menos en el mundo occidental.  Contrariamente a lo que da a entender el término genérico bajo el cual se los reúne, los presocráticos no son solamente los heraldos o precursores del pensamiento de Sócrates (y, por ende, del de Platón y Aristóteles); éstos filósofos inauguran verdaderamente una nueva manera de pensar, que rompe con las tradiciones orales de la Grecia arcaica. Los presocráticos, en efecto, cesan de repetir o de comentar los grandes poemas mitológicos (Homero, Hesiodo) para proponer una explicación de orden racional del universo y de su génesis. No son ya los dioses con forma humana los que gobiernan el cosmos, sino unos principios permanentes (los números, el agua, el aire, el fuego, etc.) que no tienen nada de sobrenatural. Con los presocráticos, la sabiduría humana pasa del soliloquio al diálogo. El pensamiento se libera de la tutela de los teólogos: no se comete impiedad por declararse en desacuerdo con los antepasados. Anaxímenes no ve el mundo como Tales; Parménides refuta a Heráclito… La diferencia de opiniones, lejos de conducir al escepticismo, da testimonio del enriquecimiento del pensamiento en esa época. La verdad ya no es una revelación, sino que se conquista mediante las artes de la argumentación y la confrontación de ideas.

Es obligado a evocar a Pitágoras de Samos, que vivió en el siglo VI antes de nuestra era y del que sabemos que fue ilustre matemático. En realidad, su matemática desemboca en una metafísica, porque Pitágoras está persuadido de que los números son el principio y clave de todo el universo. Así como el sonido depende de la longitud de la cuerda que vibra, del mismo modo las apariencias coloreadas e infinitamente diversas del universo enmascaran las relaciones numéricas que constituyen el fondo de las cosas: idea capital ésta, que no sólo volverá a encontrarse en el pensamiento de Platón, sino que está en el origen de la ciencia moderna.

Pitágoras (de quien se dice que inventó la palabra “filosofía”) es también un místico, fundador de sociedades de iniciados en busca de salvación. La doctrina pitagórica de la salvación está muy próxima al orfismo. Los pitagóricos creían en la metempsicosis. El alma, en castigo por faltas pasadas, está retenida como prisionera de un cuerpo. La encarnación no es para el alma más que un encarcelamiento provisional. La muerte anuncia el renacimiento en otro cuerpo distinto, hasta que el alma, purificada a la vez por las virtudes y por la práctica de los ritos iniciáticos, merezca al fin verse liberada de todo cuerpo.

Muchas otras doctrinas intentan por otra parte explicar en esta época. Empédocles veía en la materia cuatro elementos (la tierra, el agua, el aire y el fuego) mientras que los principios motores de este universo serían el odio que disocia y el amor que une. Anaxágoras, que fue profesor de Pericles, piensa que los elementos del mundo están ordenados por una Inteligencia cósmica, el Nous.

Dos doctrinas se oponen radicalmente entre sí: para Heráclito de Éfeso, todo cambia sin cesar. “Pantha rhei”, todo pasa: la muerte sucede a la vida, la noche al día, la vigilia al sueño. “Uno no se baña jamás dos veces en el mismo río”. El flujo que hace del universo un río es constantemente producido y destruido por un fuego cósmico que sigue un ritmo regular. A esta filosofía de la movilidad universal se oponen Parménides de Elea y su discípulo Zénon de Elea. Para éstos, la movilidad no es más que una ilusión que engaña nuestros sentidos; lo que es real es el Ser único, inmóvil, inmutable, eterno. “El ser es, el no – ser no es” afirma Parménides en su famoso poema sobre el Ser. Demócrito intenta conciliar las dos doctrinas con su filosofía de los átomos, elementos eternos cuyas cambiantes combinaciones son infinitas.    

Digamos finalmente unas palabras sobre los sofistas, cuyo escepticismo fue generado por la, multiplicidad de doctrinas contradictorias, por el abuso de la retórica (un discurso hábil diseñado para demostrar lo que uno quiera), y, de manera general, por el aumento del individualismo y la decadencia de las costumbre después del periodo de Pericles. Uno de los sofistas es Protágoras de Abdera que, según el testimonio de Platón, decía: “el hombre es la medida de todas las cosas” Dicho de otra manera: no hay verdad absoluta, no hay más opiniones relativas al que las emite (el vino es delicioso para el bebedor, pero disgusta al abstemio).

En Huisman D., Vergez A. y Le Strat S. (autores). Historia de los filósofos ilustrada por sus textos. Editorial Tecnos. Madrid, 2000.



 3. HEIDEGGER Y LA METAFÍSICA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO 

Muchos estarían de acuerdo en señalar a los presocráticos como los tatarabuelos de la ciencia. Sin embargo, a medida que la ciencia adquirió relevancia en nuestra vida, la metafísica y en general toda filosofía no científica fue mirada con sospecha. Durante los siglos XIX y XX surgieron corrientes positivistas, que clamaban que el único tipo de conocimiento probado y legítimo era el científico, a estar apoyado en pruebas empíricas y en la lógica matemática. La metafísica pasó a ser sinónimo de especulación falsa. Sin embargo, en pleno siglo XX, un polémico filósofo llamado Martín Heidegger resucitó la cuestión de la metafísica y en cierto sentido volvió a la filosofía a sus orígenes. 


Heidegger sostuvo que la filosofía había errado en camino en la modernidad, y que los costos de haberlo hecho fueron una profunda crisis de sentido en la humanidad. De alguna manera sostiene que la historia “se les ha escapado de las manos” a los hombres. La ciencia moderna ha permitido un control cada vez más eficiente de la naturaleza pero nos ha puesto un abismo entre nosotros y el universo. El principio de la ciencia es que nada sucede en el mundo sin una causa o razón. No hay ningún misterio profundo, ni en la naturaleza ni en los otros seres humanos. Los bosques, los objetos de arte, la cultura, las personas, las emociones, se han ido transformando, poco a poco, en “cosas” que pueden ser manejadas si se conoce la ciencia correcta. En el fondo, se trata que la ciencia dejo de estar preocupada por la verdad y se concentró en el poder, o, dicho de otra manera, la verdad se transformó en pura voluntad de poder. Una de las consecuencias de esto es que la humanidad entera “avanza” sin control con capacidades y medios cada vez mayores, pero sin tener una finalidad clara. Al final, como una ironía de la historia, los poderes técnicos desatados por el hombre se vuelven en su contra: amenaza atómica, crisis ecológica, calentamiento global, polarización social, terrorismo, etc. 

Heidegger tenía la idea de que, para enmendar rumbo, había que volver a plantear la pregunta por el sentido que tenía la expresión “ser”. A su juicio, desde Platón en adelante, y más profundamente en el pensamiento moderno que inaugura Descartes, el verdadero sentido del ser se fue ocultando y estrechando progresivamente. Primero se puso a las ideas o esencias como el verdadero ser (Platón), después, fue Dios el único ser (filósofos cristianos) y, finalmente, se entendió al ser durante la época moderna como cosas u objetos y sus relaciones. Ese ocultamiento en nuestra época, pasó a ser olvido. 

La verdad sobre el ser, dice Heidegger, no es algo que “construyamos” los sujetos mediante experimentos y teorías. El humanismo moderno nos hizo creer que las cosas tienen sentido porque el ser humano les da el sentido. Como resultado, en el final del proceso, en nuestra época, el único sentido que ha ido quedando es el valor de lo útil y lo rentable. Nada vale por sí mismo, sino en cuanto sirve o beneficia a alguien. En el fondo, entonces, nada tiene autentico valor, a nada se lo “deja ser” realmente lo que es “sin pedir nada a cambio”. Este es el famoso “nihilismo” de la época moderna. Pero el ser, piensa Heidegger, es anterior a todo valor, verdad o teoría que inventemos. Primero somos, luego razonamos, y somos porque hay un mundo, un universo, un ser que nos abarca y rodea. Luego, una verdad autentica consiste en “dejar al Ser, que sea”, o sea dejar que se muestre tal cual es y no adaptarlo a nuestras necesidades o beneficios. Por medio del habla, el hombre puede dejar que el ser aparezca, pero debe ser su cuidador o pastor, no su Amo. Según Heidegger, los presocráticos tuvieron esa relación más inocente con la realidad; una simplicidad y tranquilidad lejana a las manipulaciones que constituyen el poder de la ciencia moderna y de nuestra civilización.


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